Zona de transición

Estudian el origen y la evolución del arroyo Leyes y la laguna Setúbal

(C) Romina Kippes - UNL - El Litoral

El arroyo Leyes tal como hoy lo conocemos es un "invento" prácticamente nuevo de la naturaleza. Antes de alcanzar la magnitud que actualmente presenta (10 metros de profundidad media, un movimiento de 1.500 metros cúbicos de agua por segundo) fue un curso de agua sin demasiada significación, que hasta se podía cruzar caminando. Pero no es todo: la Setúbal supo ser una gran llanura, y en la zona de Rincón, Santa Rosa y Helvecia se ubicaba una serie de dunas formadas por el viento que asemejaban nuestro paisaje costero a desiertos de arena como los africanos.

Los datos surgen de un trabajo encarado por científicos de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), que "viajaron en el tiempo" para armar el mapa del origen geológico y evolución de la laguna Setúbal, el arroyo Leyes y todo su delta.

"El Leyes ya había sido estudiado por la FICH y se sabía que en la crecida del '83, su cauce así como su delta se habían agrandado considerablemente. Ya se había avizorado la problemática que hoy tenemos enfrente", indicó el licenciado en Ciencias Geológicas Carlos Ramonell, integrante de un equipo de investigación que viene siguiendo el tema desde hace varios años.

A partir de allí, el grupo comenzó a preguntarse "desde hace cuánto tiempo existía este delta, y empezamos a estudiarlo en el marco de todo el valle -dijo Ramonell. Ahí pudimos analizar tasas de crecimiento históricas de decenas de metros al año y entender cómo venía trabajando".

Algunas conclusiones

De acuerdo con el estudio comparativo de cartografías, una de las metodologías utilizadas, los investigadores dedujeron que "hacia el siglo XVII la laguna Setúbal no tenía conexión permanente con el Paraná a través del Leyes, y sólo se vinculaba ocasionalmente por esa vía en las grandes inundaciones; incluso a principios del siglo XIX la hidrología de la Setúbal habría estado regulada por el riacho Santa Fe y no por el Leyes".

Sin embargo, la creciente del '83 marcó un camino que nunca pudo revertirse: la inmensa masa de agua que el arroyo Leyes trasladó en ese entonces (algo así como 11.500 metros cúbicos por segundo) hizo que su cauce se agrandara de una forma increíble, lo que sumado a la pendiente natural del terreno terminó de conformar lo que hoy se conoce como la principal fuente de alimentación de las lagunas Setúbal y El Capón.

Además de comparar viejas cartografías (algunas datan de 1811) con modernas imágenes satelitales, el grupo indagó en huellas geológicas, que ubicaron a la zona de la laguna y su entorno en un contexto de miles y miles de años.

"En una zona de llanura suele subestimarse la geología; siempre se la vincula con zonas de montañas, donde hay una sucesión estratigráfica que se puede ver. Es verdad que en nuestro entorno sólo podemos encontrar barrancas de escasa altura... pero esas mismas barrancas pueden mostrar cosas muy interesantes", se entusiasmó Ramonell.

"En la margen oeste de las lagunas Setúbal y El Capón detectamos un micro relieve en los sedimentos de la base de las barrancas, como si fuese un modelado de líneas rectas. En realidad son fracturas producidas por fuerzas como las que forman la Cordillera de los Andes. Aunque la región está lejos, evidentemente recibe esos impactos y lo demuestra de esta manera. El análisis hecho con estas fracturas es inédito para la provincia de Santa Fe", advirtió.

Un campo de dunas

La observación de las barrancas se complementó con otro tipo de muestras, esta vez extraída de perforaciones de distinto tipo, que pueden dar cuenta de qué hay en las capas más profundas del suelo: se recopiló información de 186 perforaciones que se realizaron en la zona (en oportunidad de realizarse trabajos como el de Paraná Medio, el pilotaje de puentes, las torres de alta tensión, la construcción de terraplenes de defensa y la propia ruta 168), y luego se analizaron los datos.

