La voz de la tierra en Rosalía de Castro
Su partida de nacimiento decía "hija de padres ignotos". Eso la marcó para siempre. En realidad, se sabía quiénes eran, pero el silencio cómplice, las palabras murmuradas y las miradas huidizas denunciaban un amor prohibido. Como tantas otras veces a través de la historia, su madre Teresa de la Cruz de Castro y Abadía pertenecía a una familia "linajuda", pero eso no fue impedimento para que sucumbiese a los ardorosos requerimientos del padre José Martínez Tojo, sacerdote del lugar.
Así las cosas, el 24 de febrero de 1837, en el Camiño Novo, arrabal de Santiago de Compostela, nacía María Rosalía Rita y era anotada con el apellido de su madre. Sus primeros años los pasó con unas tías paternas en una aldea vecina. Niña sin madre, Rosalía comienza a alimentar su melancolía.
"A través del follaje perenne/ que oír deja rumores extraños,/ y entre un mar de ondulante verdura/ amorosa mansión de los pájaros, desde mis ventanas veo/ el templo que quise tanto./ El templo que tanto quise.../ pues no sé decir ya si lo quiero,/ que en el rudo vaivén que sin tregua/ se agitan mis pensamientos,/ dudo si el rencor adusto/ vive unido al amor en mi pecho". (En las orillas del Sar).
En un determinado momento, tal vez cuando la niña cumplió seis años, su madre la buscó y ambas se instalaron en Santiago de Compostela. Su formación fue la de cualquiera a esa edad y en ese momento: piano, guitarra, dibujo, francés. Años de juventud, de casi felicidad, compartiendo con compañeros en el Liceo, donde conoció a muchos futuros intelectuales.
Su temperamento la llevaba a ser más bien callada, muy humilde pero observadora de cuanto ocurría a su alrededor. Su fina sensibilidad era acicateada en forma permanente por cuanto la rodeaba: la villa, la ciudad, la naturaleza cambiante y severa con sus habitantes, la pobreza del campesinado, las ausencias, los adioses, van marcando su alma, nutriendo la morriña que cada gallego parece llevar en la sangre.
"íAy! El que en ti nació, Galicia hermosa, quiere morir en ti" (Cantares gallegos)
Y así, casi inconscientemente, Rosalía emprendió, como los campesinos a los que luego cantaría, el camino sin retorno hacia el infinito, acunada con el tañir de las campanas. De esas campanas que ponen notas cristalinas en las mañanas frescas, cuando el hombre humilde comienza su comunión con la tierra.
"Yo las amo, yo las oigo/ cual oigo el rumor del viento, el murmurar de la fuente/ o el balido del cordero./ Como los pájaros, ellas/ tan pronto asoma en los cielos/ el primer rayo del alba, le saludan con sus ecos... Si por siempre enmudecieran/ íqué tristeza en el aire y en el cielo!/ qué silencio en las iglesias/ íqué extrañeza entre los muertos! (En las orillas del Sar).
En abril de 1856, Rosalía parte hacia Madrid, donde se instala en la casa de una prima de su madre. Al año siguiente, publica su primer libro de versos "La flor", que no puede ocultar la influencia de Espronceda.
La crítica la recibe bien, sobre todo, la benévola reseña que hace el joven Manuel Martínez Murguía, con quien se casó el 10 de octubre de 1858. Manuel sería, a partir de entonces, quien habría de instarla a publicar su obra. Por ese entonces, el joven se desempeñaba como periodista, comenzando lo que luego sería una destacada carrera como escritor e historiador.
El tiempo transcurría sin mayores alternativas. El matrimonio se trasladó por diferentes ciudades: Santiago, La Coruña, Lugo.
En 1859, nació la primera hija, Alejandra. Los Murguía ya eran una familia. Rosalía sentía que la dicha había tocado a su puerta.
Desde tiempos remotos, Galicia es una tierra de milagros. Dicen que en Galicia la gente cree en lo que no ve, porque sus habitantes pueden ver con algo más que los ojos. Porque su alma vibra con la morriña, al arrullo de un mar que, a veces implacable, se traga a quienes lo desafían.
En el momento en que Rosalía comenzó a escribir, el gallego era casi un dialecto sólo apto para los más humildes, para el campesino; casi se podría decir que el país había perdido su voz propia. Galicia era casi analfabeta de su idioma. Durante muchos años, el gallego se vio sumido en un brutal sometimiento que casi lo llevó a desaparecer. Con Rosalía el pueblo encontró nuevamente su voz.
�Qué fue lo que impulsó a esta joven mujer a dar forma a sus sentimientos en la dulce rima gallega?
En 1861 vio la luz el primer poema en su idioma: "Adiós ríos, adiós fontes;/ adiós, regatos pequenos;/ adiós, vista dos meus ollos;/ no sei cándo nos veremos". En 1863 apareció "Cantares Gallegos", con dedicatoria a Fernán Caballero.
Esta obra marca para siempre un antes y un después en toda la literatura de esa región. No se puede considerar un panfleto social, pero sí el reflejo de la fisonomía de un pueblo que trabaja, sufre y ama. En sus sentidos versos la saudade comienza a adueñarse del corazón de la poeta como una fiebre que la consume lentamente.
"Airiños, airiños aires,/ airiños da miña terra,/ airiños, airiños aires,/ airiños, levaime a ela".
En 1868, nació la segunda hija, Aura; en 1871, los gemelos Gala y Ovidio; en 1873, en La Coruña, Amara; en 1875, Adriano, que moriría un año más tarde en un absurdo accidente doméstico. El dolor de Rosalía no tenía límites. Más hondo fue, aún, en 1877, al nacer muerta su última hija, Valentina.
