De golpe, las páginas de El Litoral se agitaron con la fuerza de una intensa polémica detonada por un comentario de Roberto Maurer sobre un capítulo del ciclo televisivo "Algo habrán hecho", que se emite por Canal 13 de Buenos Aires, y conducen Felipe Pigna y Mario Pergolini.
Inmediatas reacciones de Sol Rodríguez y del mismo Pigna compusieron, con la respuesta de Maurer, un diálogo triangular que, por la rica diversidad de edades, tonos, humores y fundamentos, constituye una revitalizada expresión del antiguo género epistolar.
Pero el intercambio -multidisciplinario e intergeneracional- excede el espacio disponible en la Sección "Llegan cartas". Por ese motivo y porque insufla nuevos aires a una tradición literaria que se remonta al Renacimiento italiano con escritores tan urticantes como Pietro Aretino, El Litoral le asigna esta vez un espacio especial. De este modo, entiende contribuir al desarrollo de la discusión inteligente que en la Argentina hizo cima con las "Cartas quillotanas", que intercambiaron Domingo F. Sarmiento y Juan B. Alberdi en el siglo XIX.
Su respuesta a mi comentario me conmovió. Digamos, para ser figurativos, que me llegó al corazón más que al cerebro. Más allá de sus agresiones (muy eficientes a la hora de la producción, por cierto), hoy puedo afirmar que sé lo que digo y, en efecto, digo lo que sé.
Intentaré, en esta oportunidad, plantear lo concerniente a mi ideología (dejo mi hígado para la próxima). No voy a defender ni difamar a nadie, nada más dar mi opinión acerca del tema en cuestión: la divulgación científica �puede existir sin la deformación de la ciencia?, �un programa de divulgación tiene que ser necesariamente vulgar?
Busco una resolución al problema de la inutilidad de los medios de comunicación y encuentro "la utopía de la televisión cultural y educativa". "Mientras no se demuestre lo contrario, la televisión seguirá siendo información, entretenimiento y, demasiado habitualmente, un instrumento dedicado a embrutecer a las masas, y Sol sería la medida de su éxito", dijo usted; a lo que yo elijo agregar que no sólo será así hasta que no se demuestre lo contrario, sino hasta que no se haga lo contrario, dejando de lado su intención de calificarme como bruta y comentando al pasar que mi formación (o deformación, como quiera) no se la debo al televisor.
Aquí lo que hay que entender es que, si bien respeto su rol de crítico, no puedo tolerar su condición de "destructor". �Qué propone como alternativa?, me interesaría saberlo, siempre suponiendo que detrás de las evidentes diferencias entre nosotros, existe un deseo común de salir de la crisis cultural y educativa.
Por mi parte, no creo que la divulgación sea insalubre. Quizás antes de criticar la calidad de un programa, deberíamos detenernos a valorar su ejecución: entiendo que los historiadores necesitan estudiar (y que es eso lo que sustenta su labor de científicos), pero �quién se encarga de difundir lo que ellos estudian?
Para explicarlo, utilizaré como ejemplo una de las personas que usted menciona: César Mildstein. Me ofrezco a hacer una encuesta para comprobar qué conoce "la gente" (como el sustantivo más colectivo que conozco) acerca de él. Seguramente, sepan que ganó un Premio Nobel (así como saben que San Martín cruzó los Andes). Hasta allí es donde llegan los conocimientos populares. El modelo educativo vigente (enmarcado dentro de un sistema político que se organiza del mismo modo) elige suprimir los pensamientos y estudios realizados por estas personas, recordándolas sólo por hechos que no nos dicen nada. Y en eso consiste el vaciamiento de ideología que usted juzga como una ingenuidad de mi parte.
Aclaro también que a la Revolución (con mayúsculas e inconclusa) a la que me refiero es la iniciada en Mayo de 1810, y no creo que Alfonsín, Menem o Kirchner se hayan comprometido con esos ideales. Es bueno aclarar que la colonización contemporánea se da de modos tan sutiles que hasta podemos llegar a creernos independientes. A esa Revolución me adhiero, a la cotidiana reivindicación de nuestros derechos, a la búsqueda de un gobierno representativo, a la noción de ciudadanía por parte de las masas. Y no creo que usted ni nadie niegue que esto sólo se consigue mediante la educación. Sin más aclaraciones y esperando que, en el fondo, procuremos algo similar, me despido. No vaya a ser que mientras nosotros nos peleamos por cómo difundir la historia, Tinelli compre otra radio, Hadad otro canal y Manzano otro diario.
Sol RodríguezDNI: 33.424.684
Señores directores: Apenas acabo de defenderme de las amenazas de muerte de una admiradora de Felipe Pigna, cuando es el propio Felipe Pigna quien aparece para acusarme de "enemistad manifiesta", sólo porque en un año escribí dos comentarios negativos sobre lo que denomina su "proyecto cultural".
Es insuficiente para condenarme por persecución, especialmente si se considera que, entre otros quehaceres, al ganarme la vida escribiendo comentarios relacionados con la televisión, me encuentro obligado a ejercer enemistad manifiesta con un alto número de personas que, sin embargo, jamás reaccionaron ante mis bajezas, como las llama Pigna. Qué sería de mí, por ejemplo, si se hubieran enojado Susana Giménez o Tinelli, o el ya lejano, como esfumándose en el tiempo, Roberto Galán.
