Hace falta inversión en las escuelas de la ciudad de Santa Fe

Edificios escolares en terapia intensiva

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El local provisorio de la escuela Echeverría sofoca a los estudiantes con sus techos de chapa. Cien chicos de EGB 3 aún no empezaron las clases en la Cristo Obrero por falta de espacio. La República Argentina comenzó otro año en un inmueble que debió ser demolido hace 20 años.

Varios edificios escolares de nuestra ciudad están en terapia intensiva. En la capital provincial existen 175 establecimientos de educación oficial y gran parte de ellos requiere una inversión urgente en infraestructura. Los otros 94 son de gestión privada y los fondos para su mantenimiento provienen de los bolsillos de los padres y de las instituciones religiosas que los dirigen.

Pero en el caso de los oficiales, es el Estado el que debe velar por mantenerlos en condiciones óptimas para el normal desarrollo de las actividades escolares. Lejos de esa meta, una recorrida por algunas escuelas santafesinas dejó al descubierto que hace falta inversión urgente en materia edilicia y una planificación estratégica para responder al crecimiento de la demanda educativa en determinadas zonas de la ciudad.

El derrotero comenzó por la Escuela de Educación Técnica N° 481 Esteban Echeverría, cuyo edificio -alquilado- colapsó en mayo del año pasado: desprendimientos exteriores de mampostería de un balcón, fisuras en paredes y aulas en mal estado llevaron a clausurar el inmueble sito en 25 de Mayo 1855, como medida preventiva.

Desde entonces, la comunidad educativa debió trasladarse al local comercial de Urquiza y Tucumán, donde antes funcionaba una distribuidora de galletitas. Lo hizo convencida de que tarde o temprano se construirá su edificio propio, empresa que demandará aproximadamente dos años entre que se planifique, licite y ejecute la obra. "Por lo menos, el terreno está conseguido", se consuela la directora Liliana Borlle.

Mientras tanto, alrededor de 800 estudiantes y 120 profesores dan clases en ese local, que se asemeja más a una "pecera" que a una escuela. Detrás de los enormes vidriales, los alumnos quedan en exposición cada vez que salen al recreo.

De todas formas, ése no es el problema. Detrás de la "pecera" que hace las veces de patio, están las aulas ubicadas en el primero y segundo piso de la edificación. El techo de chapa -sin cielorraso- que antes servía para resguardar mercadería, ahora irradia un calor impresionante sobre gran cantidad de alumnos.

"Dar clases en estas condiciones es infrahumano, acá hace como 70 grados", reclamó un profesor. La queja es comprobable apenas se pone un pie en el interior de las aulas, divididas entre sí por paneles de yeso. De hecho, la directora solicitó permiso al supervisor para retirar a los alumnos antes del mediodía, los días en que el sol recalienta los salones.

Personal de infraestructura de la Región IV inspeccionó el local y evalúa alguna solución, que antes deberá ser consultada al propietario del inmueble.

Otro inconveniente grave es el de los sanitarios. Un migitorio y cuatro inodoros en total resultan insuficientes para los 400 alumnos -varones y mujeres- que asisten por cada turno.

Ningún ambiente es ideal para cumplir tareas: el laboratorio es sumamente improvisado, los talleres no tienen espacio, y el área administrativa funciona en un entrepiso dividida por biombos y a la vista de todo el mundo. No por nada las secretarias y preceptores apodaron "la casita de Barbie" al sector donde les toca trabajar.

"Si no nos dan solución a los problemas más graves vamos a salir a la calle con los alumnos", amenazó el preceptor Marcelo Andelique. Segundos después tocó el timbre y los adolescentes volvieron a la "pecera", impacientes por tomar un poco de aire fresco.

100 chicos sin clases

La segunda parada de la recorrida fue la Escuela Cristo Obrero, de Villa del Parque. Sus autoridades están agradecidas porque, a pesar de ser una escuela parroquial dependiente del Arzobispado, el Estado está invirtiendo dinero para construir el nuevo local.

Dado que brinda enseñanza a chicos carecientes que no pagan cuota, la provincia se ocupó de esta obra luego de que la inundación de 2003 dejara a la antigua sede inutilizada. De todas formas, la construcción marcha a ritmo lento.

"Uno quisiera que todo se haga en tiempos perentorios, pero se avanza cuando están los fondos depositados", dijo la directora Juana Perizzotti. Como consecuencia, un nuevo ciclo escolar encontró a la matrícula de la escuela de EGB dividida en varios lugares: algunos cursos dictan clases en la parroquia, otros en el anexo escolar y un par más en la guardería del barrio.

Lo peor del caso es que alrededor de 100 chicos de EGB 3 aún no pudieron empezar las clases por falta de espacio. Las cuatro aulas nuevas construidas el año pasado no se pueden usar porque los obreros se encuentran demoliendo el sector del edificio viejo que todavía está en pie.

