El filme argentino se vio ayer en el Festival de Berlín

"El custodio", espléndido retrato argentino de soledad absoluta

Foto: Agencia AFP. 

El director. Rodrigo Moreno fue a Berlín ilusionado y agradecido, impresionado por compartir lugar con los grandes maestros, pero dispuesto a preservar lo que a él le empuja a hacer cine.

El debutante Rodrigo Moreno dio ayer en la Berlinale una lección de buen cine argentino con "El custodio", una espléndida radiografía de la soledad del guardaespaldas, que compartió la jornada con otro retrato masculino inquietante: el de un violador, en la película alemana "Der freie Wille".

El silencio alrededor de un hombre al que el ministro apenas da los buenos días pese a llevarlo cosido a los talones, el servidor que aguarda las horas que haga falta ante una puerta cerrada, junto al auto blindado o ante el piso al que sube el patrón para estar con la amante: ése es el mundo de "El custodio".

Las pocas frases que intercambia con su custodiado, con su jefe de protocolo o el chofer son casi monosilábicas, como escuetos son también los cruces de miradas con el guardaespaldas al que no se paga por hablar, sino por no perder ni un segundo la concentración.

"El guión se me ocurrió una tarde en Buenos Aires, al ver a un funcionario público con dos custodios. Me interesó el silencio de esos hombres", explicó Moreno tras el pase de su película, única concursante hispanohablante de esta Berlinale.

De ahí pasó a subirse un día con su cámara de video al auto de un ministro "de verdad" y sus custodios, y desarrolló luego la idea que le dio el premio al Mejor Guión en Sundance.

La cámara de Moreno hace que el espectador transite, escuche y vea lo mismo que el personaje interpretado por Julio Chávez en una de las mejores actuaciones masculinas hasta ahora vistas en esta Berlinale, con permiso de Alan Rickman en "Snow Cake".

Todo en "El custodio" funciona a la perfección, hasta el mínimo detalle. Desde el colgante de niña boba en el teléfono de la hija del ministro hasta el rosario que lleva él en su retrovisor.

Todo tiene su mensaje demoledor y su significado, como puede tenerlo el mínimo gesto al que debe atender el guardaespaldas. Un sujeto sin vida propia, al que ocasionalmente el patrón da trato humano y le pide que agasaje a un invitado haciéndole un dibujo a lápiz, que quedará olvidado junto al café como una servilleta usada.

Es la soledad absoluta y también una dura crítica social alrededor de las dos realidades en que se mueve el protagonista: la del ministro de Planificación, entre el despacho oficial y el chalé con piscina, y la suya propia, entre su sórdido piso de soltero y las visitas a su hermana en un sanatorio.

Sólo dos veces saca su pistola: en el karaoke donde celebra su cumpleaños, al arrancarle un camarero chino el micro a su sobrina, y cuando opta por dar a su entorno la respuesta merecida.

Orgullo

El cineasta Rodrigo Moreno está orgulloso de representar a Argentina en el Festival de Cine de Berlín y muy agradecido al certamen por haberle brindado la oportunidad de compartir cartel con maestros como Robert Altman y Claude Chabrol.

"Que me hayan puesto en un festival en el que están esos dos monstruos del cine es, sinceramente, un regalo. Estoy muy agradecido al festival. Esto un lujo y hay que disfrutarlo", declaró Moreno en una entrevista con EFE.

"El custodio", primer largometraje en solitario de Moreno, es el único en español de cuantos concurren en esta edición a los codiciados Osos, responsabilidad que Moreno acepta con gusto "en nombre de Miguel de Cervantes", aunque "más que representar a un idioma, yo represento a la Argentina".

Explicó que su país "queda muy lejos, es muy sufrido y allí uno tiene todo el tiempo la sensación de que vive en la periferia. Y además de todo eso, resulta muy difícil hacer películas, de ahí la importancia de que el cine argentino esté en el festival".

Su película, inspirada en el "silencio de un escolta, ser sin vida propia, humillado e invisible a los ojos del hombre -o del sistema- al que protege, testigo involuntario de interioridades ajenas", se proyectó al público por vez primera, un pase que ha desencadenado sensaciones diversas en el joven cineasta.

"He empezado a sentir que la película dejó de pertenecerme", confesó Moreno, y no sólo eso, su cinta se dividió en tantas como espectadores, su mensaje en mil lecturas diversas.

Para Moreno "eso es lo alucinante y fantástico del cine y del arte en general. No hay una verdad, hay múltiples verdades. Y ahí es donde opera el arte y la subjetividad". No es casual por ello que el final se haya dejado abierto, entre el suicidio y la liberación.

La historia de "El custodio" es universal pero con un localismo que Moreno calificó de esencial para entender su mensaje: "La trama transcurre en Argentina, donde es imposible que alguien mate a un ministro. Aquello no es Palestina, Israel, Colombia o Euskadi, donde el atentado político es moneda corriente".

Nuestro protagonista, explicó el realizador, es el custodio de alguien que nadie quiere matar. Su trabajo es puro protocolo, pura ceremonia: "Es una crítica al poder que genera situaciones ridículas y pone de manifiesto lo absurdo de su comportamiento".

"Las conversaciones entre el ministro y sus colaboradores no se entienden un carajo. De igual que hablen en francés, de agricultura o de pesca. El custodio no entiende nada. Es un discurso vacío, un hablar en complicado", agregó.

El actor

Moreno pensó desde el principio en Julio Chávez para el papel protagonista, un actor que selecciona con sumo cuidado sus trabajos, amigo de la familia: "Mis padres son actores y Julio venía con frecuencia a cenar a casa".

Gemma Casadevall-EFE