A 30 años del golpe de Estado de 1976
Deportistas desaparecidos y una pantalla Mundial
Jorge Rafael Videla y en gesto que va más allá de un triunfo. Se pretendió reflejar al mundo "la felicidad" de un pueblo bajo la tutela militar. Foto: Archivo El Litoral.. 

El Mundial de fútbol de 1978 fue quizás la mayor utilización del deporte que haya hecho jamás un gobierno. Sirvió para consolidar el régimen de facto casi cinco años más.

El deporte argentino, como un estamento cultural de máxima envergadura dentro de la sociedad, no estuvo exento del luctuoso accionar del gobierno militar que tomó el poder del país el 24 de marzo de 1976.

En esa madrugada, más precisamente a las 3.10, todas las emisoras radiales interrumpieron sus programas para que la Junta Militar diera a conocer el derrocamiento del gobierno constitucional de Isabel Perón y la puesta en marcha de lo que se denominó Proceso de Reorganización Nacional.

La dictadura militar impulsó el terrorismo de Estado y rápidamente produjo una escala masiva de secuestros y posteriores asesinatos bajo el signo del supuesto aniquilamiento de la guerrilla urbana.

Jorge Rafael Videla, jefe del Ejército; Emilio Eduardo Massera, de la Armada, y Orlando Ramón Agosti, de la Fuerza Aérea, se convirtieron en las referencias centrales del régimen, al tiempo que el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, le daba curso a una política de contenido extranjerizante, según el lenguaje de la época.

Los nombres y sus historias

...Y el deporte sufrió el impacto, como toda la sociedad, aunque de un modo distante, con excepción de quienes tenían participación política previa, como el atleta Miguel Sánchez, fondista destacado del municipio de Berazategui, discípulo del gran Osvaldo Suárez, secuestrado y desaparecido en enero de 1978.

Sánchez pertenecía a la Juventud Peronista y, como militante de base, había distribuido en plena dictadura material panfletario opuesto al régimen. Fue secuestrado de su domicilio en un operativo clásico: varios hombres fuertemente armados y elementos paramilitares. Lo pagó con su vida.

Algo similar ocurrió con el joven tenista Daniel Schapira, quien era una promesa en el deporte y un estudiante con formación ideológica de lo que se conocía como el "campo popular".

A Schapira lo hicieron bajar de un colectivo con su compañera embarazada, delante de todo el mundo, en otro operativo de ese tiempo: se cortaban las calles, se hacía la requisa y se llevaban a las personas buscadas.

Esto fue en la zona de Boedo, a plena luz del día. Lo del joven tenista -por pinta, un Guillermo Vilas de ese entonces- se produjo a mediados de 1977 y nunca más se supo de él ni de su mujer. Tuvieron un hijo que se llama Daniel Schapira y ya anda por los 28 años.

El ex arquero de Almagro Claudio Tamburrini, quien salvó su vida escapando de la Mansión Seré, de Castelar, o el delantero Carlos Alberto Rivada, clásico wing de Huracán de Tres Arroyos que no tuvo la misma fortuna, así como varios rugbiers platenses y otros con menos repercusión pero receptores del mismo sufrimiento fueron víctimas del proceso militar, que también tuvo algunos "colaboracionistas" dentro del mundo del deporte.

La triste lista

Los desaparecidos que se conocen, en cambio, fueron 26. Éstos son sus nombres: Miguel Sánchez (atletismo), Daniel Schapira (tenis), Carlos Alberto Rivada (fútbol), Santiago Sánchez Viamonte (rugby), Otilio Pascua (rugby), Pablo Balut (rugby), Mariano Montequín (rugby), Hernán Roca (rugby), Jorge Moura (rugby), Rodolfo Jorge Axat (rugby), Alfredo Reboredo (rugby), Luis Munitis (rugby), Marcelo Bettini (rugby), Abel Vigo (rugby), Eduardo Vavajas (rugby), Mario Mercader (rugby), Pablo Del Rivero (rugby), Enrique Shorton Sierra (rugby), Hugo Lavalle (rugby), Julio Alvarez (rugby), Ricardo Posse (rugby), Negro Cordero (rugby), Ricardo Dakuyaku (rugby), Ricardo Omar Lois Navarro (rugby), Carlos Williams (rugby) y Daniel Eliabe (rugby).

Revelaciones en un libro

Las historias de los deportistas desaparecidos fueron reflejadas en el documentado libro ""Deporte, desaparecidos y dictadura", del periodista Gustavo Veiga, presentado esta semana.

El libro hace hincapié, además, en la utilización política que hizo la dictadura respecto del Mundial de fútbol de 1978 de Argentina para intentar ocultar la violenta persecución de disidentes y las denuncias por las violaciones de Derechos Humanos que surgieron en Europa, en un torneo en el que se invirtieron 517 millones de dólares.

En medio del bombardeo propagandístico sobre la población, la dictadura no pudo evitar que la prensa extranjera que llegó a Argentina para cubrir el Mundial acogiera denuncias sobre crímenes de lesa humanidad, que luego se multiplicaron en muchos países.

El vicealmirante Alberto Lacoste, uno de los organizadores del Mundial, que llegó a ser presidente provisional de Argentina en diciembre de 1981, fue designado por el entonces presidente de la FIFA, el brasileño Joao Havelange, como uno de los vicepresidentes de la entidad que rige el fútbol mundial, recordó el autor.

Otro capítulo menciona el carácter de ""socios honorarios" del club River Plate de los integrantes de la primera junta militar, los detenidos Jorge Videla y Emilio Massera y el fallecido Orlando Agosti, un privilegio que sólo se les retiró en 1997.

El libro también narra la doble vida que llevaba Juan Kairuz, entrenador del club de fútbol Atlético Ledesma de día y jefe de un comando represivo que realizaba secuestros por las noches.

Télam/ DyN