El Normal, intachable formador de maestros
Domingo Faustino Sarmiento creó por ley las primeras escuelas normales para la formación de maestros. La denominación proviene del vocablo "norma" puesto que en dicha escuela se enseñarían las normas o principios que regirían la acción didáctica del maestro.
Esta política estuvo estrechamente vinculada con la llegada masiva de inmigrantes a estas tierras. "Desde la segunda mitad del siglo XIX, principalmente en toda la zona de la región pampeana, se asientan italianos, españoles, polacos, suizos, franceses. Estaba claro qué misión debía cumplir entonces la escuela: construir la amenazada unidad nacional, enseñar el sentido de Nación y una lengua común. Paralelamente, no había la suficiente cantidad de maestros para cubrir esas necesidades", señaló Beatriz Argüelles, profesora de Historia y vicedirectora de la Escuela Normal Superior N° 32 General José de San Martín.
Se creó con el nombre de Escuela Normal Nacional Mixta de Santa Fe el 23 de junio de 1906 y su origen se relaciona con ese objetivo: la necesidad de llegar con un elemento de cohesión para integrar a una población inmigrante dispersa y abierta, en función de valores y principios ideológicos acordes a la organización político-social propiciada.
Resultaba imprescindible, entonces, formar a los futuros maestros para que éstos propagaran la enseñanza de la geografía y la historia con el fin de lograr el apego a la tierra y la identificación con el pasado, y la instrucción cívica para exaltar los valores democráticos liberales. De ahí, por ejemplo, que se extendiera la práctica de izar la bandera entonando la "Aurora".
Argüelles recordó que la primera escuela normal del país se radicó en la ciudad de Paraná, fundada por Sarmiento en 1870 y fogoneada por la ley de educación 1420, que proclamaba la enseñanza primaria obligatoria, gratuita y laica.
Su plan de estudios fue resistido por la Iglesia Católica porque no incluía la enseñanza de la religión, hecho agravado por el predominio en las aulas de profesores norteamericanos protestantes. Esta oposición desapareció tres años después con la aparición de la religión en la currícula, aunque sin carácter de obligatoriedad.
Cuando se funda el Normal de Santa Fe, esa disputa estaba teóricamente saldada. Sin embargo, "con relación a las fechas fundacionales de los normales del país, el de nuestra ciudad aparece tardíamente. Se creó 36 años después que el de Paraná. La demora se debió, quizá, a que había escuelas religiosas como el colegio El Huerto, el San José Adoratrices o el Calvario, con una tradición arraigada en las familias santafesinas que consideraban que sus hijas tenían que tener una preparación religiosa", aportó la profesora de Historia.
Luego, cuando se fundó el Normal, las egresadas de esas instituciones debieron comenzar a homologar su título, rindiendo ante una mesa examinadora de esta institución habilitante para ejercer el magisterio.
La profesora señaló que hay dos antecedentes en Santa Fe de escuelas normales que tuvieron una existencia efímera, según el aporte del historiador José Rafael López Rosas. Una de ellas, la Escuela Normal Provincial, funcionó en calle 3 de Febrero, entre 9 de Julio y 1° de Mayo; y la otra fue la Escuela Normal Nacional, fundada por el ministro Eduardo Wilde, instalada en un edificio contiguo al Colegio Inmaculada. La carencia de fondos destinados a la instrucción pública puede considerarse el motivo principal del cierre de estas escuelas.
A principios de siglo, se constituyó una comisión popular de ciudadanos santafesinos presidida por el Dr. Manuel Menchaca. El proyecto de creación de la Escuela Normal fue sancionado por la Cámara de Diputados, pero tuvo una oposición en Senadores. Finalmente, gracias a la intervención del Dr. Freyre y del Dr. Joaquín V. González, por entonces ministro de Instrucción Pública de la Nación, la propuesta se convirtió en ley.
El 23 de junio de 1906 se procede a su inauguración. El edificio elegido resultó ser la casa del Dr. Néstor de Iriondo, en calle San Martín entre Corrientes y Juan de Garay (donde actualmente está la sede del Jockey Club), que fuera arrendado. Desde el primer día de funcionamiento tuvo que cerrarse la inscripción en diversos cursos, por falta de espacio físico.
