Alberto Cabezas (EFE)
El escritor mexicano Ignacio Padilla publicó en México un extenso ensayo sobre la relación entre Miguel de Cervantes y el diablo, un proyecto al que dedicó diez años y en el que encontró abundante material.
"Nunca pensé que la presencia del diablo y lo diabólico pudiera ser tan amplia" en la literatura de Cervantes, confesó en entrevista con EFE el escritor (Ciudad de México, 1968), quien desarrolló buena parte de su investigación en la Universidad de Salamanca (oeste de España).
El estudio completo, titulado "El diablo y Cervantes", lo publicó el pasado diciembre Padilla, con apoyo del Fondo de Cultura Económica (FCE), dentro del año que conmemoró el IV Centenario de la publicación de la primera parte de El Quijote.
En el ensayo señala que "si las literaturas fueran países, Satanás tendría ciudadanía española, si no por nacimiento, al menos por naturalización".
"Su pasaporte, desde luego, sería falso, pero eso no va en contra de su acentuada hispanidad", agrega el autor mexicano en su texto.
El también novelista explicó en entrevista que Miguel de Cervantes fue "un hombre extremadamente confundido" con las pugnas y la multiplicidad de su época, en particular con la crisis religiosa que causó la Reforma de Lutero y el Concilio de Trento (1545-1563).
Según Padilla, aquella crisis en el mundo cristiano de entonces tuvo un profundo efecto en Cervantes, quien como mucha gente de la época, no encontraba en la religión las respuestas que necesitaba para su vida.
Afirma que Cervantes era en buena medida un hombre obsesionado con el Mal, que tenía "un interés, una inclinación" hacia lo diabólico, que quedó plasmado en su obra, en sus refranes y en su dimensión carnavalesca.
El Quijote, cuya segunda parte data de 1615, es un libro sobre la libertad basado en buena medida en un "mundo al revés", cargado de "paradojas". Está impregnado de términos relacionados con el mal en su lenguaje, de expresiones de satanización de las minorías étnicas y de registros de este tipo.
A Don Quijote le considera un hombre en permanente conflicto, que se enfrenta a "la realidad de un mundo que no puede ser como él quiere que sea".
Padilla cree que la obra clásica cervantina habría perdido parte de su ingenio lingüístico y a varios de sus personajes sin la presencia recurrente de endemoniados, encantamientos y otros reflejos del mal, en una obra donde "hay muchísimo que puede ser interpretado como diabólico", agrega Padilla.
Para el también Premio Primavera de Novela 2000 por "Amphitryon", Don Quijote en buena medida es un personaje que intenta exorcizar el diablo mundo" que lo rodea, con sus acciones y su imaginación, acompañado de su escudero Sancho, "quien funge como poseedor del alma de Don Quijote como fallido exorcista".
Aparte del análisis del Quijote, "una novela sobre la decadencia, sobre el fracaso de una gesta", Padilla se adentró en busca del mal en otras obras como las Novelas Ejemplares y "Los trabajos de Persiles y Segismunda".
El novelista espera que su ensayo sea "leído como una invitación", para que especulemos y reflexionemos "mucho más sobre el mal" en clave de humor, algo que echa de menos en un mundo actual.
Según el escritor, urge "recuperar el sentido del humor", lo que en su época logró Cervantes en un mundo turbulento, con el Quijote.
Padilla es autor de novelas como "El año de los gatos amurallados" (1994), "Las tormentas del mar embotellado" (1994), "La catedral de los ahogados" (1995), "Si volviesen sus majestades" (1996) y "Los funerales de Alcaraván" (1999).
El escritor pertenece a la llamada generación mexicana del "Crack", integrada también por Jorge Volpi, Eloy Urroz, Vicente Herrasti y Ricardo Chávez Castañeda, muy preocupada con el cuidado del lenguaje y ajena a los círculos literarios más consolidados de México.