"Hasta tanto la demolición no se termine, no podemos arriesgar a los nenes", advirtió la directora.

Perizzotti estima que para el lunes de la próxima semana -si el tiempo acompaña-, los obreros habrán terminado de derrumbar las viejas paredes y los chicos podrán comenzar las clases, aunque 20 días después que el resto de los alumnos de la provincia.

Aparte de la demolición, se está ejecutando la planta elevadora de líquidos cloacales. Luego habrá que esperar que se deposite el dinero para construir la segunda etapa de la obra del edificio nuevo, un sueño que Villa del Parque observa concretarse muy despacio.

Con la autoestima por el suelo

Al llegar a Cassanello 2249, el rostro de docentes y directivos mostraban desazón. El año pasado, la escuela media N° 262 República Argentina terminó el ciclo lectivo con una movilización en la calle para insistir con el viejo reclamo de un edificio nuevo.

Ante la falta de respuestas, este 2006 decidieron lavarle un poco la cara al local escolar, una antigua construcción de fines del siglo XIX considerada obsoleta y declarada para demolición por las autoridades educativas de 1980.

El inmueble pertenecía a la escuela Stephenson, que lo abandonó cuando obtuvo su nueva sede. Ya por ese entonces era una construcción inutilizable pero le fue otorgada a la escuela República Argentina en 1991.

Con una matrícula de más de 1.000 alumnos, debe dictar clases en tres locales diferentes dado que la sede principal no tiene suficiente espacio. Los alumnos van y vienen de un lugar a otro por las calles. Por si fuera poco, el inmueble central tiene una puerta única de 80 centímetros de ancho, y ninguna salida de emergencia.

"Este año, la cooperadora decidió pintar las paredes de los salones para dictar clases más dignamente", dijo el director Fernando Colla. Mientras hablaba con El Litoral, una gotera de la galería le ensuciaba la camisa. Al alzar la vista, se pueden observar los techos en mal estado, con parte de la mampostería desprendida.

Clelia González, profesora y delegada gremial, no ocultó su desazón: "Hace 20 años que estoy en esta escuela y siempre comenzamos el año en las mismas condiciones; la autoestima la tenemos por el suelo".

El director agregó que "siempre hay gobernantes con buenas intenciones, pero con esto no hacemos nada; con voluntarismo no se educa".

La República Argentina es prácticamente la única escuela media del norte de la ciudad hasta Angel Gallardo. Cada año recibe más adolescentes y necesita nuevos cargos de profesores para cubrir horas. "Realmente nadie planifica la educación en Santa Fe; esta zona es la que más crece y no hay políticas de mediano ni de largo plazo", criticó el director.

En Santo Tomé

Numerosos padres, cuyos hijos concurren a la Escuela N° 6.395 Sargento Bustamante, ubicada en la esquina de Av. 7 de Marzo y Av. Luján de Santo Tomé, han manifestado su preocupación por la forma en que se vienen dictando clases en algunos grados del citado establecimiento escolar de nivel primario.

Explicaron que un salón de usos múltiples es utilizado como aula comunitaria, hecho que provoca serios inconvenientes en el desarrollo de las actividades; tal situación se debe a que no han concluido las tareas de refacción comenzadas en época de vacaciones en ciertas aulas.

Atento a ello y para confirmar la especie, El Litoral se comunicó con la Dirección de la mencionada escuela, negándose la vicedirectora Cristina Catena a dar precisiones, por expresa orden de su superiora inmediata. En horas del mediodía del viernes, igual respuesta negativa había recibido el fotógrafo enviado por este medio.

Quejas, en todas partes

El año pasado, la escuela N° 1.265 José Manuel Estrada, ubicada en barrio Los Troncos, sufrió la caída del yeso del techo, por un problema de filtraciones. Ese problema fue subsanado pero la directora, Lilian Mercado, explica que este edificio -que fue construido por el FAE- tiene otras falencias, como filtraciones en los salones. Además, aún aguarda la ejecución de la tercera etapa de la obra proyectada, que comprendía un salón de usos múltiples (SUM), laboratorios, más sanitarios y el sector de administración. "Reclamé al FAE, pero me dijeron que no hay plata", reclamó.

Por su parte, en la escuela N° 27 José María Gálvez, sita en Blas Parera al 10.000, temen por la inseguridad reinante en la zona, debido a que unas 12 columnas de iluminación no están funcionando. "Tampoco pasa el recolector de residuos, y no cortan los yuyos en todo este enorme predio", dijo el director Martín Barrios, mientras señalaba una montaña de bancos y sillas destrozados que esperan ser reparados.

"Acá nos mandaron un subsidio para un salón pero nos hace falta al menos dos más. También faltan cargos no docentes", agregó. A su entender, esa escuela recibirá una explosión de matrícula cuando culmine el plan de viviendas para familias inundadas en Cabaña Leiva. Sin embargo, "no hay planificación para afrontar ese crecimiento", aseguró.