Entrevista a Rolando Costa Picazo

Panoramas desde el puente


Presidente de la Asociación Argentina de Estudios Americanos, Rolando Costa Picazo es profesor titular de Literatura Norteamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA desde 1964. Esta entrevista fue realizada en el marco de las XXXVII Jornadas de Estudios Americanos.

Por Silvio Cornú

-¿En cuáles traducciones ha trabajado últimamente?

-Para una colección que se llama Clásica hice cinco tragedias de Shakespeare, anotadas, de las cuales han salido tres. Ahora estoy corrigiendo "Macbeth" y "Romeo y Julieta". Traduje también dos libros de Henry James. Uno es "Una vuelta de tuerca" -yo no comparto esa variación,"Otra vuelta de tuerca"- y "Los papeles de Aspern", para la editorial Colihue. Y ahora estoy traduciendo los cuentos completos de Poe. Va a ser la primera edición anotada. Un trabajo terrible porque Poe es el escritor más erudito que he conocido en mi vida. Cada página entraña diez, quince referencias, y es imprescindible entenderlas porque pueden modificar la traducción. Las traducciones de Cortázar están bien (él tenía como lectora privilegiada a Aurora Bernárdez, quien sabía mucho inglés), pero no son anotadas, y sin esas referencias a veces los textos se vuelven incomprensibles. Después de Poe, en el 2007, vamos a acometer "Moby Dick", del que se nota también la ausencia de una versión con notas; la de Enrique Pezzoni carece de ellas. Y después de eso, bueno, están esperando que se venzan los derechos de autor del "Ulises". De manera que tengo más o menos para diez años; no sé si voy a vivir para cumplir con todos esos planes.