Los científicos notaron que "lo que más abunda en superficie son sedimentos de origen eólico, algo que ya había sido postulado por estudios previos, que datan incluso de la primera mitad del siglo XX. El aporte nuestro fue que describimos entre Colastiné y Helvecia un campo de dunas longitudinales eólicas", es decir, formadas con el viento, similares a las que caracterizan a los paisajes de varios grandes desiertos.

Estas dunas (que tienen un sentido específico de orientación, como si el viento las hubiera "peinado" en una misma dirección) pudieron formarse durante la última glaciación, hace unos 18.000 años antes del presente, según el estudio de Ramonell.

"Desde el punto de vista geológico el área de la Setúbal y su entorno es zona de transición, porque convergen regionalmente la llanura chaqueña, el ambiente pampeano, las tierras altas de Entre Ríos y Corrientes, y la faja fluvial del Paraná -indicó Ramonell. Hay que sospechar que a lo largo del tiempo geológico hubo predominancia de uno de estos ambientes sobre los otros, y efectivamente fue así. En algún momento la laguna no fue laguna, sino un ambiente netamente pampeano". Incluso hace algunas decenas de miles de años vivieron en ella animales de distinto tipo (ver nota relacionada).

�Y el futuro?

El incremento del delta del Leyes camina al compás del cambio en los caudales de los ríos, enmarcados en un período húmedo que la región atraviesa desde hace unos 30 años. De este período también hablan las márgenes del río Paraná, que en las cercanías de donde se origina el arroyo Leyes literalmente se corrieron unos 2 kilómetros hacia el oeste en los últimos 50 años. Si el período húmedo continuara y las márgenes siguieran "moviéndose", el agua podría ingresar por sistemas que se conectan directamente con el Leyes, lo que podría derivar en grandes inundaciones.

"Al ver esta situación, uno piensa si podría ser peor... Si este escenario continuara desarrollándose no va a ser tan fácil de frenar. �En qué momento hay que arreglarlo?", se preguntó Ramonell.

"Si persiste una hidrología como la de los últimos 30 años, el río perfectamente puede correr su margen. Y puede darse la situación de que la migración de la margen provoque una transfluencia permanente desde alguno de los cursos de agua cercanos (como el arroyo Mendieta) hasta el Leyes. Es decir que ese ingreso de agua no funcionaría sólo en eventos de crecida sino en forma permanente... lo cual sería muy serio", anticipó Ramonell.

Aunque existen otras entradas de agua que alimentan al Leyes, la del arroyo Mendieta es particularmente peligrosa, porque sólo lo separan unos 100 metros del río Paraná. "Esto no quiere decir que si se rompe esta franja de tierra tengamos corriendo por acá al Paraná. Pero sí significa que la masa de agua podría ser tan grande con el transcurso del tiempo que no se podrá controlar fácilmente", alertó.

La otra Santa Fe

Hay una Santa Fe que nadie vio, que fue tierra de elefantes, caballos autóctonos, ciervos y hasta gliptodontes, hace miles y miles de años atrás. Cuando Santa Fe todavía no era Santa Fe, el paisaje tenía poco en común con el que hoy conocemos.

De esa parte de nuestra historia no existen registros escritos, pero sí otras evidencias concretas, que hablan por sí mismas de un pasado de película. "En Santa Fe se encuentran habitualmente fósiles del período Cuaternario, que corresponde a los últimos dos millones de años", contó Ramonell. Increíblemente, la cuenca del río Salado -y hasta la propia laguna Setúbal- son yacimientos fosilíferos muy ricos, al punto que el propio Ramonell fue protagonista de la extracción de restos de un gliptodonte (parecidos a los armadillos actuales pero de mucho mayor porte) en el barrio Guadalupe de nuestra ciudad.

Aunque a esta altura suene a fábula, "debajo del lecho de la laguna Setúbal existen restos de animales que conformaron una fauna exuberante", que hablan de aquel territorio extraño que hoy es nuestra ciudad.