Carlos Aguirre
Canciones desde el alma
El compositor, pianista, guitarrista y cantante entrerriano presenta en Santa Fe su segundo disco. Este encuentro con su música será el viernes 12, a las 21.30, en el Auditorio de ATE, organizado por la Dirección de Cultura de la UNL. Allí, Carlos Aguirre estará acompañado por un grupo notable de músicos; aquí, reflexiona sobre su modo de entender el arte y, por tanto, la vida.

Quienes conocen a Carlos Aguirre saben que el encuentro cotidiano con la música no es más que una forma de felicidad. No hay música suya que no pase por los afectos. Son pequeños viajes hacia lo profundo del alma que, no mezquina, los retribuye con el más hondo sentimiento de goce.

Dice Germán Correa, poeta de Resistencia, letrista de la canción "El músico y el acordeón", compuesta musicalmente por el chaqueño Coqui Ortiz: "Quiere el instrumento ser el arduo oficio/ que hechiza al varón argentino, no miento/ con la fiel caricia de su maleficio/ que algunos dirán amor y otros, talento". Tras haber compartido prolíficas experiencias musicales como pianista, Carlos Aguirre fue "hechizado" por la música cantada. Esa combinación de notas y palabras toma sentido en la canción del Negro, con una sensibilidad que moviliza a quienes la oyen para seguir pensando. El talento sumado a la pasión es el motor que justifica la elección de vivir de su propia música. Qué es eso sino otra cosa que la vocación artística misma.

"Hay muchos contemporáneos en el arte, músicos con la misma facilidad y capacidad musical, pero la diferencia se empieza a marcar si te detenés. Si le dedicás tiempo, las cosas se empiezan a tallar desde la profundidad, concibiéndose de otra manera. De hecho, está lleno de gente que toca muy bien, pero el tema es qué hacés con ese tocar muy bien, si es simplemente repetir células o es plantear una mirada personal", enfatiza el músico entrerriano.

De esta manera, la superposición de notas que seducen desde el contrapunto, la sensibilidad interpretativa, el cuidado por los detalles y el hallazgo de nuevos sonidos, hacen que sus canciones tomen vuelo propio y se distingan. "Lo que se persigue es descubrir la esencia, cómo encontrarse y quién es uno. Mi búsqueda consiste en encontrar mi propio folclore con el paisaje en el que se habita hoy. Hay un folclore de un país, de una región, y un folclore que es de la persona en sí, y eso es lo que estoy buscando".

Aunque cerca del folclore, no lo concibe como un lenguaje expresivo cerrado ni cree en el encasillamiento del género, sino en la comunión con otros. "Dentro de tu propio folclore hay música de muchos lados que conviven. Eso tiene que ver con la música que uno escuchó, por dónde anduvo", dice Aguirre. Sostiene que su intención es romper con la negación hacia los orígenes de la música folclórica, que se realiza desde una lectura europea sobre las sonoridades que se gestan de este lado del océano. Reivindica, por caso, las raíces negras, no sólo en cuanto a las figuras rítmicas (típica naturalización acerca de lo afro), sino como constituyente de base de la expresión musical.

Así, su indagación se perfila hacia un sonido genuino, retornando a las raíces del folclore puro sin ser purista. Todo lo contrario: recrimina a los tradicionalistas, denunciando al cumplimiento estricto de la estructura formal como carcelero de la libertad expresiva. "Se puede buscar el costado valorable de atarse a las convenciones en el hecho de que uno está haciendo que se eternice una forma que representa tu lugar, pero a la vez, es una actitud cómoda. En el folclore argentino las coreografías terminan poniendo jaulas a la forma musical. Si tenés ganas de expresar una idea y sólo con media zamba te alcanza, la utilizas así. Ahí comienza la indagación para poder contar lo que querés. Creo que todo puede mutar si hay algo que necesita decirse de otra manera".

Colores musicales

Lejos de la demostración de virtuosismo en la interpretación que caracterizó al folclore de proyección de los '80, la expresión musical de Carlos Aguirre se podría sintetizar con una sola palabra: austeridad. No es la belleza concebida desde el estereotipo, sino la revalorización del sonido la que oficia de protagonista, sin la pretensión de congraciase al costumbrismo auditivo con composiciones que brillen. De ahí que "haya menos espacios conocidos y más de búsqueda", afirma, y explica: "Hay códigos culturales que hacen que una cosa sea bella o no. En la investigación desaparece, no hay una preocupación específica por la belleza en sí, sino en lo que se quiere comunicar. Con esa idea de belleza, las búsquedas pueden sonar oscuras y densas".

Todas las investigaciones en el arte son procesos introspectivos que generan rupturas y eso, a la vez, origina riesgos. El ejercicio de hurgar en espacios internos hace a la construcción de la propia identidad. "Voy perdiendo el miedo a romper con las estructuras e indagar en mí esos espacios de búsqueda", sostiene Aguirre.

