Entrevista al Prof. Darío Macor, director del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la UNL
La Nación como una construcción colectiva
Las corrientes nacionalistas en la Argentina. La influencia de la escuela y de la historia como formadora de la identidad nacional. Las dificultades para generar un proyecto en común.

Teresa Pandolfo

El campeonato mundial de fútbol parece haber exacerbado más el sentimiento nacional; la necesidad de expresar una diferencia respecto de los demás países. Sin dejar de reconocer lo que moviliza socialmente este deporte, llama la atención cómo la gente muy joven ha buscado vestirse con los colores albicelestes, en tanto, los partidos de Argentina parecieron ocupar en el imaginario colectivo, la representación del país por encima de otros símbolos o acciones. Por otro lado, algunos cotejos abrieron viejas heridas entre los habitantes de una y otra nación como fue el encuentro entre Alemania y Polonia. Los disturbios previos al partido dejaron 200 detenidos.

El Mundial invita a la reflexión sobre nuestros procesos internos cuando surge un hecho que pone en la vidriera al país. Pero lo importante es no confundir conceptos, situaciones que son pasajeras con corrientes de pensamientos que representan una ideología y que han tenido una incidencia directa en nuestra historia.

El Prof. Darío Macor aborda la temática desde una perspectiva histórica, que es su especialidad, y respecto del Mundial sólo acota que es "una forma de tener una entidad colectiva, que pide muy poco a cambio y que es tan efímera como este campeonato". El otro comentario que realiza, ya en el contexto de cómo se ha globalizado el Mundial, refiere a su diferencia con otros: "Cada vez es más totalitario, cada vez deja menos margen para que alguien quede afuera. Es una regla del mercado con su capacidad de imponer y de contaminar todo y deja al desnudo las reglas de la publicidad frente a las de la prensa".

En la tradición argentina

Darío Macor, al analizar la evolución de las ideas nacionalistas en nuestro país, sostiene que el concepto de nacionalismo que generalmente utilizamos es relativamente reciente. "En una visión restringida de nacionalismo, lo podemos definir como un movimiento que pone el acento en rescatar la especificidad de lo local, de lo nacional, tanto de lo histórico como en lo cultural o religioso para diferenciarlo de lo otro y así construir un lazo en el cual se funda un colectivo imaginario, ésta es una nación en sentido moderno".

