La Argentina y Venezuela
La visita del presidente Kirchner a Venezuela debe ser abordada desde dos puntos de vista, relacionados entre sí, claro está, pero, al mismo tiempo, diferentes. Por un lado, está lo que Aron llamó "la dura administración de las cosas" y, por el otro, las cuestiones ideológicas y políticas de mediano y largo alcance.
Desde el punto de vista de "las cosas", a la Argentina le conviene alentar las relaciones económicas y financieras con Venezuela. En los últimos años el intercambio comercial ha crecido a saltos y los proyectos de inversión en carpeta alientan buenas perspectivas.
La Argentina necesita gas y petróleo, insumos que Venezuela le puede vender con ventajosa financiación. La compra de bonos argentinos por un valor superior a los 900 millones de dólares nos ha dado un respiro y, en este viaje, se ha logrado que se amplíe la adquisición de títulos, lo cual es importante, si se atiende a los compromisos y vencimientos que nos esperan el ya cercano año que viene.
Desde la perspectiva política e ideológica, el viaje ha generado suspicacias en los países centrales y entre sectores de la opinión pública argentina. El presidente Chávez es, en el más suave de los casos, un político controvertido cuyas posiciones políticas lo ubican muy próximo a Fidel Castro y a algunos líderes musulmanes que erizan la piel del Occidente democrático.
Las denuncias sobre persecución a disidentes internos, atropellos a las libertades civiles y políticas y manejo autoritario y demagógico del aparato del Estado son cada vez más firmes. Desde esta perspectiva, el viaje del mandatario argentino ha generado prevenciones, ya que, para más de un observador, la Argentina se estaría aproximando demasiado a Venezuela y Cuba, en tanto toma distancia de versiones más modernas del progresismo latinoamericano como, por ejemplo, Brasil y Chile.
Todas estas especulaciones deben verificarse, ya que la realidad histórica suele ser más contradictoria y paradojal que los discursos ideológicos. Hace unas semanas, un alto funcionario del gobierno de Bush calificó a la Argentina como el principal aliado extra Otan de los Estados Unidos de Norteamérica. También en el Departamento de Estado las opiniones parecen no ser unánimes. Por un lado, cierta retórica de Kirchner produce fastidio; pero, por el otro, se sabe que las palabras de los políticos muchas veces se parecen a esas humaredas que ocultan niveles inconmovibles de adhesión a los valores tradicionales.
Asimismo, nadie con un mínimo de sensatez podría negarle a la Argentina el derecho a aprovechar las ventajas comerciales que ofrece Venezuela. Al respecto, el primer país en América en hacerlo es EE.UU., que importa de la nación caribeña el 15 por ciento del petróleo que consume.
Están, por último, las discusiones sobre el posible ingreso de Venezuela al Mercosur. En principio, éste es un tema que recién se está empezando a conversar. El propio Mercosur es un proyecto al que aún le falta mucho para transformarse en una realidad consistente. Y, en ese sentido, el probable ingreso de Venezuela debe ser evaluado en un horizonte amplio que excede a las conducciones políticas de turno.