En Nueva Orleans
Hispanos limpian el desastre que dejó el huracán Katrina
En medio de la inmundicia en la fantasmagórica y sumergida Nueva Orleans, una brigada con unos 30 hispanohablantes saca agua barrosa y contaminada en tachos, barre y levanta maderas, hierros retorcidos y basura.

"Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer?", se pregunta Mainor Mendoza, hondureño de 26 años.

Por 8 dólares la hora -12 dólares la hora extra-, Mendoza y su equipo soportan el aire irrespirable, el barro contaminado y las infecciones que pululan, sin más herramientas que sus manos, unos guantes azules, lentes de plástico y tapabocas.

"Con tanta enfermedad, el agua que apesta y la basura... ísólo nosotros!", dice.

Santo Rivas y José Santos Cirino piensan lo mismo. "En este país, si no fuera por lo que trabajamos nosotros, no se haría nada", dice Rivas.

Pero estos dos amigos tienen otro motivo más importante que los 8 dólares por hora para estar aquí: ambos vivían en pleno centro de Nueva Orleans, cuando la ciudad dejó de ser ciudad y se convirtió en algo parecido a un set de la película "La guerra de los mundos". "Estamos volviendo a casa", dicen.

Después de ser evacuados a la fuerza, llegaron a Texas, sólo para darse cuenta de que allí no sólo no tenían trabajo ni casa, sino tampoco ayuda alguna. "Fuimos a la Cruz Roja, y como somos ilegales, me quisieron cobrar para atenderme por una infección", explica José Santos. "No nos dieron nada", dice.

Sin casa, sin auto, sin dinero, y con una familia a la que alimentar en Honduras, a Santos y Rivas se les iluminaron los ojos cuando casi por casualidad les llegó una noticia de que la empresa Belfor de Houston estaba contratando cuadrillas para ir a limpiar Nueva Orleans.

Así que allí volvieron en camionetas de la empresa, y desde entonces recorren las calles de la capital del jazz.

Ciudad fantasma

Sin embargo, todavía no han podido llegar a su hogar, al que no ven desde el 29 de agosto, cuando Katrina convirtió a su querida Nueva Orleans en una ciudad fantasma. "No hay cómo ir y no nos dejan entrar", explica. "Al menos ahora estamos cerca del apartamento".

El sábado, la cuadrilla hispana sacó la alfombra mojada y con olor a muerte de un edificio. El domingo recorrían la calle Poydras con escobas y palas, recogiendo basura y restos de la devastación.

"Es todo muy extraño", dice Santos, sentado durante la hora del almuerzo, a la sombra de algunos de los árboles que quedaron en pie tras el huracán. "Estábamos acostumbrados a ver bastante gente, y ahora está todo muerto. Es una ciudad abandonada".

"Nos dijeron que si queremos, podemos quedarnos en la empresa después de que termine este trabajo", explica Jesús Villavicencio, un cubano de 35 años.

A Santos y Rivas eso no les interesa. "Cuando terminemos este trabajo, de aquí no nos movemos", dice uno de ellos. "Cuando la ciudad esté habilitada, aquí nos vamos a quedar", agrega.

El capataz de la brigada pega un grito y se termina el descanso. Se suben todos rápidamente a tres camionetas y parten a cumplir su próxima misión.

Ophelia

El huracán Ophelia, estacionario desde hace varios día a lo largo de la costa sureste de Estados Unidos, reanudó hoy su desplazamiento hacia los Estados de Carolina del Norte y Carolina del Sur, indicó el Centro Nacional de Huracanes (NHC) con sede en Miami. Ophelia se ubicaba unos 450 km al sur-sureste de Cape Hatteras, Carolina del Norte, y se desplaza con dirección oeste a 5 km por hora, indicó el NHC, añadiendo que el ciclón debería orientarse hacia el noroeste, con la misma velocidad de desplazamiento, durante las próximas 24 horas.

Ophelia conlleva vientos máximos sostenidos de 120 km/h con ráfagas más fuertes. No se espera un cambio en su intensidad en las próximas 24 horas.

AFP