La semana política
Vientos helados en pleno verano
La renuncia de Acevedo marcó las internas que mantenía con De Vido y Zanini. La pugna era por el control de fondos públicos. Kirchner inclinó la balanza a favor de los funcionarios nacionales.

Sin cuidar demasiado las formas, Néstor Kirchner desembarcó en Santa Cruz apenas 24 horas después de la renuncia del ahora ex gobernador, Sergio Acevedo, con el objetivo de moldear hasta el último detalle del nuevo gobierno de ese confín sureño. No es algo a lo que no estén acostumbrados los argentinos. De Carlos Menem para acá, los presidentes han cumplido siempre dos funciones, aunque fueron elegidos para una: el ejercicio de la primera magistratura y el simultáneo férreo control de sus respectivos distritos provinciales, manejando a distancia al gobernador que toque en suerte. Se trata de una pésima señal por parte de un presidente que no pierde oportunidad de mentar la refundación de la política.

La crisis institucional desatada en Santa Cruz tras el asesinato del policía Sayago no hizo sino poner en blanco sobre negro la fenomenal pugna política entre los kirchneristas puros, en gran medida representados por el ministro Julio de Vido y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zanini, y las huestes de Acevedo, quien infructuosamente intentó en sus dos años de mandato ganar alguna dosis de independencia respecto del Poder Ejecutivo Nacional.

La renuncia no sólo deja en claro quién ganó esa batalla y de qué lado se puso Kirchner en esa pugna por el poder en Santa Cruz, sino que inaugura un halo oscuro de sospechas referidas a los motivos reales que alimentaron aquel enfrentamiento que cruzó a De Vido/Zanini con Acevedo. Por estas horas, la mayoría de las fuentes señala como un foco central del enfrentamiento la discusión sobre el manejo de fondos para la realización de obras públicas en Santa Cruz. La discusión, como todas las derivadas de luchas crudas de poder, esconde el manejo de fondos multimillonarios. La provincia del presidente, como en su momento ocurrió con La Rioja, es la que más creció en aportes recibidos del Tesoro Nacional (más del 40 % aumentaron las transferencias desde la Nación en el 2005, lo que equivale a unos 1.070 millones de pesos).

La negativa de Acevedo a aceptar las imposiciones del ministro De Vido en relación con el plan de obras públicas, así como la rebeldía del ex gobernador que cometió el atrevimiento de desoír algunas de las exigencias de la Casa Rosada a la hora de definir su gabinete provincial, dispararon no sólo la guerra santacruceña por el poder, sino que alimentaron la desconfianza del propio presidente, poco acostumbrado a las desobediencias.

Al margen de las suspicacias que algún desprevenido puede poner sobre la mesa a la hora de entender las causas que llevan a un ministro nacional o al más influyente de los secretarios de Estado a pelear por espacios de poder en una de las más pequeñas provincias argentinas, la realidad muestra que Kirchner transmitió varias señales de una contundencia absoluta:

* No hay otra regla dentro del kirchnerismo que la total obediencia debida a los mandatos y deseos del presidente.

* De Vido, como mano derecha del primer mandatario a la hora de construir poder, es un soldado sobre el cual no hay chances de dar batalla.

* La Casa Rosada no se fijará ni en las formas ni en las consecuencias a la hora de ratificar su anhelo por controlar todos y cada uno de los resortes del poder dentro de la carpa kirchnerista.

Los Derechos Humanos y el poder

La condena de Kirchner a los métodos utilizados en Santa Cruz en la investigación por el asesinato del policía Sayago, formulada menos de un día después de una contundente declaración del ministro del Interior, Aníbal Fernández, quien descartó cualquier posibilidad de violación a los Derechos Humanos en la investigación judicial/policial, no sólo salpica hasta el desaire al saliente Acevedo, sino que obliga a sospechar que desde el poder central se ha pretendido utilizar el paraguas de los Derechos Humanos para esconder una descarnada puja por el poder en Santa Cruz.

Nadie puede poner en duda la vocación presidencial por transformar la defensa de los Derechos Humanos en una política de Estado, pero rozan la hipocresía aquella acusación contra Acevedo y su forma de orientar la investigación por el crimen de Sayago.

Una vez más, las diferencias entre el discurso y la realidad tienden a vaciar totalmente de contenidos las palabras, lo cual se transforma en un hecho de gravedad cuando el involucrado es el presidente.