Cada disco del Negro es un regalo desde el lugar por el que se mire. Existe un desvelo implícito por concebir un objeto integral, que no se limite a lo estrictamente musical, sino que sea un todo expresivo manteniendo la coherencia estética desde su creación hasta su comercialización. Producido por su propio sello discográfico, Shagrada Medra, cada tapa del disco es una obra de arte con lo que ello lleva sobreentendido. La artista paranaense Pamela Villaraza ha dibujado a mano cada una de ellas, no hay un diseño igual a otro. El aura de la unicidad hace que aquel que reciba el disco sienta que fue hecho especialmente para él. Así, este arte gráfico no seriado, no es ajeno a lo que se escucha. Incluso los colores que tienen los discos obedecen "al color que yo tengo de los temas, es una percepción muy personal, quizás a otro le puede sonar con otro color", dice el músico.

Este segundo disco es rojo y la elección responde a que "es más sanguíneo, que habla más de la gente y tiene como ese calor intrauterino. Aquello que se recuerda de la primera infancia, del calor materno", reflexiona el Negro, y completa: "El primer disco es más paisajístico, más leve, por eso quizás su color claro. Lo hice con todo lo que yo podía en ese momento; ahora hay un paisaje que yo quiero describir que es mucho más vasto. Así, el disco rojo refleja una etapa donde me siento en la necesidad de responder de dónde vengo, y el próximo paso será manifestar hacia dónde quiero ir. Creo que uno a lo largo de la vida, escribe una gran canción. A través de esa búsqueda, cada nueva canción que empezás a componer es como una nueva oportunidad para hacerla mejor".

Sonidos del río

La actividad creadora permite una relación dialógica continua entre la realidad misma y el hecho artístico. Es decir, la sociedad expresa sus procesos de construcción sensible de lo real a través de la constitución de imaginarios que quedan plasmados en las obras artísticas y, por contrapartida, el arte genera un proceso de identificación colectiva.

Escuchar la música del Negro Aguirre nos lleva a paisajes no tan lejanos. La naturalidad con la que aparecen las referencias al imaginario del folclore rural, hacen de este músico un referente identitario de la gente del Litoral. Las imágenes poéticas de Atahualpa no eran ajenas durante su infancia en Seguí -un pequeño pueblo a 60 kilómetros de Paraná-, ya que su niñez estuvo ligada a "un paisaje campestre muy fuerte. Sin tener una conciencia tan profunda de lo que estaba escuchando, me conectaba mucho con las letras de `El Arriero', yo me hacía la película porque la conocía. No hacía travesías muy largas pero sabía lo que era esa sensación. La vida de campo es dura, pero a la vez te brinda muchos momentos de soledad en el camino y eso te permite dimensionar pequeños sonidos que antes no escuchabas. Al no tener un interlocutor, uno deja de hablar y empieza a escuchar", evoca.

Ya en la adolescencia, Carlos se mudó a Paraná por la necesidad de conectarse con la música de una manera más intensa. Fue allí donde apareció su otro amor: el río. "Mi contacto con el río ha sido desde la contemplación. No lo he habitado o navegado tanto como quisiera. Tengo algunos vínculos con gente que vive de la pesca y es hermoso conversar con ellos", señala, y continúa: "Fue a partir de esas relaciones que empecé a cuestionarme muchísimo lo que estaba escribiendo. Sentí que estaba manipulando palabras que no había vivido con intensidad...la palabra río, me parecía una palabra demasiado grande como para estarla nombrando a cada rato", dice entre risas.

Sus canciones cuentan historias de lunas, vientos, remansos, amaneceres, cielos estrellados. Hay una fuerte cosmovisión del hombre del río, con sus preocupaciones, sueños, ilusiones, luchas cotidianas, bellezas y oscuridades. Los artistas tienen esa habilidad de contar las cosas mucho más claras y cargadas de sentido, con el agregado de lo metafórico y sensible de la expresión creativa. El reflejo del río no sólo es parte de la poética sino también del descubrimiento de sonoridades propias de esa naturaleza. "Comenzó allí otra necesidad, que fue la de conectarme desde otro lugar con esos paisajes, y eso hizo que la palabra estudio se haga más amplia que el hecho de sentarse a un instrumento; tenía que vivir de otra manera mi conexión a esos lugares".

En consecuencia, no es por azar que la canción "Confesión del viento", con letra de Roberto Yacomuzzi y música de Juan Falú, sea parte del repertorio; sino huella de experiencias vividas. "Si uno escribe la palabra `viento' después de haber estado en el campo y sentido el arrullo del aire, esa palabra cobra otra dimensión -dice el músico-. En realidad, esa vivencia es lo que produce como un sedimento que da peso a lo que uno hace y a lo que uno escribe".

Trabajo de taller

"Existe una integralidad, un correlato muy estrecho entre cómo es una persona y cómo toca. El virtuosismo más común es el de tocar rápido, pero existe otro que tiene que ver con una búsqueda del sonido, ése es el que me seduce -explica el compositor-. Generalmente, esas búsquedas las llevan a cabo ciertas personas que intentan una relación más profunda con la vida, no solamente con la música".