-¿Para "Moby Dick" tiene ya idea de cómo traducir la primera frase del texto: "Call me Ishmael"?-Ah, claro: "Call me Ishmael". Creo que ahí el problema es nuestro español: "Llamadme Ismael", o "Llámame Ismael". -"Llámenme Ismael", "Llamáme Ismael". Pezzoni elige: "Pueden ustedes llamarme Ismael", pero se pierde la contundencia con esa frase demasiado larga, con un verbo modal...-Yo la dirigiría a un lector individual. Melville no es un hombre de multitudes, no creo que convenga el plural. "Llámame Ismael". Ahí se establece un interlocutor. Se trata de un texto híbrido -que incluye un tratado de cetología, de navegación...- pero hay un carácter absolutamente íntimo en lo que se refiere a Ishmael, que tiene la mano alzada contra el mundo; es un hombre que no quiere a nadie, que se siente mal y, bueno, eso nos introduce en la intimidad de Ishmael... Además, "Moby Dick" es como si hubiera sido escrito apelando a una computadora, es decir, ensamblando e intercalando partes, como Nabokov, que escribía con fichas antes de que se hubieran inventado las computadoras; él tenía ese tipo de mente creadora, intercalaba, volvía atrás, reemplazaba... Y este libro de Melville está hecho así; Melville deja de escribir novelas de aventuras para escribir una novela de lo profundo de su ser, y es por eso que termina decepcionando a los lectores que esperaban de él viajes y exotismo. -Sí, justamente, al romper esa expectativa del lector sobreviene un salto, la creación. Y captar eso, es un asunto del traductor: la buena traducción consiste en seguir tales pasos... En vez de decir "todo traductor es un lector" bien podríamos decir "todo buen traductor es un buen lector".-Sí, yo creo que debe tratarse de un lector privilegiado. No todo el mundo mide cada palabra, se detiene y vuelve atrás. -Y ahí aparece la cuestión de las variedades lingüísticas, tanto de la lengua de partida como de la de llegada. ¿Usted, en su experiencia, ha traducido algún texto fuera de las dos grandes variedades del inglés, la británica y la americana?-Bueno, en realidad, en cuanto al inglés, al final todos son aspirados por alguna de las dos grandes urbes, Londres o New York. No he traducido a los poscoloniales, por ejemplo. Y en cuanto al español, trato de usar un español que se entienda en todo el mundo hispanohablante, por lo menos cuando la traducción es para todo ese mundo. A veces nos advierten que está reducida a determinado ámbito. Por ejemplo, traduje, retraduje, un libro cuya primera versión se imprimió pero que su autora terminó rechazando enérgicamente. Y, en realidad, tenía razón; la traducción fue hecha por una persona acostumbrada a traducir best-sellers, en los que hay que ayudar al lector con aclaraciones y datos. Así es que terminó cambiando muchas cosas, y finalmente lo hicieron retraducir, pero como ya estaban comprados los derechos y vendidos, y desde luego la editorial no podía perder, me encargaron una traducción para distribuir únicamente en México y España, mientras que la primera se va a comercializar en los países que no les interesan para la gran venta. -Volvemos entonces a una cuestión que todo traductor debe tener muy en cuenta: cómo influye en su tarea el contexto editorial.-Eso es muy importante. Esa coacción a la que se ven sometidos los traductores de best-sellers, por ejemplo, tienen que entregar mañana, ya, ya... Claro que no se puede traducir bien así. En definitiva, ya sea por las características del contexto editorial o por las del propio material, yo creo que hay que mentalizarse que vamos a leer dos textos, dos textos emparentados, pero que son distintos. Hay que partir de un texto, claro -yo prefiero hablar de texto de partida, más que de original-, y hay algunos que no presentan tanta dificultad en cuanto a sonido, rima, onomatopeya, que son más fáciles de traducir, mientras los que apelan a regionalismos y peculiaridades varias exigen una búsqueda más ardua de equivalencias. Así, por ejemplo, de dichos comunes o refranes, como: "Lo hizo con el sudor de su frente". Bueno, eso ni siquiera es una metáfora, es una cosa tan casi literal, pero está en el español y no en el inglés. Hay que pensar mucho para buscarle una equivalencia. Ahí la equivalencia tiene que ser no solamente el significado sino el tipo de lenguaje, es por cierto hasta bíblico. -Y estas son problemáticas que deben tenerse en cuenta a la hora de enseñar traducción, ¿no?-Ah, sí. Lo tengo muy en cuenta en la enseñanza. Dirijo y enseño estudios de traducción en la Universidad de Belgrano, y también estoy en la Universidad de Córdoba, donde doy una materia que se llama "Críticas de la Traducción". Hay una carrera en Traductología en Córdoba. Y en la UBA, desde hace muchos años, tengo mi cátedra de Literatura Norteamericana, y cursos de posgrado: "Práctica de la Traducción I y II" -yo doy una de ellas-, que es de índole absolutamente práctica, y ahora voy a dar "Apreciación del texto poético", que es algo así como un estudio de confrontación de poesía con la traducción o traducciones ya hechas. -Seguramente esa "confrontación de traducciones" es muy enriquecedora para la formación profesional del traductor... Volviendo a Poe, pensemos en "The Oval Portrait", con su organización a modo de relatos enmarcados, su abundante uso de proposiciones subordinadas y el empleo frecuente de referencias.-Claro, todo lo gótico. En textos como ése se advierte la necesidad de una lectura atenta, sobre todo para quien además de lector del texto será su traductor. Pound, cuando trabaja a Propercio, por ejemplo, en un momento dado introduce una heladera, una frigidaire, un anacronismo, pero dice: "Yo estoy traduciendo a Propercio, pero estoy escribiendo". Es la idea de lo que se denomina "una imitación"; hace explícita la operación. Y aprovecha el texto para escribir su poesía. Y son bellezas, lo que él hace... -Sus "Cantos" son, por otro lado, "un experimento con el tiempo", como reza el título del libro de Dunne que le gustaba citar a Borges... Recuerdo una entrevista que tuvimos usted y yo hace algunos años, cuyo título aludía a la traducción como "Un puente interminable", en tanto implica una operación que nunca queda cerrada. Y tal vez ahora podríamos retomar esa metáfora y hablar de "Panoramas desde el puente" en alusión a los múltiples interrogantes que abre esta tarea y al nuevo espacio de cuestionamientos, de realizaciones y desrealizaciones que abre en la cultura, en la sociedad, en los sujetos.-Está muy lindo eso, porque se llega a otro lado, que nunca va a ser el lugar que se dejó, un lugar que va a cambiar según el contexto y que va a cambiar con el tiempo y va a cambiar con el lector; es la metáfora de Borges, de Pierre Menard. Pierre Menard escribe las mismas palabras que Cervantes, pero esas mismas palabras van a ser distintas para distintos lectores, de distintos tiempos y distintos espacios, y para un mismo lector, en distintos momentos, lo mismo que pasa con el texto de partida. Y si yo leo un texto de Borges hoy, lo voy a leer de una manera, usted lo lee y lo va a leer de otra manera y otra persona dentro de cincuenta años lo va a leer de otra manera. Y esto hay que contemplarlo en la traducción. Por eso no se puede decir "éste es el procedimiento para confrontar textos, o para leer o traducir textos". Yo, por ejemplo asociaría la tarea con nadar, con echarse al agua y dejarse llevar o pelear contra la corriente. Cada momento, cada tramo es algo que hay que superar, y yo espero -sé que así es la materia en la que me desplazo- que el texto me depare sorpresas a cada momento.