El negocio de las guerras ajenas
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¿Puede un traficante de armas lograr esa preciada posición en la que se hacen negocios con todos los bandos, pero se mantiene indemne, neutral y ajeno a todo conflicto bélico y, por lo tanto, "más seguro" que en cualquier otro lugar? ¿Se puede tener "muchas vidas", muchas identidades, en realidad, y atravesar todas las fronteras sin sufrir ni un rasguño? ¿Se puede obtener todo lo que uno desea, incluso la bella modelo de los anuncios gigantes, casarse con ella y vivir en barrios lujosos y disponer de varias tarjetas de crédito?
Parece que Yuri Orlov, el protagonista de El señor de la guerra puede todo eso y mucho más.
Yuri es un joven hijo de ucranianos que emigraron a Estados Unidos. Criado en el Brooklyn, creció en el comedor regenteado por sus padres y rodeado por la mafia rusa, una más de las tantas que actúan en esas calles. Ese primer contacto con la violencia sin ley le abrió la primera puerta para ingresar al submundo del mercado negro de las armas, en el que pronto habría de adquirir una gran destreza y accedería a los niveles más altos.
Pero mientras todo esto sucede, el relato, narrado en primera persona, intenta desentrañar cómo es que la cabeza de Yuri se va acomodando para sobrevivir proveyendo de instrumentos para matar a los más siniestros personajes en cualquier rincón del planeta.
Pronto descubre que tiene cierta facilidad para eso, para no involucrarse, para sobornar, para seducir y abrirse paso. Pero también, a medida que el relato avanza, queda claro que nada de ello sería posible si no existiera todo un sistema internacional dispuesto de esa manera para que las cosas sean así. Un sistema que necesita de personajes como Yuri, que a pesar de tener a los mejores agentes de Interpol pisándole los talones todo el tiempo, nunca serán atrapados, a menos que dejen de ser funcionales a los poderosos intereses que siempre habrán de manejarse en las sombras.
La propuesta del director y guionista Andrew Niccol (The Truman Show y Gattaca) combina una buena historia tomada de la vida real, con un montaje ingenioso y muy dinámico, y una trama entretenida, enfocando el tema desde la perspectiva entre cínica, desesperanzada y ultraindividualista del personaje protagónico, que solamente se quebrará cuando su propio hermano y socio, el joven Vitaly, caiga víctima de sus oscuros y crueles negociados.
El guión apela al humor negro y la sátira, y a un ritmo de thriller y acción, con una muy buena actuación de Nicolas Cage en el protagónico, secundado con gran eficacia por el joven Jared Leto, como su hermano, y Ethan Hawke, como el impecable agente de Interpol Jack Valentine, entre otros.
Con todo ese material, Niccol pone el dedo en la llaga de uno de los problemas más serios que aquejan al mundo de hoy, posterior al de la Guerra Fría, en el que abundan los conflictos regionales alimentados desde afuera por las grandes potencias, que como contrapartida se hacen de las riquezas naturales o del dinero de los pueblos más oprimidos de la Tierra. Un mercado negro que combina armas, drogas, diamantes y otros recursos de gran valor y que parece ser el verdadero poder que domina al planeta, capaz de manipular Estados, gobiernos e instituciones y, por supuesto, la vida de cualquier mortal.
"Lord of War", EE.UU./2005. Dirección y guión: Andrew Niccol. Intérpretes: Nicolas Cage, Bridget Moynahan, Jared Leto, Shake Toukhmanian, Ethan Hawke y otros. Fotografía: Amir M. Mokri. Edición: Zach Staenberg, Música: Antonio Pinto. Presentada por Alfa Films. Hablada en inglés. Duración: 122 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 16 años.