Estela Figueroa Cuenta

"La poesía no depende de mi voluntad, es algo que aparece"


La escritora habla del inicio de su rumbo literario, los espacios de taller, la poesía, sus autores preferidos y el placer de la relectura, de los concursos literarios y sus vacaciones. También de La Ventana, la revista que dirige desde su aparición en el 2001.

Ana Laura Fertonani

Hoy los adolescentes usan las teclas del celular o de la compu; ella, en aquella etapa, usaba papel y lapicera para escribir cartas, eternas, de hasta siete páginas, a su amiga del alma con la que se vería horas más tarde. Ésas fueron sus primeras prácticas literarias. Quizás disparadas por la adolescencia que, como la menopausia, "son períodos de mucho desborde emocional, de muchos cambios en que uno no entiende muy bien qué le está pasando".

De chica sabía que iba a ser escritora y aún guarda (se salvaron de la furia del Salado porque estaban en el altillo de su casa) esos poemas que, asegura, que "no son malos".

"No he escrito demasiados poemas, creo que nadie escribe demasiados poemas. He escrito cuentos también, últimamente estoy intentando con el ensayo y amo el género reportaje", se presenta la escritora Estela Figueroa (59).

Llegó a la redacción para hablar de La Ventana. En la mañana calurosa lució un par de aros coloridos que llamaron la atención y recibieron elogios. Se acomodó en la silla y prendió el primer cigarrillo; también hubo café, preguntas, respuestas y repreguntas. Como en su andar, se tomó su tiempo, les dio lugar a las palabras y a los silencios con los que se definió.

"Vivir de la literatura es imposible, a mí no me ha dado ganancias; me ha dado más bien pérdidas. Necesitás de alguna manera prostituirte a las exigencias del mercado. No me interesa", dice.

Cuenta que le gustaba mucho escribir sobre la recuperación de las cosas de la infancia en el Suplemento Cultural de El Litoral (y lamenta su reducción), "donde hay secretos familiares que uno intuye que es lo que va pasando" y, de repente, se detiene en la poesía: "No depende de mi voluntad, es algo que aparece".

Y apela a dos frases que le gustan, que intentan definir a la poesía. Una dice que es una emoción serenamente recordada; y que los poemas no son emociones, son experiencias.

"Soy como médium -piensa en voz alta-, lo que escribo no tengo que corregirlo es como que me están dictando algo, como que yo soy un instrumento de algo que no sé qué es, y mejor no saberlo porque no voy a poder escribir más".

EXPERIENCIAS GRUPALES

La escritora coordina talleres de literatura, donde propone lectura y escritura. "Cada grupo de gente tiene su dinámica y su personalidad, como las personas que lo integran. Hay grupos que permanecen en el tiempo y otros que se disuelven en meses y, entonces, uno tiende a sentirse culpable de eso. Pero no sé qué pasa, es como que faltó un ángel. Sí, hace años hay un grupo donde no sólo hay un ángel que nos une, sino que somos todos ángeles, trabajamos juntos, todos escriben".

Son dos horas compartidas durante las que el tiempo vuela entre saludos, mates, conceptos, poesía, pensamientos e invenciones. "A veces, el rol de coordinador varía, y lo voy cediendo porque no todos tenemos el mismo interés. Yo siempre pregunto qué autor les interesa que veamos".

Estela tiene una pretensión. Actualmente, sus espacios literarios no tienen un lugar fijo, siempre dependen de que no existan actividades de la universidad justo en ese momento. Por eso espera que, "en el nuevo edificio -al lado del Foro Cultural Universitario-, el taller y La Ventana tengan su propio lugar".

También concretó la experiencia de taller en la cárcel durante 10 años, en la Unidad II Las Flores, en el pabellón de menores. "Con adultos trabajé muy poco tiempo, porque son muy mentirosos", sostiene.

Hacían la revista "Sin Alas" y reconoce un cambio de delito en la sociedad: "Cuando empecé a trabajar había un homicida y los demás estaban por robo. A los 10 años, todos tenían muchas muertes encima". Trabó una relación afectiva muy grande con los chicos, que considera que son víctimas. "Pienso que todos, con edades entre 27 y 28 años, deben estar muertos, porque tenían cuentas pendientes con otras pandillas, sabían que afuera los esperaba la muerte.

"Son chicos que nacen condenados... Me dicen que vaya, pero creo que no soportaría volver a entrar".

CONCURSOS LITERARIOS

Adolescentes, jóvenes, adultos que quieren ser "escritores" y conocer su obra publicada suelen estar pendientes de los concursos literarios. Sin embargo, Estela no los considera una oportunidad, simplemente dice "no creo en eso".

Y cita a Rainer María Rilke, quien dice que no hay que pedir opinión a los otros sobre lo que uno hace, y si lo que uno hace es bueno, se abre camino solo.

"Yo no creo en los concursos literarios, ni que se tenga que andar atrás de un editor. Me parece innecesario.

"Una sola vez participé en un concurso por la plata, eran 15.000 euros, era de esas cosas extrañas que hay en España, pero pienso que era un concurso ya digitado. Y pensé `es como jugar a la lotería'. Por supuesto no lo gané, pero pensando en esos 15.000 euros empecé a gastar a cuenta. Entonces, me encontré con una buena deuda en el banco. No se lo recomiendo a nadie".

LECTURAS Y RELECTURAS

La escritora menciona esos libros que la han emocionado, esos "que te da la sensación de que los has escrito vos": "El hermoso verano", de Cesare Pavese; "Zama", de Antonio Di Benedetto; "Insomnio", de Fernando Pessoa; "La invención de Morel", de Adolfo Bioy Casares, que relee casi todos los veranos. "Son los libros que más me preocupé por volver a tener después de la inundación".

Estela disfruta mucho de la relectura: "Encontrarte con que algo que leíste hace diez años permanece tan fresco y hermoso es como encontrarse con una persona y ver que no está tan arruinada por la vida.

"Hablaba con Pagés (José Luis) que también es una edad en que uno, más que leer, se informa. Porque te das cuenta de que tenés unas lagunas terribles en tu formación. Leí un dato de una esclava, llamada Josefa Tenorio, que acompañó a San Martín hasta el Perú, y cuando terminó todo, mandó una carta diciendo que ella quería su libertad. Entonces, me puse a escribir sobre eso. Pensé que era, en mi ignorancia, la única mujer que se había vestido de hombre para acompañar a San Martín y luchar por la patria y por su libertad como ser humano. Hice una investigación sobre el calzado; el ejército estaba compuesto también por mujeres que acompañaban a sus padres, hermanos, parejas, prostitutas, que tenían los nombres más horrorosos como calzón de lata, cosas así.

"Una cosa te hace investigar un montón de otras, entonces no leés una novela o un libro de poemas como hace 20 años. Estás buscando más bien el conocimiento... Al relato no lo pude seguir, desemboqué en una maraña", termina la historia.

PAPANDO MOSCAS

Ya tiene idea de la próxima revista: tiene que corregir un material que realizó sobre el trabajo de las mujeres en la década del '30 al '40, "que es la que tomó Roberto Arlt. Es un mundo muy rico para hacer una revista donde escriban las mujeres sobre temas de mujeres".

Pero por ahora se toma unos días de vacaciones, papando moscas, como dice su amigo, y no es muy ambiciosa: "Me quedo en cueros en mi casa. Por suerte, vivo sola. Me ocupo de las plantas, tomo gaseosas en el patio, escucho música y, si de noche se puede salir, visito a mis amigos".