"Todo acabó quizás, menos mi pena/ puñal de doble filo;/ todo menos la duda que nos lanza de un abismo de horror en otro abismo".
"Follas Novas", con prólogo de Emilio Castelar y editada en 1880, fue su segundo trabajo de poemas en gallego. Allí, en dulces endechas, llora toda la desolación de su destrozado corazón.
"Yo llevo una pena/ escondida en el pecho,/ tan grande, tan grande,/ buen Dios, que no la arranco".
Pero también es en este libro donde la mujer sensible, amante de su terruño, llora por la desdicha ajena y se conmueve por el dolor de "las viudas de los vivos y las viudas de los muertos".
"Este se va y aquel se va,/ y todos, todos se van:/ Galicia sin hombres quedas/ que te puedan trabajar./ Tienes en cambio, huérfanos y huérfanas/ y campos de soledad;/ y madres que no tienen hijos/ e hijos que no tienen padres./ Y tienes corazones que sufren/ largas ausencias mortales./ Viudas de vivos y muertos/ que nadie consolará".
"Follas Novas" significa una poética diferente. Rosalía abandona el folclore, el costumbrismo, para ahondar en los sentimientos, elaborando una metafísica del alma gallega. (1) El dolor es aquí, como lo afirma Otero Pedrayo, la dimensión, la forma y la figura de su espíritu. Y precisamente elabora una metáfora que años más tarde será tomada por Antonio Machado:
"Una vez tuve un clavo/ clavado en el corazón,/ y yo no me acuerdo ya si era aquel clavo/ de oro, de hierro o de amor".
Y así, a través de sus poemas, Rosalía fue transitando lentamente el camino hacia su propia muerte.
No tan conocidos como sus versos fueron sus trabajos en prosa. En 1859, publicó "La hija del mar", una novela romántica de tono folletinesco, y en 1861, vio la luz "Flavio", también una narración romántica cuyo tema central es la imposibilidad del amor. En 1864, dio a conocer "Ruinas", cuadro de costumbres, centrado alrededor de tres habitantes de una pequeña villa, que se sobreponen a su decadencia social. Tanto en esta obra como en la anterior, la autora realiza un marcado viraje hacia el realismo.
En 1867, publica "El caballero de las botas azules", su novela más larga y tal vez la más lograda, tratando de desenmascarar la ridiculez, la hipocresía, la locura y la ignorancia que reinaban en la sociedad madrileña.
Su último trabajo en prosa data de 1881, "El primer loco", una novela que no se adhería en absoluto a las tendencias literarias que arrinconaba el romanticismo. (2).
Pero es evidente que toda su carga emocional está en sus poesías. Sus escritos cargados de tristeza nos hablan en forma permanente de la pobreza de los campesinos de su tierra, sus penurias, del doloroso silencio y de la espera de las mujeres que veían partir a sus maridos en busca de un futuro mejor.
No podemos decir que la producción literaria de Rosalía de Castro haya tenido visos de feminismo, pero sí hubo reclamos en cuanto a la condición femenina en el momento de ser reconocida en los círculos intelectuales del momento.
No fue la suya una lucha como la de Gertrudis Gómez de Avellaneda o Carolina Coronado; su atención se centró más bien en la marginalidad y la pobreza de los anónimos campesinos que luchaban día a día sin esperanzas de poder cambiar su condición dentro de la sociedad gallega.
La salud de Rosalía fue precaria desde su niñez. Por otra parte, su melancolía se acentuaba con el correr de los años, agravada por la pérdida del hijo y las estrecheces económicas.
Luego de varios viajes y diferentes residencias, debidas al trabajo de su marido, Rosalía volvió definitivamente a Galicia en 1871. Eligió los paisajes de su infancia para pasar sus últimos años. Ya el cáncer comenzaba a hacerse sentir y ella emprendió lo que sería un largo adiós.
En 1884, apareció su último trabajo, "En las orillas del Sar". A través de estos versos, se sumerge en su torturada interioridad y declama toda su tristeza, la profunda melancolía de su soledad nunca consolada, una marcada introspección casi panteísta que la coloca a la vanguardia y mas allá de toda la producción romántica en que se desenvolvía. Superando el costumbrismo localista, Rosalía se despide de sus paisajes adorados y reniega de la vana gloria perseguida por la vanidad terrenal.
"íOh, gloria, deidad vana cual todas las deidades,/ que en el orgullo humano tienen altar y asiento,/ jamás te rendí culto, jamás mi frente altiva/ se inclinó de tu trono ante el dosel soberbio/... íCuántos te han alcanzado que no te merecían/ y cuántos cuyo nombre debiste hacer eterno,/ en brazos del olvido más triste y más profundo/ perdido para siempre duermen en el postrer sueño!".
Rosalía de Castro murió el 15 de julio de 1885. Fue enterrada bajo un olivo del cementerio de Adina, que ella alguna vez cantó. El 25 de mayo de 1891 sus restos fueron trasladados a la catedral de Santiago de Compostela, donde finalmente descansan. Tal vez en ese momento su alma haya encontrado la felicidad que le fuera esquiva en su tránsito terrenal.
"Yo no sé lo que busco eternamente/ en la tierra, en el aire y en el cielo/ yo no sé lo que busco, pero es algo/ que perdí no sé cuándo y que no encuentro/ aún cuando sueñe que invisible habita/ en todo cuanto toco y cuanto veo./ Felicidad, no he de volver a hallarte/ en la tierra, en el aire ni en el cielo,/ aún cuando sé que existes/ y no eres vano sueño!".
1) Obra poética de Rosalía de Castro, Bruguera, Barcelona, 1979.
2) Mujeres en la Historia de España, Planeta, 2000.
Ana María Zancada