La casa de la Virgen María estaba construida por tres paredes de piedra, el piso y el techo. Son esos muros los que todavía hoy se veneran en la ciudad italiana de Loreto.
La leyenda popular narra que, en la noche entre el 9 y 10 de diciembre de 1294, las santas piedras de la casa de Nazaret llegaron transportadas por el vuelo de los ángeles. Pero hoy, gracias a los estudios que permitió la era de la computadora y a los documentos que se han encontrado, se puede afirmar que ese sagrado tesoro fue salvado por los Caballeros Templarios de una segura destrucción y transportados en un navío desde las lejanas costas del Mar de Galilea, en los duros momentos en que los cristianos eran perseguidos por los musulmanes en Tierra Santa.
Las piedras que conforman la Santa Casa confirman el origen palestino, pues están trabajadas siguiendo la técnica usada por los nabatei, un pueblo muy antiguo que difundió sus modos de edificación en toda Palestina. En estas piedras fueron encontrados grabados cerca de sesenta grafitis similares a otros judeo-cristianos de los siglos II y V, que se encuentran en Tierra Santa, particularmente en Nazaret.
Habían pasado sólo veinte años desde la existencia de la Santa Casa y el arribo de los peregrinos era incesante. Muchos de ellos aportaban generosas ofrendas, por lo cual -junto a los devotos- llegarían también delincuentes que solían asaltarlos a lo largo del camino.
También corrían peligro las donaciones que los Papas comenzaron a enviar a Loreto desde el siglo XIV. Se hacía imprescindible, entonces, tomar las debidas precauciones. Fue así como se decidió la construcción de murallas y baluartes.
En el proyecto de edificación participaron tres arquitectos: Cristoforo Resse, el gran Sansovino y Antonio da Sangallo. Se tomaron 400 obreros que trabajaban de lunes a domingo, y se utilizaron "160 bloques de piedra y 347 millares de ladrillos". Luego se agregaron 44 almenas a los dos baluartes, mientras se dejaron listas para hacer 26 piezas de artillería, aunque nunca fue necesario utilizarlas.
Como la mayoría de las aldeas o ciudades de Italia, lo primero que el viajero o peregrino divisa en lontananza es la cúpula o la torre de una iglesia que domina el paisaje. Algo similar ocurre con Loreto, donde el inconfundible perfil de su Basílica-Santuario se impone desde muy lejos con el encanto de las cosas bellas que suscitan curiosidad y admiración.
La Basílica, célebre complejo arquitectónico del Renacimiento, fue construida a partir de 1468 con la participación de los arquitectos más importantes de la época, entre ellos: Alberti, Sangallo, Martini, Bramante y Sansovino.
En su interior se encuentran verdaderas joyas del arte religioso, como el batisterio de bronce, obra de Vergelli (1600-1607), la bóveda de la sacristía de San Juan, pintada al fresco por Lucas Signorelli (1479). Y dos obras maestras del Renacimiento, de Melozzo da Forli: "Ángel con el cordero" y "Ángel con la columna".
La cúpula posee 22 metros de diámetro, es la tercera en Italia después de San Pedro en Roma y Santa María dei Fiori en Florencia y fue realizada por Giuliano di Sangallo en sólo nueve meses, desde setiembre de 1499 "hasta las 15 horas del 23 de mayo del año 1500", tal como lo expresara en su diario el arquitecto. Detallaba, además: "Era sábado y yo, Giuliano di Francesco di Sangallo, florentino, con grandísima solemnidad, devoción y precisión, coloqué la última piedra (llamada `dovela')".
El revestimiento en mármol de la Santa Casa constituye, sin dudas, el elemento más sobresaliente del santuario (ver aparte). Fue proyectado por Donato Bramante en 1507, y participaron varios artistas, tales como: Sansovino, Da Montelupo, Sangallo y los hermanos Della Porta. Sin embargo, para completar la obra fueron necesarios setenta años y se sumaron otros nombres de artistas de gran fuste.
Se trata de 610 metros cuadrados de esculturas donde se pueden apreciar escenas de la vida de la Virgen, la traslación de la Santa Casa, las figuras de los profetas, de la Sibila y muchas otras, que sería muy extenso enumerar. Además de ser una maravillosa obra de arte, es un extraordinario ejemplo de trabajo en equipo.
El interior del recinto está constituido por la sección inferior, donde están las tres paredes de la Santa Casa, y la parte superior, revestida por antiguos ladrillos de la región, recubiertos por frescos con escenas bíblicas pintadas en el siglo XIV.
