Los golpes de la vida

Ron Howard, el director, junto a los protagonistas, Russel Crowe y Renee Zellweger. Foto: AGENCIA EFE. 

El luchador (USA, 2005), dirección: Ron Howard; intérpretes: Russell Crowe, Renée Zellweger, Paul Giamatti, Craig Bierko, Bruce McGill, Paddy Considine; Guión: Cliff Hollingsworth y Akiva Goldsman; basado en un argumento de Cliff Hollingsworth; producción: Ron Howard, Brian Grazer y Penny Marshall, música: Thomas Newman; fotografía: Salvatore Totino; montaje: Mike Hill y Dan Hanley; diseño de producción: Wynn Thomas; estuario: Daniel Orlandi. CALIFICACION: MUY BUENA COLOCAR: CUATRO PUNTOS

Quizás porque el ring es el único lugar donde hasta los perdedores pueden encontrar redención. O porque no sólo se pone en juego una pelea, sino la propia vida. O a lo mejor por el aura de misticismo que rodea a esos seres, en general desdichados, que se abren camino a los golpes. Lo cierto es que actores tan disímiles como Alain Delon, Robert De Niro o Marlon Brando brillaron a lo largo de sus carreras interpretando a boxeadores. Y tal vez por eso en El Luchador, el que descuelga los guantes es el ascendente Russel Crowe.

"Desde los inicios del boxeo, no hubo una historia más apasionante que la de James J. Braddock" reza el filme en su secuencia inicial. Excluyendo a algunos grandes trabajadores del ring de nuestras pampas, como Oscar Ringo Bonavena o el más cercano Carlos Monzón, podríamos coincidir con esta afirmación. Que se debe no tanto a las características de Braddock como boxeador, sino como un auténtico "luchador" de la vida, que debió enfrentar las adversidades que asolaron a Estados Unidos después del crack bursátil de 1929, que dio paso a los años de depresión.

Antes de la crisis, el Hombre Cenicienta, como se lo conoció a Braddock en esa época por su repentino regreso, era un boxeador mediocre, pero que vivía holgadamente con su trabajo en los alegres años veinte. Situación que cambia cuando pierde su licencia y debe ponerse a trabajar en los muelles. Estas experiencias, sumadas a la miseria en la que ve sumida a su familia, lo fortalecen para escalar, poco a poco, posiciones hasta disputar el título mundial de los pesados en 1935.

En otro contexto, este argumento puede sonar pueril, pero al inscribirse en una de las épocas más negras de la historia norteamericana, cobra súbito interés. Verdaderas postales de la época son las recreadas por el director Ron Howard, quien describe con buen pulso la vida durante la Gran Depresión. Hay escenas destinadas a trascender: largas colas frente a los bancos aguardando la magra ayuda social o una villa miseria en pleno Central Park.

Russell Crowe realiza una buena interpretación llena de matices, que demuestran una vez más su versatilidad. Una de las cumbres expresivas que demuestra en la película, es aquella escena cuando descubre que debe separarse de sus hijos al no tener ya posibilidad alguna de alimentarlos. Esa será la principal motivación que lo llevará a ganar sus peleas: él no lucha por sí mismo, lo hace únicamente por su familia.

En general, en la mayoría de las películas de culto protagonizadas por boxeadores, éstos son seres manejados por entrenadores rufianes y entregadores. Nada más lejos del manager creado por el brillante actor Paul Giamatti -el protagonista de Entre Copas-, un ser idealista dentro de sus limitaciones, incapaz de fallarle a su amigo aun en los momentos más crudos de la Depresión.

No se puede dejar de señalar que El luchador contiene todos los estereotipos del melodrama. Sin embargo, por la calidad de los actores y por el tono épico de la historia, desborda de emoción genuina.

Juan Ignacio Novak