Dice Pigna que esa enemistad "no es recíproca, ya que no lo conozco a él, ni a su, imagino, prolífica obra", y disfruta llamándome un "tal Maurer", sin equivocarse, porque establece la distancia correcta que separa a los famosos de quienes no lo somos. En efecto, no tengo ninguna "prolífica obra", y tal vez nunca la haya concretado por temor a caer en vicios idiomáticos tales como el uso de la palabra "prolífica". El ninguneo me tranquiliza, porque el llegar a ser un don-nadie fue una meta que cumplí sin esfuerzo y con éxito, y Pigna viene a confirmarlo. En general, mi condición de perdedor me ha eximido del compromiso de andar escribiendo este tipo de respuesta pedante y hablando en primera persona, por segunda vez en mi vida. La primera fue cuando, justo, hace unos días, debí contestar a la admiradora de Pigna que busca mi muerte.
Estos rangos que nos alejan uno del otro resultan aún más evidentes si se analizan los argumentos de Pigna, cuando invoca el "elogio de los medios nacionales" que recibe su producción, un rating de 23.3 "sólo en Capital y GBA", y el "volumen de inversión" del ciclo que realiza con Pergolini, que no constituyen categorías estéticas o morales, ni criterios de verdad, y que no forman parte de mis preocupaciones.
Siendo apenas "un tal Maurer", Pigna no debería imaginar que tengo alguna relación con el renombrado Romero, a quien solamente cité.
Tampoco me impresionan la expresión "nulo profesionalismo" y mi incumplimiento de las "normas" de la crítica en la "nota de marras" (esta última expresión, "nota de marras", como "prolífica", es de Pigna).
No conozco esas normas, nunca leí un libro serio sobre la televisión, y mi fuente máxima de conocimiento al respecto es la revista "Paparazzi". No soy un crítico, escribo comentarios, y cuando me acusa de publicar uno sobre el primer capítulo de "Algo habrán hecho" sin esperar la terminación del ciclo, me limité a imitar a esos "medios nacionales" que con exitismo celebran las obras de Pigna, y que nunca esperan el final de una telenovela o ciclo para publicar su opinión.
Vi el tercero, donde Güemes se transforma en El Zorro y San Martín es convertido en un superhéroe que libera medio continente con la velocidad de "Matrix". Lo único que me copó fue la comprobación de que los contenidos eran los mismos que me enseñaron en la escuela, donde, en verdad, se aprende Historia mejor que en la tele. Al menos, no con el ritmo de un clip.
Me desagrada la polémica en la cual participó Pigna en la Revista 23, donde se plantea la alternativa de quién era mejor, si San Martín o Belgrano, como si fueran tenistas, aunque tampoco soy tan austero como para no gozar sanamente de las cosas que se inventan para la gilada, de la cual formo parte.
También me ha disgustado escuchar por radio a Pigna junto a Pacho O'Donnell, burlándose de historiadores serios, porque se dedican a investigar cómo se tomaba mate en el siglo XVII, y tampoco me agradó verlo con Majul, que le pedía un ranking de próceres y homologaciones del pasado y el presente, del tipo �Kirchner vendría a ser Castelli? �French y Berutti eran como Quebracho?
Para mí, como para tanta gente que mira los canales metropolitanos, las figuras de la televisión no son personas de carne y hueso, sino criaturas virtuales y lejanas que no sufren, como Bob Esponja. No me divierte la idea de que mis palabras hayan podido resultar hirientes a seres humanos reales, y estoy arrepentido por la agresividad involuntaria de mis acciones. El perjudicar al prójimo no figura en el plan de vida de los chabones como yo.
Roberto Maurer - DNI 5.935.305
Señores directores: Pobre Felipe Pigna. Qué mal rato le ha hecho pasar el Sr. Roberto Maurer con su nota sobre el programa de historia que conduce con Mario Pergolini. No nos cuesta imaginarlo indignado, en medio de la vorágine del éxito mediático, para que se haya tomado el tiempo para escribir las líneas de su carta a la dirección, publicada el 29/11, motivada por el artículo firmado por el oscuro periodista de un diario de provincia que se atreve a discrepar de su último producto "políticamente correcto" y ejemplar para nuestra televisión argentina.
Nos resulta ocioso tratar de informarlo sobre quién es el tal Maurer ya que a nosotros tampoco nos conoce ni nos tomaría en cuenta. Sería inútil describirle que el "Pato" es uno de los periodistas más reconocidos de los medios informativos santafesinos, personaje de culto para la joven generación, además de columnista agudo y controvertido que los ejecutivos del diario han sabido preservar a lo largo de décadas con su leída y esperada columna Señal de Ajuste, ya inscripta como un clásico en la sección de espectáculos de nuestro vespertino.
Probablemente a Pigna (creemos que siendo un personaje tan conocido puede ser llamado a esta altura sólo por su apellido) no le interesarían nuestras opiniones. Por esta razón vamos a dejar la descripción del tal Maurer a una persona que Felipe conoce en efecto. Nos referimos al escritor argentino, fallecido hace unos meses en París, Juan José Saer, quien lo describe a su manera en el prólogo que realizara para el libro Señal de Ajuste (UNL, 1994), bajo el subtítulo "Ajuste de cuentas":
"Músico profesional, erudito de jazz, periodista a desgano, lector constante y alerta, humorista con temperamento, cinéfilo amplio y coherente lo mismo que crítico de cine, y sobre todo espíritu contemplativo, escéptico y sedentario pero atento a las veleidades del mundo, Roberto Maurer se encontraba en la posición óptima para llegar a ser lo que es: uno de los mejores, por no decir el mejor, crítico de televisión que nos sea posible leer hoy en día".
Pedro CasísDNI: 14.131.289