La escultura de la Virgen con el Niño de pie, sostenido por la mano derecha de su madre y el manto que la cubre -que está debajo de su recamada túnica dorada-, con grandes detalles de color negro, fue realizada por el escultor Celani con un leño de cedro del Líbano en el año 1922. Ésta sustituyó a aquélla hecha en el siglo XIV, que fuera destruida durante un incendio en el año 1921.
En el corredor que conduce a la sacristía, a la derecha de la entrada, están tallados en dos grandes placas de mármol los nombres de santos, beatos y personajes famosos que eligieron esta meta de peregrinaje. Por ejemplo, Cristóbal Colón, quien -el 14 de febrero de 1493-, al retornar de su primer viaje, se topó con una gran tempestad e hizo el voto de un peregrinaje. Hicieron un sorteo "a fin de enviar un peregrino a S. María de Loreto, que se encuentra en la Marca de Ancona... La suerte cayó sobre un marinero del Puerto de Santa María, cuyo nombre era Pedro de Villa y el Almte. Colón le prometió el dinero necesario para los gastos".
Con un séquito de cien hombres, en 1475 llegó el caudillo Bartolomeo Colleoni.
Pasando al siglo posterior, en el invierno de 1576, encontramos registrado a Juan de Austria, el vencedor de la batalla de Lepanto, que llegó en barco y desde allí siguió a pie hasta el santuario, acompañado por la mayor parte de los diez o doce mil esclavos cristianos (liberados por él) que dejaron sus herrajes y cadenas, con las cuales fueron forjadas las cancelas, de altura humana, de las doce capillas laterales.
En junio de 1585 llegaron también cuatro príncipes japoneses, acogidos con gran solemnidad. Su visita fue interpretada como un triunfo de la Iglesia. A fines del 1500, el "Diario de Viaje" de Michel de Montaigne nos da un amplia descripción de su visita a Loreto, donde le fue muy difícil colocar su ex-voto: "Allí, en alto sobre la pared, se ve la imagen de Nuestra Señora hecha, según dicen, de madera: todo el resto está completamente adornado con ricos ex-votos provenientes de tantos lugares que hasta el piso no queda ni una pulgada vacía sin revestir de alguna lámina de oro y de plata".
En 1618 llega Galileo Galilei. En 1619 es el turno de Cartesio, quien viene a pie desde Venecia para agradecer a la Virgen por los descubrimientos hechos, para pedirle gracia y hacer otros.
La reina Cristina de Suecia, convertida desde hacía poco al catolicismo, pasó por allí en 1655.
También Casanova, más célebre por otras actividades, en sus "Memorias" deja un agradable recuerdo de su peregrinaje.
Precisa y aguda es la narración que Carlo Goldoni hace sobre su estadía en Loreto. "No puede verse nada más rico que el santuario de Loreto... Vi todo, todo examiné, hasta los sótanos. Parece una continua feria de coronas, medallas e imágenes", escribió.
Y también él hizo sus compras; se dio cuenta después de que "el mercante me había reconocido como veneciano y por eso me hizo pagar la mercancía un tercio más cara que su precio normal".
Wolfgang Amadeus Mozart visitó el santuario en 1770 y, recordando aquella estadía, entre el año posterior y 1774 creó la música de "Letanías Lauretanas". Se cuenta que en el santuario tocó el órgano y sabemos, por una carta que él mismo envió a su madre, que le había comprado "algunas campanillas, velas, cofias y vendas de Loreto".
Pero en la historia de los peregrinos a Loreto queda el recuerdo de la visita de Juan XXIII en 1962, el primer viaje de un Papa fuera del Vaticano desde la unificación de Italia. Como recuerdo, en la plaza queda una estatua de bronce dedicada a él. Posteriormente, llegarían como peregrinos también los Papas Pablo VI y Juan Pablo II.
EL SANTUARIO, PARA CONMOVERSE
Quién sea creyente, �puede no conmoverse frente a la Santa Casa de la Virgen?
Al tener la oportunidad de estar allí, uno puede sentir la emoción que embarga a los peregrinos: muchos entran de rodillas rezando, llevando cirios y algunas flores; otros salen conmovidos y sin ocultar su llanto.
Entonces, uno se pregunta: �cuántos peregrinos pasaron por Loreto y cuántos siguen visitándola hoy en día?
Los del pasado, no han dejado memoria de sí mismos, excepto por lo que concierne a algunos registros sintéticos. No obstante, han dejado una huella bien visible: los dos surcos excavados con las rodillas en el pedestal de mármol que circunda la Santa Casa.
Según un cálculo aproximado, los peregrinos actuales llegan a ser cuatro millones por año.