Las denuncias de Elisa Carrió de golpe de Estado del Ejecutivo contra Acevedo son amarillistas, pero tal vez reflejen la percepción y el desconcierto de buena parte de la sociedad que, aun alejada de las pugnas santacruceñas, se vio sorprendida en los últimos 45 días por un frío vendaval llegado desde el sur y caracterizado por una metodología de ejercicio del poder propio de la década menemista.

Y siempre es angustioso recordar que en aquellos años desde las mayores a las más pequeñas pugnas de poder, en las que el método era el vale todo, encontraban al final del camino una justificación en el manejo de cajas políticas y millones para el financiamiento de gustos privados y ambiciones públicas.

En otras palabras, hablar de Derechos Humanos para justificar una guerra lisa y llana por el poder, cuando poder implica, además, manejo de millones para obras públicas y sospechas de sobreprecios que el eyectado Acevedo habría rechazado, remite a un alto grado de hipocresía, cuando no de cinismo llevado al extremo.

Sancho K

La subordinación a Kirchner del nuevo gobierno de Santa Cruz que asumió ayer el vicegobernador Carlos Sancho quedó marcada por las presencias en primera fila del propio presidente y su esposa en el acto de asunción y de colaboradores íntimos en los dos ministerios clave de la provincia.

Al alineamiento terminó por confirmarlo la ausencia en la ceremonia del renunciante Sergio Acevedo, objeto ayer de críticas por parte del jefe de Gabinete nacional, Alberto Fernández.

Otro dato político lo constituyó la confirmación en el cargo del jefe de la policía santacruceña, comisario Wilfredo Roque, pese al repudio que había expresado Kirchner el jueves pasado por los excesos cometidos por las fuerzas de seguridad durante la detención de una veintena de personas en Las Heras, sospechadas del asesinato del policía Jorge Sayago en el que desembocó la protesta petrolera de comienzos de febrero.

"Hay que seguir trabajando con muchas ganas", se limitó a comentar Kirchner, al salir detrás de su esposa, Cristina Fernández, de la casa de gobierno en Río Gallegos, de forma tal que eludió un reclamo de aumentos salariales que realizaba un centenar de docentes. Kirchner, su esposa y su hermana, Alicia Kirchner, también presente en el acto -los tres, con gesto adusto-, habían llegado la noche del jueves a la capital santacruceña. Desde entonces el presidente habría seguido de cerca la crisis por la renuncia de Acevedo y la constitución del nuevo gobierno de su incondicional Sancho.

De hecho, la impronta ultrakirchnerista del nuevo gobierno está dada por la presencia en el gabinete de dos colaboradores íntimos que hasta ayer desempeñaron funciones en la Casa Rosada. Daniel Varizat dejó de ser subsecretario general de la Presidencia, cargo al que llegó en lugar del hoy diputado Carlos Kunkel, uno de los principales operadores del kirchnerismo, para convertirse en ministro de Gobierno de Sancho, que fue el mismo puesto desde el que acompañó a Kirchner durante su segunda gobernación, entre 1995 y 1999.

El otro es Juan Bontempo, nuevo ministro de Economía santacruceño. Subsecretario de Planeamiento en la gobernación de Kirchner, Bontempo era hasta ayer uno de sus asesores en la Unidad Presidencial de la Casa Rosada.

También la marcada impronta kirchnerista está dada por la designación de la diputada nacional Silvia Esteban al frente del Consejo Provincial de Educación, equivalente a un Ministerio. En el resto de los cargos quedaron confirmados los mismos funcionarios que estuvieron con Acevedo.

Sancho, designado vicegobernador a cargo del Ejecutivo hasta la finalización del mandato de Acevedo, el año próximo, se encargó de destacar su alineamiento con el gobierno nacional. Hizo hincapié en que el proyecto iniciado en 1991 por Kirchner "logró poner de pie a Santa Cruz"y, en una crítica implícita a Acevedo, señaló "el enorme apoyo incondicional que recibimos del gobierno nacional".

Sin cambios

Si la construcción del enorme y legítimo consenso popular a favor del presidente Kirchner se dio de la mano de actitudes firmes frente a los poderosos, de cambios de fondo en la Suprema Corte, y de un discurso siempre proclive a la transformación de la política, habrá que admitir que los últimos gestos del primer mandatario van en sentido contrario.

Lejos del imaginado apaciguamiento que muchos pronosticaron tras las elecciones legislativas que le dieron el respaldo en las urnas que Menem le había negado, Kirchner ha mutado en un político más y más desconfiado, extremista en su afán de poder.

Darío D'Atri (CMI)