Las apariencias, se sabe, engañan. Y, también, no hay peor ciego que el que no quiere ver.
¿Por que tanto refrán? Viene al caso. Cuando se escucha la historia de la casa ubicada en (FALTA DIRECCIÓN), uno piensa que realmente la realidad supera la ficción. Y las dos frases soltadas como introducción explican, conjunta e íntimamente, el fenómeno de la casa embrujada.
El que la cuenta es un vecino, Reinaldo Perín. "Se sentían ruidos en esa casa" que estaba abandonada. Eran constantes y parejos, sobre todo de noche.
La convivencia con esta situación anormal hizo que se comenzaran a entretejer las más fantásticas y temerarias historias. ¿Espíritus? ¿Posesiones? ¿Cosa de mandinga? La atribución de causalidad dependía de quien la dictaminara.
Reinaldo nunca creyó que los rasguidos y sonidos que se propagaban desde el interior del inmueble tuvieran alguna relación con un fenómeno paranormal. Pero muchos otros, sí. Cientos de personas se llegaban al lugar para estudiar el hecho: un manosanta de San Justo, brujas, parapsicólogos y otros curiosos pasaban la noche en vela esperando que quien originaba el alboroto se manifestara.
"Era un corso esta cuadra. Se le dio tanta publicidad y tanta manija, entre los partidarios de los extraterrestres y esto y lo otro...". Reinaldo cuenta que en la esquina vivía un médico al que volvían loco: "Lo tenían re-podrido llevándole los huesos del asado que encontraban ahí, a ver si eran humanos".
Se hicieron excavaciones, a fin de averiguar si había restos humanos enterrados y un juez comenzó a llevar la causa. Él ordenaba que la policía hiciera cateos y verificaciones, pero no hallaron nada durante mucho tiempo.
Finalmente, un día encontraron una liebre. El travieso animalito eligió morar en la casa que "estaba un tanto abandonada, con muchos yuyos". De ahí los ruidos. La gente se marchó del lugar, que ya funcionaba como un campamento permanente, donde los vendedores ambulantes aprovechaban para hacer unos pesos de más.
Los manosantas y estudiosos de la espiritualidad se fueron decepcionados. Los vecinos durmieron por fin tranquilos y la calle quedó vacía. La liebre fue llevada detenida hasta que fue a parar a la granja La Esmeralda.
Como toda introducción a la vieja anécdota, Reinaldo había advertido que "esa historia es una real estupidez". Claro que hubo miles de estúpidos que se la creyeron.