Ni siquiera un error de proyección pudo impedir que un largo y clamoroso aplauso cerrara ayer en Cannes el pase de prensa de "Babel", obra con la que el mexicano Alejandro González Iñárritu se convierte sin sombra de duda en firme aspirante a la Palma de Oro.
"Intenso", "apasionante", "profundo", eran los adjetivos que se oían a la salida entre los periodistas y críticos que atestaron la Gran Sala Lumiere del Palacio de Festivales para ver uno de los filmes más esperados del 59 Festival de Cannes, pese a que su autor tiene sólo dos largos en solitario en su haber.
Pero qué dos largos: "Amores perros" (2000), que estuvo en Cannes fuera de competición, y "21 Grams" (2003), que elevó al Olimpo al director y al escritor Guillermo Arriaga, premiado ya en Cannes en 2005 por el guión de "The Three Burials of Melquiades Estrada" (en España, "Los tres entierros de Melquiades Estrada").
Protagonizada por Brad Pitt, Cate Blanchett, Gael García Bernal, Adriana Barraza, Koji Yakusho, Rinko Kikuchi, Said Tarchani y Boubker ait el Caid, "Babel" cierra la trilogía con suma coherencia y sin que se perciba merma alguna en las cualidades que encumbraron a sus autores, incluido el director de fotografía mexicano Rodrigo Prieto y el músico argentino Gustavo Santaolalla.
Al igual que las dos precedentes, esta torre tiene como cimientos el poder del azar, la fatalidad y la inexorabilidad del destino, y como andamiaje tres historias muy diversas cuya interconexión era en principio insospechable.
Y también al igual que en las dos anteriores, la viga de sustento de la trama es un hecho accidental en un vehículo.
Sólo que esta vez, Iñárritu y Arriaga amplían sus ambiciones y, si el desencadenante se da en Marruecos, sus consecuencias repercuten tan lejos como en México y Japón.
Entre medias, "Babel" da cabida en sus múltiples plantas a temas tan diversos como la emigración mexicana en EE.UU., la paranoia antiterrorista y el aislamiento originado por una minusvalía.
Quizá el algo forzado implante de la rama nipona en el desarrollo de la historia es el único y mínimo "pero" que podría ponerse a esta cinta de ritmo apabullante.
Tan apabullante que, pese a que la repetición de uno de los rollos obligó a interrumpir la proyección durante unos minutos, todo el público pareció reconectar de inmediato apenas se oscureció de nuevo la sala.
Toda una proeza, agrandada porque ese problema vino en el tramo final de una cinta de casi dos horas y media y exhibida en un horario tan intempestivo como las ocho y media de la mañana, pese a lo cual ni uno solo de los asistentes abandonó la sala.
Quizás porque el cemento con el que se alza esta torre, que los mantuvo pegados a la butaca, tiene algún contacto con la bíblica historia de Babel.
Pero la confusión de lenguas no es "el problema" para González Iñárritu.
"El problema son los prejuicios que nos separan a los seres humanos", subrayó a la prensa el director acompañado por su elenco, con excepción de Pitt, que se excusó por el inminente nacimiento del hijo que va a tener con Angelina Jolie.
De la redacción de El Litoral-EFE