Hoy, Dom Polski celebra su 79° aniversario y mañana es el día de su invocación de la Virgen, acontecimientos que festeja con un almuerzo y la entronización de la Virgen de Czestochowa, venerada por el Papa Juan Pablo II.
La imagen fue encargada a un sacerdote que viajó a Polonia y Jorge Papanek -presidente de la sociedad- cruzó ayer el túnel Subfluvial para buscarla. Los actos son el domingo: a las 9.30, será la concentración para la procesión en la sede de la sociedad -Av. Aristóbulo del Valle 5444-, desde allí se caminará hasta la parroquia Santa Teresita del Niño Jesús, donde quedará la imagen; a las 10, habrá una misa. Y, posteriormente, a las 13, en la sede social polaca tendrá lugar el almuerzo (solicitar tarjetas a los teléfonos 460-7777 ó 460-3353).
El Sr. Papanek, en representación de la comunidad polaca, llegó a El Litoral con la estampa de la Virgen a modo de presentación y la historia que la define: el 26 de agosto de 1982 se cumplió, según la tradición, el 600° aniversario de la llegada a Jasna Góra de la milagrosa imagen. Se dice que fue donada por el emperador de Bizancio a un duque de Rutenia, Lev, en recompensa por sus servicios, y que durante quinientos años estuvo en el castillo de Belz, hasta que en el siglo XIV, Ladislao, duque de Opolec se la llevó a Polonia.
Según la antigua tradición, fue pintada por San Lucas en unos trozos de madera pertenecientes a la mesa en que se celebró la éltima Cena. Sin embargo, los estudios realizados sugieren que el ícono no pudo ser pintado antes del siglo VI.
A poco de llegar a Czestochowa, el ícono fue profanado por unos bandidos que, al parecer, era herejes husitas. Gracias a los esfuerzos del rey Ladislao Jagellón, un artista desconocido restauró la imagen. Desde entonces, ha gozado de gran veneración entre los católicos polacos y está considerada un tesoro nacional.
La Casa Polaca local nació de la mano de un grupo de inmigrantes polacos, aunque también había rusos, ucranianos y checoslovacos que, unidos por las mismas pena y esperanza, se habían animado a cambiar el rumbo de sus vidas en esta tierra, algunos por necesidad, otros, en busca de algo mejor.
Hablaban el mismo idioma, recorrían historias parecidas y proyectos similares y así, se acompañaron unos a otros y crecieron.
La Unión Polaca y Sección ex Combatientes Dom Polski abrió sus puertas un 25 de agosto de 1926, primero, en Llerena 2674, y luego, en su actual sede. Ese rincón no sólo fue la casa de los inmigrantes fundadores, sino de todos los que les siguieron. Cada polaco que huyó de la Segunda Guerra Mundial encontró en esta ciudad un techo donde dormir y un plato de comida.
Corren tiempos difíciles para la entidad, cuenta Papanek, quien confiesa su fe en la Virgen. Sin embargo, descendientes y socios andan con el firme propósito de no detenerse y llevar adelante las actividades posibles. Por eso, la casa sigue siendo sede de actividades sociales y culturales, de espacios de aprendizaje e intercambio.