"La escuela no se reflexiona como ámbito de lo político"
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Graciela Batallán sostiene que la lógica que atraviesa la organización escolar supone un maestro que debe trasmitir contenidos con fines a la evaluación. Sin embargo, el docente tiene una función intelectual que le permite crear y recrear en torno del saber.
"De esa condición intelectual del trabajo de los maestros emana su poder, posibilitando caminos originales en la perspectiva del cambio de las relaciones escolares. De hecho, el maestro cierra la puerta de su aula y allí es dueño de su quehacer", considera la especialista.
Licenciada en Historia y doctora de la Universidad de Buenos Aires en el área de Antropología Social, Batallán es profesora titular de Metodología de la Investigación en esa universidad y se especializa en la investigación histórico-antropológica en el campo de la educación.
Estuvo en Santa Fe para disertar en las III Jornadas Académicas Interinstitucionales organizadas por el Instituto Superior de Profesorado Almirante Brown. En diálogo con El Litoral, manifestó que "a pesar de que la escuela es el ámbito de aprendizaje de la vida cívica, no se reflexiona como ámbito de lo político". Es decir, no se la percibe como un lugar "donde los niños y jóvenes son sujetos con derecho a la participación en torno de su educación, ni tampoco a los docentes en tanto sujetos clave en la transformación de la escuela".
-�Qué opina sobre la imputación de que los docentes de ahora no son como los de antes?
-Los estereotipos y la tipificación como modo de análisis que prevalece en el sentido común tienen que ser tomados y analizados. Se dice, por ejemplo, que los maestros de antes sí sabían y que los de ahora no, porque vienen de contextos poco estimulados, sin "capital cultural". Creo que esta nostalgia no tiene fundamentos y que puede vislumbrarse con optimismo que en las últimas décadas ha crecido en nuestro país un movimiento pedagógico que pretende devolver a la docencia de infancia su condición de ser también un trabajo en el que se produce intelectualmente. El debate que se abre trasciende a la escuela y exige a los técnicos y especialistas de la educación que revisen algunos conceptos que terminan concibiendo a la cultura como una sospechosa marca clasista.
De la redacción de El Litoral