Teresa Pandolfo
El campeonato mundial de fútbol parece haber exacerbado más el sentimiento nacional; la necesidad de expresar una diferencia respecto de los demás países. Sin dejar de reconocer lo que moviliza socialmente este deporte, llama la atención cómo la gente muy joven ha buscado vestirse con los colores albicelestes, en tanto, los partidos de Argentina parecieron ocupar en el imaginario colectivo, la representación del país por encima de otros símbolos o acciones. Por otro lado, algunos cotejos abrieron viejas heridas entre los habitantes de una y otra nación como fue el encuentro entre Alemania y Polonia. Los disturbios previos al partido dejaron 200 detenidos.
El Mundial invita a la reflexión sobre nuestros procesos internos cuando surge un hecho que pone en la vidriera al país. Pero lo importante es no confundir conceptos, situaciones que son pasajeras con corrientes de pensamientos que representan una ideología y que han tenido una incidencia directa en nuestra historia.
El Prof. Darío Macor aborda la temática desde una perspectiva histórica, que es su especialidad, y respecto del Mundial sólo acota que es "una forma de tener una entidad colectiva, que pide muy poco a cambio y que es tan efímera como este campeonato". El otro comentario que realiza, ya en el contexto de cómo se ha globalizado el Mundial, refiere a su diferencia con otros: "Cada vez es más totalitario, cada vez deja menos margen para que alguien quede afuera. Es una regla del mercado con su capacidad de imponer y de contaminar todo y deja al desnudo las reglas de la publicidad frente a las de la prensa".
Darío Macor, al analizar la evolución de las ideas nacionalistas en nuestro país, sostiene que el concepto de nacionalismo que generalmente utilizamos es relativamente reciente. "En una visión restringida de nacionalismo, lo podemos definir como un movimiento que pone el acento en rescatar la especificidad de lo local, de lo nacional, tanto de lo histórico como en lo cultural o religioso para diferenciarlo de lo otro y así construir un lazo en el cual se funda un colectivo imaginario, ésta es una nación en sentido moderno".
-�Cómo cambia este proceso, luego, en la Argentina?
-Desde el punto de vista del nacionalismo, Ricardo Rojas plantea en 1910, la necesidad de un nacionalismo cultural, que tiene algo más de esencialista, es decir, que en la naturaleza de la Argentina hay algo que explica que somos diferentes a los otros. Pero Rojas todavía dialoga bien con la tradición liberal. No hay una recusación autoritaria de la tradición liberal que va a venir en la década del '20. Estudios más recientes, ponen el acento en que el problema central va a venir después porque todavía en el '20 todo es muy contradictorio.
El máximo exponente de ese esencialismo, que en Rojas apenas se insinúa, va a ser Leopoldo Lugones con la famosa convocatoria de la Hora de la Espada. Aparecen dos cosas: una, el nacionalismo del '20 que es distinto al de Rojas; es un nacionalismo que reacciona a otro tipo de temor: el temor al desorden político por la incorporación de las masas a la política.
El temor frente al yrigoyenismo pero que, por otra parte, no deja de ser ambiguo porque si bien Lugones tiene una convocatoria, una apelación claramente esencialista -la Nación como algo inmutable que puede reconocerse claramente en la historia-, también están los Irazusta, en la Nueva República, que es la principal referencia al nuevo nacionalismo de derecha (1927), que admiran la Constitución del '53.
Ahí aparece lo que algunos autores han llamado un nacionalismo republicano pero construido sobre la base de que el yrigoyenismo ha instalado un problema, que es el problema del orden con la incorporación de las masas, y se debe responder a ese dilema. No se puede dejar a las masas afuera pero no se puede tener semejante desorden político. Surge, entonces, la primera recuperación de Juan Manuel de Rosas, no como gobernante, el anti-inglés, sino como el hombre que supo resolver el dilema de contener a los sectores populares.
Ese es el primer revisionismo argentino. Pos crisis del '30, la reacción nacionalista va a tomar un cauce claramente antirrepublicano y antiliberal, que recusa a la Constitución del '53. Es decir, todos los males que la crisis del '30 descubre para la Argentina se buscan en 1853, en esa tradición liberal.
El golpe del '30 tiene diferencias con el golpe del '43. En este último, se ve un nacionalismo maduro. En el '30, en cambio, es un nacionalismo que tiene tantos parecidos con la tradición liberal, que es difícil verlo con claridad.
-�Por qué nos cuesta tanto en la Argentina tener un proyecto en común? �Por nuestra heterogeneidad?
-Porque tenemos una lectura errónea de cuáles son los elementos que se necesitan para considerar un proyecto en común. Uno de los problemas grandes de la Argentina es que esa heterogeneidad de principios del siglo XX agigantó la idea de que para ser una nación debía ser una comunidad más homogénea que la que era necesaria. La heterogeneidad puede ser una fortaleza. El problema es que pareciera que para la Argentina tener un proyecto en común debía integrar prácticamente a todos, lo que se llama uninamismo, la idea que predominó en el peronismo de la unanimidad. Y el otro gran problema de Argentina es lo que Alperín llamó "la lotería de la Pampa Húmeda", que hacía referencia al fácil desarrollo de la economía argentina en el siglo XIX, que estableció una cultura a partir de la cual, cualquier éxito económico no tan grande no fuera visto como tal. Ha resultado complicado en la Argentina entender que podemos tener proyectos comunes razonables, con ambiciones más acotadas, para construir un país que no aplaste las diferencias, que no pretenda ponernos a todos en una misma plaza; que a lo mejor no sea tan fantástico económicamente pero sí razonable y con una distribución de la riqueza más equitativa, que permita una ciudadanía diferente.
Creo que la Argentina tuvo en el siglo XX varias oportunidades de lograrlo, estaban allí. No es que ha sido difícil para nosotros pero no hemos visto que eso era suficiente, porque siempre hemos ansiado mucho más. El concepto de "Argentina potencia" del peronismo es un caso típico.