El próximo jueves 22 de junio se cumplirán 20 años del día en que Ángel María Cosentino, un vecino de Villa María Selva, cumplió su sueño: crear una institución que reuniera a todos aquellos que -como él- habían partido en diferentes épocas y por diversos motivos del pueblo de Lioni, provincia de Avellino, en Italia, y se habían instalado en ese barrio santafesino.
Su marcado espíritu emprendedor y el apoyo que recibió de otros emigrantes permitieron que se creara esa institución, y que prosperara en el tiempo, a pesar del fallecimiento de su inspirador.
La Asociación Ítalo-Argentina Figli di Lioni (Hijos de Lioni) fue fundada con los siguientes propósitos: favorecer la unión de los italianos nacidos en Lioni (Avellino) y de otros pueblos y ciudades vecinos, y los hijos y nietos nacidos en la Argentina, que puedan hacer valer esos derechos por lazos de sangre e idiosincrasia de la península itálica; organizar actos de esparcimiento espiritual y recreativas para los socios y sus familiares; propender a la difusión del idioma, el arte y la cultura italiana, costumbres y folclore propio de la región Campania; apoyar toda iniciativa tendiente a difundir la cultura, costumbres y folclore argentinos en Italia.
Muchos de los integrantes de la primera comisión directiva actualmente pueden dar cuenta de aquellos primeros años de vida institucional, al haber sido "testigos verdaderos de sus inicios", según explicaron, ya que algunos hasta tuvieron el honor de firmar el acta constitutiva, mientras que otros contribuyeron poniendo los primeros ladrillos para la construcción de la sede.
Teresa Marano de Cosentino, viuda del fundador, dio testimonio de aquel logro de su esposo, quien fuera el primer presidente de la asociación, junto a su hijo Antonio, quien se desempeñó como el primer vicepresidente.
Recordó que "un día estábamos tomando mate y mi marido agarró un papel y una lapicera y yo le pregunté adónde iba, y él me dijo que tenía algo en la cabeza que quería hacer antes de morirse. Dijo que quería fundar un club, que se iba a llamar Hijos de Lioni. Yo le dije que dejara de amargarse la vida, porque acá éramos todos gringos y no iba a conseguir ayuda. A él no le importó si conseguiría o no esa ayuda, igual quería crearlo, para dejárselo de recuerdo a su hijo, cuando se muriera".
Por eso -continuó- fue casa por casa en el barrio juntando socios y a partir de ahí se empezaron a hacer reuniones. Luego compraron un terreno y, de a poco, los ladrillos para construir la sede. Se reunieron varias veces y en una de ellas se firmó el acta constitutiva de la institución, entre 21 personas, el 22 de junio de 1986.
Antonio Cosentino agregó que "somos todos conocidos de María Selva y vinimos todos del mismo pueblo: Lioni, que está a 103 kilómetros de Nápoles, en la provincia de Avellino, una zona montañosa ubicada a 550 metros sobre el nivel del mar".
Antonio Nittoli, Antonio Cervasio, Cayetano Nitri, Nicola Nittoli y Vitto di Conza, quienes pertenecen a la institución o colaboraron en algún momento, aseguraron que "Cosentino siempre quiso reunir bajo un mismo techo a todos los lioneses y así fue realmente. Él quería preservar las costumbres y los bailes típicos de la región.
Las primeras asambleas las hicieron en el Club Unión y Trabajo y juntaban más de 40 personas. Ahí se eligieron las autoridades y se empezó a trabajar. Cada uno tomó una responsabilidad (presidente, vice, tesorero, secretario, vocales, etc.) y al principio se reunían en la casa de Cosentino para organizar las actividades, hasta que encontraran un lugar para hacer la sede.
Esto ocurrió un tiempo después, cuando la asociación compró un terreno en calle Padre Genesio, cerca de la iglesia San Cayetano, pero que quedaba a trasmano de los lioneses del barrio María Selva.