En este trabajo en particular, el Carlos Aguirre Grupo aborda con una formación de quinteto, un sonido camarístico basado en las guitarras de Alfonso Bekes y Luis Medina; con José Piccioni, en percusión; Fernando Silva, en bajo y contrabajo y Aguirre en piano, acordeón, guitarra y voz. Esta búsqueda de sonoridades sobrias despojadas de artificios, al estilo de las guitarras de Zitarrosa, hace que no sea casual y sí justificada la inclusión de la canción del autor uruguayo "Zamba por vos" dentro del repertorio.

El Negro destaca que "no hay una cosa directamente técnica en la relación musical. Los hallazgos se realizan porque el grupo es un espacio de taller, con todo lo que eso implica".

Los encuentros del quinteto son situaciones de reflexión, investigación y estudio compartido. "Algunas veces una parte del ensayo se ocupa en la lectura de un cuento, o deriva en conversaciones extensas sin que haya sonado ni siquiera una nota", cuenta Carlos. De este modo, la dinámica grupal no se limita a la ejecución de los instrumentos, sino que propicia el intercambio de opiniones y visiones propias que enriquecen al conjunto.

"Esos son los vínculos que a mí me interesan con respecto a la música, porque a la hora de tocar, que yo siento como un momento de gran desnudez y fragilidad, es donde se perciben esos sedimentos de la relación del grupo. A veces lo que más quisieras es mucho silencio y guardarte. Esa contención que necesitás en esos segundos, es la que te dan los lazos afectivos con los otros músicos que comparten con vos ese estado de conmoción".

La música y la palabra

La palabra es la ventana

donde mira la canción

un arroyo, una montaña,

un sendero y una flor.

Cada verso va creciendo

a la luz de los amores

a la vez que se tropieza

en fantasmas y rencores.

Son las coplas transparencias

de la hondura y el silencio

navegando por el alma

yendo corazón adentro.

Vocación de andar buscando

una causa, una razón,

la palabra más certera

que me copie la emoción:

con la chacarera doble

voy diciendo y acá estoy.

En la música florece

lo que la palabra nombra

se va haciendo sentimiento

en corcheas y redondas.

Los acordes que nacieron

al abrigo de la gente

llevan frescas las verdades

como agüita de vertiente.

No le esquivo la mirada

a este mundo y su dolor

pero desde la guitarra

me parece ver mejor.

Vocación de andar buscando

una causa, una razón

la palabra más certera

que me copie la emoción:

con la chacarera doble

voy diciendo y acá estoy.

Letra y música: Carlos Aguirre

Con sello propio

En 1993, Luis Barbiero, Carlos Aguirre y Ramiro Gallo crearon en Paraná Shagrada Medra, un sello discográfico independiente que, después de que Ramiro se radicara en Buenos Aires, continúan los dos primeros.

Quienquiera adquirir uno de estos regalos, no debe hurgar entre las góndolas de disquerías o hipermercados: tiene que dirigirse a una casa. Alguien escribió alguna vez que a pesar de "estar hecho en casa" no es fruto de un proyecto "casero". Cuidado desde la gráfica, la eficacia de grabación, la calidad del contenido y la información, un disco de Shagrada nada tiene que envidiarle a las compañías multinacionales, sino todo lo contrario: trae el aditivo de una visión estética y artística diferente.

Así, cada producción tiene su propia historia. Algunas grabaciones se hicieron en Ñemboyeré, el estudio que el sello tiene en Paraná. Otras se realizaron en Rosario, Buenos Aires y Chile, de acuerdo a las necesidades técnicas específicas en lo que refiere a mezcla, digitalización y edición.

Shagrada es un sello discográfico, pero su concepción excede los términos comerciales. Es un punto dentro de un proyecto cultural más amplio que lo contiene. "La música sirve como un elemento aglutinante de las personas que la hacen y de aquellas que la consumen, y va más allá de una cuestión de mercado: tiene que ver con la manera en que pensás el mundo y que se ve reflejada en cada oficio", subraya Carlos Aguirre, y destaca: "La gente que consume determinada información la busca también por canales alternativos, busca por otro lado y apuesta a la industria independiente. Así, el sello no es más que otra instancia de este aglutinamiento".

En el catálogo de Shagrada Medra, hay músicos como Jorge Fandermole, Eduardo Isaac, Aníbal Sampayo, Coqui Ortiz, Juan Quintero, Miriam Cubelos, Martín Sosa, Juancho Perrone, Luis Barbiero, Ernesto Snajer, Nora Sarmoria, Lilián Saba y Ramiro Gallo, entre otros.

Si bien en el conjunto las diferencias estéticas y técnico-musicales se notan a flor de piel, los une la dirección hacia dónde miran. "El catálogo implica estar todos metidos en un mismo grupo, y permite que músicos de distintas provincias conozcan sus trabajos entre sí, es lo que da fuerza a esto que yo llamaría `corriente' -reflexiona Aguirre-. No lo nombro como `movimiento' porque estamos en un proceso muy intuitivo todavía, en instancias de aproximación, donde lo que nos liga es la idea de ir para el mismo lado".

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Mili López