La campaña electoral
Daniel Peressotti y la súbita simpatía a un novato del PJ
En Rosario, terreno arduo para el peronismo, hasta hace un mes generaba rechazo y sospechas por su situación comercial. Pero tras su buena elección interna ya no lo desprecian. Ahora Reutemann posa con él en afiches, Obeid lo acompañó en un acto y sus críticos internos hacen silencio.

Rosario (C).- La dinámica del justicialismo rosarino encierra más de un enigma. Una orfandad de victorias que lleva ya 32 años y la ausencia de líderes estables en ese generoso lapso alumbra cada tanto alguna figura ansiosa de colonizar tanto espacio vacante. La última interna abierta parece haberle pintado su ocasión a un personaje que no viene del campo de la política y que logra que quienes antes le daban vuelta la cara ahora, de tripas corazón, lo rescaten del destierro de la indiferencia por un argumento de fuerza mayor: los votos de cosecha reciente.

Daniel Peressotti protagoniza la aventura de un hombre polémico saboreando su venganza. Hasta hace dos meses buena parte del PJ local consideraba una desgracia que afianzara terreno en Rosario y una especie de obligación moral manifestarlo. Ahora no sólo ese argumento común pasó a retiro sino que a nadie se le ocurriría desairarlo. Quedó clarísimo el domingo pasado. Peressotti organizó el almuerzo de la militancia en una cantina suburbana. Del gobernador Jorge Obeid para abajo casi no hubo ausencias. Y esta semana la ciudad apareció tapizada de afiches donde Carlos Reutemann, que vende muy cara la compañía de su imagen, posa a su lado.

Perfil y trayectoria

Tiene 43 años, es hijo de un ferroviario, nunca ocupó un cargo público. Se hizo conocido en la ciudad por levantar con inusual celeridad, en menos de 15 años, una cadena de ocho farmacias que venden remedios a bajo precio. Su desempeño comercial generó sospechas en profesionales del sector. El Colegio de Farmacéuticos de Rosario y varios particulares lo denunciaron por negociar psicotrópicos sin receta archivada. Cobró cierta rutina que sus locales fueran allanados por orden de la Justicia federal y que los inspectores de la Afip los visitaran seguido. La última vez fue el 8 de julio para cotejar la relación entre el ingreso declarado al organismo recaudador y el stock en existencia.

Sin la bendición de la estructura partidaria, Peressotti se las arregló para cosechar el 23 % del total de votos peronistas en las primarias de agosto y será segundo candidato a concejal detrás del secretario de Promoción Comunitaria, Osvaldo Miatello, uno de los que aún después de los comicios juzgaba un hecho desgraciado tenerlo como compañero de lista. Algo que ya no repite. Peresotti tampoco le echa más la culpa al obeidismo, como lo hizo, de estar detrás de los allanamientos a sus farmacias.

Cambio de viento

El PJ no se distingue por escupir al cielo. Ahora que Peressotti sube, importa menos contabilizar su reputación como comerciante que los beneficios de su popularidad electoral. La senadora nacional reutemanista Roxana Latorre lo visitó en su tienda de campaña, que era también una de sus tiendas de remedios, a horas del cierre electoral el 7 de agosto. Tras ella, siempre preocupada en no dejarle un resquicio de acción al obeidismo en Rosario, ahora otros justicialistas forman hilera para reconocer al controvertido farmacéutico.

El domingo pasado, en el almuerzo que organizó en la cantina La Cautiva, estuvieron el gobernador, el primer candidato a diputado Agustín Rossi y otros referentes locales. El propósito de algunos es evitar que, en cierto ascenso, Peressotti los desacomode cobrándose los desaires que sufrió cuando no tenía la más mínima gravitación en el PJ.

En el ámbito partidario renace la indulgencia que es, sencillamente, una forma de enterrar el pasado en pos del éxito inmediato. Hace sólo un mes Peressotti decía que Obeid no había empezado a gobernar. Los peronistas que cruzaban guantes con él mentaban el dudoso origen de los fondos con que el farmacéutico solventaba su campaña, las acciones en su contra de la Justicia federal y de su colegio profesional. O la costumbre de presionar a los empleados de su comercio para hacer proselitismo, repartiendo volantes o evacuando consultas con el padrón computadorizado en plena peatonal y frente a la mayor de sus farmacias. Pero ahora no parece oportuno escudriñar sobre conductas e identidades. En los afiches y en los almuerzos, se nota que cambió el viento.

Hernán Lascano