Posteriormente, se renovó la comisión directiva y se consideró necesario que la sede estuviera más cerca. Por ese motivo, se vendió ese terreno y se compró otro, donde actualmente se encuentra la sede, en Alvear 6379. "El terreno era de Allende, que vivía enfrente. Hicimos una asamblea que aprobó comprar este terreno y vender el anteriormente adquirido, y después empezamos a edificar inmediatamente", aseguraron.
Pero la iniciativa iba a implicar una importante suma de dinero. Por eso, los socios organizaron una campaña para juntar fondos. "Cada uno puso el dinero que podía y a algunos se les devolvió su colaboración porque habían puesto lo poco que podían", aclararon.
También se organizaron fiestas en Villa Dora para juntar fondos para la construcción de la sede. En este sentido, mencionaron que "juntábamos 500 personas y toda la comisión directiva tuvo que trabajar para que pudieran tener mucho éxito. En todos los eventos que se hicieron a beneficio (almuerzos, cenas, té) siempre colaboró a pleno la comisión directiva y muchos socios".
Por eso, consideraron que el éxito de permanecer 20 años se basó en trabajar mucho y que cada miembro de la comisión directiva aportaba su contribución monetaria, además de su colaboración. "Eso era el amor a la asociación y por eso nos mantuvimos durante 20 años", insistieron. Coincidieron en destacar el empeño y la responsabilidad de cada comisión directiva que estuvo al frente de la institución, trabajando sin cesar y advirtieron que "esta asociación tuvo buenos cimientos, además de buenos recaudadores", bromearon.
A medida que los otros lioneses del barrio iban viendo cómo progresaba la institución se fueron sumando a este esfuerzo compartido, para colaborar. Por este motivo, llegó a tener 420 socios.
Muchos guardan cálidos recuerdos de los inicios de la construcción de la sede, ya que contribuyeron a colocar las aberturas o a cargar ladrillo por ladrillo con los que iban a ser construidos sus cimientos y paredes. Literalmente, con la ayuda de muchos iniciadores se construyó la institución desde sus bases, tanto sus cimientos como el texto de sus estatutos. Por eso, destacaron que "todos hicimos nuestro trabajo con armonía y alegría, aguantándonos las gastadas o algún que otro gesto de descontento de quienes a veces no estaban del todo de acuerdo en lo que se iba haciendo. Pero había mucha voluntad de todos".
Las mujeres no quedaron al margen de prestar su colaboración: muchas contribuyeron el engrandecimiento de la institución de diversas maneras, hasta confeccionando las banderas argentina e italiana para ser colocadas en los mástiles del patio.
Actualmente, la institución -que desde diciembre de 1986 cuenta con personería jurídica- ofrece cursos de computación, de idioma italiano, porcelana fría, repostería y karate, y se encuentra armando su biblioteca. Además, desde este mes funciona en la institución el Patronato ACLI, tres veces por semana, una oficina que hace trámites para pensiones, doble ciudadanía, y partida de nacimiento, servicios que se ofrecen a los asociados.
Incluso, sus integrantes adelantaron que "queremos apuntar a más y esperamos que nuestros sucesores continúen desarrollando esta labor. Nuestra meta (que era otro de los sueños de Cosentino) es crear una escuela bilingüe para el barrio, pero siempre nos está faltando el lugar, aunque pensamos que con algún subsidio que nos pueda llegar de Europa, Italia o la Región, podríamos adquirir un terreno para su construcción".
En 2001, 53 socios de la institución pudieron viajar a Lioni, Italia, del 8 de agosto al 10 de septiembre, y se alojaron en casas de familiares o en los que les proveyó la comuna. El viaje se organizó por iniciativa de la asociación y fue una ocasión única para que algunos pudieran volver a su tierra.
La Asociación Figli di Lioni recibió -después de la inundación de 2003- la visita de la síndica Rosetta D'Amelio, quien dejó una importante colaboración para el desarrollo de la institución.
Para festejar el vigésimo aniversario de la institución, la comisión directiva organizará el 25 de junio un almuerzo, oportunidad que será propicia para "recordar a los que trabajaron mucho y no están y, en general, a todos los socios, que son los verdaderos dueños de esta institución", concluyeron.