La vida breve, bella que tenemos
La poesía, aquello que nadie puede explicar pero que todo el mundo entiende, esa rebelión del instante, en palabras de Diana Bellessi, quien nos da a conocer que por sobre todo miedo y dolor la vida es el tema, y la poesía puede encarnar aún, sentir aún. Desde su retiro de islas nos dice con reminiscencias de Li Po: "dándome la borrachera de su luz// flotando en pétalos sobre el pasto y ciruelas/ a quién le importa...". Li Po o el goce de la luz de Juan L. Ortiz, Beatriz Vallejos en los aires de aquí, pero ¿a quién le importa? El aire entramado en las palabras, el aire de las islas y el gozo no tienen nombres ni propietarios: "toma/ nota: no rinde el tiempo a plazo fijo/ y es sin retorno el brillo de su diamante". Carpe diem, podría ser el título de este "Alpiste" y de otros poemas, sobre todo de la primera sección del libro que se titula "Desobediencia Civil".
"El cielo azul oscuro/ se refleja en la nieve,/ la nieve lo ilumina/ y limpio queda el mundo". Los ojos son los que limpian a un mundo sucio; D.B. lo sabe, y se apoya en su mirar que hace el poema, las palabras son a propósito del poema y nada más. Esto resalta más en la segunda sección, "Ni un minuto fuera de casa", una casa ancha como el mundo, la casa del vagabundo, viajero entonces, nunca turista, el turista siempre está pensando en su casa, en sacar fotos para mostrar a los amigos adónde estuvo, y sonríe como un tonto para que los amigos vean qué bien lo pasó; el viajero se siente en su casa, ya sea en las colinas de York o en el Valle de la Luna; puede prescindir de la foto; puede, inclusive, prescindir de pasarla bien.
El miedo argentino, la zozobra de un país que "de un plumazo echando a mis parientes/ no tembló su mano como lo hace/ la mía si recuerdo esa sombra", aparece en la tercera parte, "Notas del Presente", y aflora una tristeza, suavemente recortada en el poema, "como las hojitas de fresno/ una tras otra cayendo igual/ a las lágrimas, a los sueños", tema que se profundiza en "Desde el ventanal", la cuarta parte, en donde aparece, dentro de la densidad de un lenguaje que es propio de todo el poemario, el interrogante mayor, "la muerte, marea mayor atada/ desde el inicio a la pata/ de lo que nace, materia o sueño".
"Cuando canta el Gallo", la última parte, donde D.B. se pasea en su familiar paisaje de patio de islas, donde su palabra se hermana a pájaros y árboles que sin ningún orden ni prisión aparecen junto a la gente del lugar con la que comparte los días. Todo hace que este apartarse del mundo produzca un efecto opuesto, lejos de transformar al yo del poema en una "isla", fluye una voz que vibra en armonía con el otro, hombre o naturaleza, participa del misterio de esos "otros" y, como decíamos al principio, no trata de explicar sino que nos ayuda a conocer cuanto ya sabíamos, como suele suceder con los buenos libros, que no nos enseñan nada nuevo y reavivan el tizón, nos dicen, de pronto "Nada tan hermoso como ramas en invierno", y sabemos que siempre fue así, que nunca debimos, ni por un instante, olvidarlo en la breve y, animémonos a decirlo, bella vida que tenemos.
Por Roberto Daniel Malatesta