"El carácter mixto con que surgió, la convirtió en una escuela de avanzada para su época, aunque en los dos primeros años no se contó con varones en los claustros", dijo Argüelles.
La matrícula de los inicios contó con 45 alumnas para formarse como maestras, y 260 para el Departamento de Aplicación. Este último era una escuela primaria (hasta sexto grado) donde las alumnas realizaban sus prácticas docentes.
En 1915, había 132 estudiantes en el curso normal y 292 en el Departamento de Aplicación. Desde sus inicios hasta 1915, ya se habían graduado 117 maestras, un aporte de suma importancia a esa gran tarea de fundar una educación para el futuro.
Por esos años, la institución editó la Revista Argentina, órgano de las estudiantes de la escuela que aparecía mensualmente con interesante material pedagógico.
A nivel educativo, los adelantos se seguían produciendo: en 1939 se incorporó a la institución el jardín de infantes. Y en 1950, se impone el nombre a la escuela de "General José de San Martín" por medio de un decreto del gobierno nacional.
En la década del '60 se inició un proceso de cambios teóricos, metodológicos y técnicos con respeto a la formación docente que tomó cuerpo hacia 1969, con una profunda reforma que clausuró el Normalismo. Dejó de funcionar el ciclo secundario del magisterio y se produjo su traspaso al nivel superior no universitario.
"Se consideró que el nivel medio ya no cubría las expectativas necesarias para formar al docente de ese entonces. Para estar frente al grado, el maestro debía tener estudios superiores terciarios", acotó la vicedirectora del Normal.
A partir de 1971, se reanudó la formación docente con el Profesorado para la Enseñanza Primaria, que a partir de su creación tuvo una duración de dos años y medio. Se enfatizó así el carácter eminentemente profesional de la tarea y se estableció la necesidad de implementar una preparación en el manejo de técnicas y conocimientos que aseguren una labor educativa eficaz. Este espíritu se distingue de la anterior imagen del docente normalista, que debía -ante todo- ser un ejemplo a imitar por sus alumnos, con una conducta intachable y una moralidad a toda prueba.
En el ciclo medio, en tanto, comenzaron a funcionar los bachilleratos modalizados (matemática, lengua, ciencias biológicas).
En 1988, el Ministerio de Educación de la Nación intentó una experiencia en cien escuelas del país, entre las que estaba la Normal de Santa Fe, donde se trató de aplicar en las instituciones medias no el antiguo sistema normalista, pero sí que desde el secundario se inicie la carrera para el magisterio, eliminando los bachilleratos modalizados.
Así comienza el Magisterio de Enseñanza Básica (MEB). El plan consistía, una vez finalizado el ciclo básico, en cuatro años de estudio para obtener el título de maestro, pero seguía funcionando simultáneamente en el turno vespertino el Profesorado para la Enseñanza Primaria.
Junto con el cambio de autoridades nacionales, se deja sin efecto esta experiencia en 1994, en el marco de la Ley Federal, retornado a los viejos planes de estudio tras el traspaso de los colegios nacionales a la provincia.
Hoy, el Normal sigue siendo una institución clave en la formación de un docente crítico, activo e idóneo. Paralelamente, mantiene el nivel inicial, una escuela de EGB y otra de Polimodal.
"Es el único establecimiento en la provincia que sigue conservando su unidad académica. Tenemos un rector que dirige toda la institución, con más de 2.500 alumnos desde el inicial al profesorado. No es sólo una unidad edilicia, sino de política pedagógica", destacó Argüelles.
Carta histórica
Cuando se impuso a la Escuela Normal el nombre de "José de San Martín" en 1950, la institución recibió por parte del gobierno nacional la donación de una carta escrita de puño y letra por el Libertador, donde se refiere a los momentos previos al comienzo de su gesta. Hace diez años que la valiosa misiva se encuentra en custodia de la Asociación Sanmartiniana, que se encarga de su conservación.