El Che y Fidel, estrellas del tatuaje revolucionario
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Tatuarse se ha convertido en una moda cada vez más difundida entre los jóvenes cubanos, que han sepultado el estereotipo de que representaba una marca de presidio, un signo de nostalgia entre los marinos o un símbolo de marginalidad.
Ahora, el tatuaje se ve como una expresión de arte "en la piel" que gana adeptos, sobre todo entre las mujeres, que lo consideran una "decoración corporal" que bien se puede exhibir en las atractivas playas cubanas.
Más allá de la estética, en Cuba esta nueva tendencia se inclina por los temas revolucionarios.
El ex futbolista Diego Armando Maradona lleva al Che en un brazo y a Fidel Castro en una pierna y, quizá involuntariamente, ha sido uno de los más importantes difusores de esta moda.
El cubano Richard Bravo Benítez ha seguido el ejemplo del "crack" del fútbol argentino y se ha tatuado un Che en su brazo izquierdo y una estampa de Castro en el pecho, al lado del corazón.
"Son cosas distintas. El tatuaje del `Che' me lo hice en 1997 porque soy un poco como él, y es un ídolo internacional que admiro por sus valores", asegura Richard, de 25 años.
Fidel "es el comandante de mi país y coincido con él en la mayoría de sus ideas. Es alguien grande por su inteligencia a quien considero un guía, es un líder mundial", explica el joven, que para tatuarse a Castro recurrió a Agustín, el artista que le hizo el trabajo a Maradona.
Pedro Vázquez Díaz, de 40 años, lleva desde hace un lustro en un brazo una estampa del Che, copia de la imagen captada por el lente del fotógrafo Alberto Díaz "Korda".
Pedro admira al guerrillero argentino-cubano por su carácter "solidario, revolucionario y por sus virtudes como hombre, compañero y amigo" y por eso le pidió a su sobrino Alain Acuña, un joven artista plástico, que le tatuara la imagen del guerrillero.
Leovaldo Canosa, uno de los más conocidos "pintores en piel humana" de La Habana, practica el oficio desde hace diez años de forma autodidacta y con una concepción "plenamente artística", dice.
En su pequeño estudio instalado en su departamento de Alamar, una popular barriada del este de La Habana, este tatuador de 30 años presume de su profesionalidad con fotos digitales de sus "obras".
Entre las más curiosas, sobresale también la estampa de Ernesto Guevara captada por "Korda", que ha plasmado en brazos, torsos, espaldas y piernas de decenas de sus clientes.
"Por lo regular han sido hombres, de todas las edades, en su mayoría extranjeros, particularmente italianos, aunque también se lo han querido hacer cubanos y algunas mujeres", explica a EFE.
Leovaldo recuerda especialmente el caso de una alemana que se hizo tatuar en torno de la imagen del "Che" la inscripción "Hasta la victoria siempre".
Aunque no recuerda exactamente cuántas veces ha reproducido la figura del famoso revolucionario, calcula que supera el medio centenar y asegura que cada vez logra hacerla con "más rapidez y perfección".
Su más reciente tatuaje del "Che" quedó plasmado en el brazo derecho del turista italiano Mauro Adreini, de 35 años, quien durante la sesión afirmó que soñaba con el momento desde hace años y consideró "espectacular" el trabajo.
"En Italia, la figura del "Che" es un símbolo muy importante que se lleva en camisetas y banderas. Para los italianos, representa un símbolo de la libertad", explicó el turista.
Por una tarifa que oscila entre los 10 y los 120 dólares, dependiendo del tamaño, la variedad de colores y su complejidad, turistas, como Mauro, pueden "llevarse puesto" al "Che", de su paso por Cuba.
La técnica
El tatuaje moderno data de 1880, cuando Samuel O'Railly de Nueva York (EE.UU.) diseñó la primera máquina eléctrica para practicarlos. En la actualidad, la infraestructura del tatuaje o micropigmentación cosmética precisa de unos equipos eléctricos o dermógrafos, que tienen cabezales para una o varias agujas, cuyo diámetro oscila entre los 0,25 y los 1,75 milímetros. La aguja, al correr por la piel, va depositando el pigmento a una profundidad aproximada de entre uno y dos milímetros. El grosor del dibujo depende de la velocidad en el recorrido de la aguja, que ha de ser constante, y del número de veces que se recorra el mismo trayecto. Con la cicatrización posterior, la epidermis cubre al pigmento, lográndose así el efecto cosmético deseado.
por Raquel Martori (EFE)