A Tenorio lo habría matado su amigo y compañero de negocios
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Habían pasado dos días desde la última vez que los familiares de Federico Tenorio lo vieron con vida. Su auto estaba estacionado frente a la casa que alquilaba en el barrio Villa Dora, y eso hacía suponer que su ocupante no se encontraba lejos. Su padre consiguió un duplicado de la llave, y esa misma tarde fue a ver que pasaba. Era 10 de julio, y Federico estaba muerto, con un balazo en la cabeza, disparado por la espalda.
Al día siguiente, su amigo y socio, Gustavo Martín Pablo, quedó detenido por orden del juez de Instrucción, Darío Sánchez, quien lo procesó la semana pasada, como autor del delito de "homicidio agravado por el uso de arma de fuego".
Ambos se dedicaban a la compra venta de cereales y tenían un ciber café en sociedad. Sin embargo se supo que se trataba de "una relación que ha pasado por momentos críticos, tanto en lo personal como en lo comercial". Y aunque el trato habría sido bueno los últimos tiempos, "estuvo generalmente plagado de conflictos y situaciones de tirantez entre ambos", según atestiguaron tres personas del círculo íntimo de la víctima.
A pesar de la negativa a aceptar la acusación, recaen sobre el imputado una serie de pruebas difíciles de rebatir hasta ahora, aunque todavía no se pudo dar con el arma homicida.
En su declaración indagatoria, el sospechoso le dijo al juez que ese viernes se encontraron en un bar de la costanera este, comieron y se fueron pasada la medianoche, cada uno en su coche.
El imputado aseguró no haber visto a su amigo ese fin de semana, y que sólo supo de él cuando la policía lo detuvo el lunes a la mañana.
Sin embargo, existen testimonios y argumentos sólidos para "establecer la mendacidad de Pablo", quien para el magistrado "estuvo en el domicilio de Tenorio en horas en que fuera ultimado".
Como coartada, el joven de 25 años, oriundo de Esperanza, se fue a dormir de su novia para que atestiguara sobre su compañía. Sin embargo, las pruebas que se reunieron en su contra son de una contundencia tal que impiden dudar de su participación en el crimen.
Entre los testigos, el cuida coches del barrio en que vivía Tenorio, aseguró que esa madrugada, los dos muchachos salieron un rato, para regresar juntos a la madrugada.
En su declaración hizo una descripción de ambos, que es coincidente con los rasgos fisonómicos, tanto de Tenorio como de Pablo. Además se refirió al auto con el que el socio solía visitar a su amigo, y afirmó haberlo visto en varias oportunidades estacionado en las inmediaciones de calle Ruperto Godoy al 1300.
En busca del móvil del homicidio, el juez de Instrucción 5ta pidió informes sobre las cuentas bancarias de Tenorio. De ello surge que a las 00:51 del sábado 9, su amigo retiró $1.000 de un cajero automático del centro; y otros $240 fueron extraídos de otra cuenta a primera hora del domingo 10 de julio. Como si fuera poco, una de las sucursales aportó las imágenes del sistema de circuito cerrado, donde lograron ver a Pablo ingresando a uno de los cajeros.
Atando cabos, los investigadores también lograron establecer que el auto de Tenorio no se movió del frente de la casa entre las 9 de la noche del viernes y los días subsiguientes.
Por lo tanto, el juez encontró acreditado como probable, que el 9 de julio, Pablo "le efectuó un disparo, en horas aún no determinadas con precisión".
Se deduce que pudo haber sido durante las primeras horas del sábado, porque cuando encontraron a Tenorio, estaban encendidos el velador y el calefactor del comedor, al igual que la estufa del dormitorio.
La puerta
no había sido forzada, y las llaves de Federico Tenorio estaban sobre una mesita, inmediata a la entrada. Para el juez Darío Sánchez, "es evidente que el autor de la muerte, salió y cerró". Como lo explica en el procesamiento, el otro juego de llaves estaba en manos de Gustavo Pablo -el socio-, que se las entregó al padre, y "se negó a acompañarlo al domicilio, argumentando distintas y sutiles razones".
Juliano Salierno