Mahoma, buen conocedor del pueblo árabe, confirió al caballo un tratamiento especial acorde a la tradición, que era la genealogía, cuidando severamente la pureza de la raza. Considerado noble y puro, no podía ser cruzado con ejemplares de otras razas, despreciados por vulgares e inferiores.
Mahoma, convencido de la virtud militar de estos animales, escribió en el Corán: "cuantos más granos de cebada proporciones a tu caballo, más pecados te serán perdonados". Este incentivo religioso, causó pasión del pueblo por los caballos, estableciéndose una relación jamás vista que duró 13 siglos, compartiendo la comida y durmiendo junto a la cabalgadura. "El diablo nunca osará entrar en una tienda habitada por un caballo árabe" (Mahoma, Siglo VII).
Cuenta la leyenda, que Alá le dijo al viento del sur: "conviértete en sólida carne, porque haré una nueva criatura de ti para que me honre y humille a mis enemigos y para que sirva a aquellos que están bajo mi potestad."
Y el viento del sur le respondió: "Señor, hágase según tu deseo". Entonces, Alá tomó un puñado de viento y sopló sobre él, creando el caballo y diciendo: "Te llamarás árabe, y la virtud inundará el pelo de tus crines y tu grupa. Serás mi preferido entre todos los animales porque te he hecho amo y amigo. Te he conferido el poder de volar sin alas, ya sea en el ataque o en la retirada. Sentaré a los hombres en tu grupa y rezarán. Me honrarán y cantarán aleluyas en mi nombre..."
Roberto Cantero[email protected]