-�Cuándo nace este tipo de nacionalismo?-Esa imagen de nacionalismo restringida, que nace a principio del siglo XX, es antiliberal y se construye definiendo al otro en el liberalismo del siglo XIX. Hay, asimismo, una versión de nacionalismo más amplia que puede conciliarse con el liberalismo. En Argentina, es el liberalismo nacional de Mitre, que está asociado al proceso de construcción de las naciones del siglo XIX. Los ejemplos paradigmáticos son Italia y la Argentina, con modelos muy diferentes, y en el caso de nuestro país, hubo que construir o si se quiere, inventar, una nación en prácticamente un desierto. Ello requirió de todo un dispositivo institucional, que fue llevado adelante de la mano de la tradición liberal.Digamos que ese nacionalismo es menos culturalista y más contractualista en la clave de la Revolución Francesa, que es el origen del nacionalismo, entendiendo a éste como una comunidad más laica, que no requiere homogeneidad, que reconoce diferencias y que en el caso de Mitre es bien cosmopolita.Va a entrar en crisis cuando la fuerte heterogeneidad se introduce en la Argentina con el fenómeno migratorio, pero no en 1880, sino en la primera década del siglo XX, que entra en crisis esa imagen de nacionalismo conciliable con las tradiciones liberales. Ahí va a venir la idea de un nacionalismo culturalista. �Cuál es la diferencia entre un nacionalismo más político como el de Mitre y uno más culturalista? Este último considera que es un requisito básico para que haya una nación, que la población sea homogénea.Después está la discusión sobre cuáles son los requisitos de homogeneidad. Este es un fenómeno típico del campo occidental de fines del siglo XIX y principios del XX, donde aparece el Estatuto de las Nacionalidades. Se sostiene que hay que cumplir determinados elementos para ser una Nación o si no se corre el riesgo de ser más fácilmente sometido por otra. Debemos comprender que estamos en una época de expansión colonial europea, por lo tanto fortalecer la identidad nacional es visto como una necesidad. -De acuerdo con lo que está diciendo, para fortalecer esa identidad nacional, se debería contar con una cultura propia. A la Argentina, �le costó lograrla por sus corrientes migratorias?-Por eso yo di el ejemplo de Mitre, que es una etapa previa, cuando todavía no se ha producido el gran cambio poblacional. Había que construir la Argentina entendiéndola como una nación a partir de una unidad política. Pero ya aparece allí la necesidad de construir una historia común, el mito originario de la Revolución de Mayo que lo inventa precisamente Mitre.Luego, en 1900/1910, el problema es la Torre de Babel porque ya en esa época hay demasiadas diferencias en la composición social. La Argentina no tiene tanto inmigrantes en términos cuantitativos pero sí en términos cualitativos, es decir en comparación con la población de origen. En Buenos Aires, por ejemplo, en la población económicamente activa, los extranjeros superan el 50% y en el total dicha población supera el 30%, y eso genera incertidumbre y va de la mano con la idea que crece en el mundo de que se es nación si se poseen determinados atributos homogéneos.Entre otras consecuencias, va a provocar, por ejemplo, que un cierto distanciamiento con la Iglesia que existía en la década del '80, en el siglo XX, comienza a ser visto como un problema. Porque la Iglesia genera nociones a partir del mundo de creencias, que son fácilmente aglutinadoras de los sectores sociales menos letrados. La escuela, por otro lado, después de la ley N° 1420 en la década del '80, va a servir para construir identidades comunes.Pero lo que se va a exacerbar a fines del siglo XIX, son determinados rasgos de la escuela: la enseñanza de la historia argentina, de la geografía argentina que aparece como una disciplina específica que antes no existía. Nuestro país aparecía como parte de la geografía de América y, a la par del acto escolar asociado a la transmisión del conocimiento, está el otro campo pedagógico, el campo de los rituales: la izada de la bandera, el canto del himno, el frecuentar las plazas cotidianamente cargadas de estatuas que marcan un panteón de héroes nacionales. Hay todo un edificio muy interesante, siempre guiado por el Estado nacional, y que llega a su paroxismo en 1910, cuando el ministro de Educación, Ramos Mejía, introduce en la educación argentina lo que Halperín Donghi ha llamado `una liturgia cínica casi japonesa': muy temprano, a la mañana, chicos de pantalones cortos cantando Aurora. Es un ritual que tiene mucho que ver con la necesidad de instalar un colectivo social frente al temor de que nos aplastaran las diferencias porque somos una sociedad muy nueva... -Muy heterogénea.-Sí, muy heterogénea. -�Ese ritual nos sirvió para tener una memoria como Nación? -Por supuesto. Hay un proceso de internalización de una identidad colectiva a partir de la entronización de un grupo de héroes y de un par de fechas que se consideran fundacionales. El 25 de Mayo y las figuras de San Martín y Belgrano, es decir una fecha y dos figuras, son los pilares de la historiografía construida por Mitre.

Aparece el esencialismo

-�Cómo cambia este proceso, luego, en la Argentina?

-Desde el punto de vista del nacionalismo, Ricardo Rojas plantea en 1910, la necesidad de un nacionalismo cultural, que tiene algo más de esencialista, es decir, que en la naturaleza de la Argentina hay algo que explica que somos diferentes a los otros. Pero Rojas todavía dialoga bien con la tradición liberal. No hay una recusación autoritaria de la tradición liberal que va a venir en la década del '20. Estudios más recientes, ponen el acento en que el problema central va a venir después porque todavía en el '20 todo es muy contradictorio.

El máximo exponente de ese esencialismo, que en Rojas apenas se insinúa, va a ser Leopoldo Lugones con la famosa convocatoria de la Hora de la Espada. Aparecen dos cosas: una, el nacionalismo del '20 que es distinto al de Rojas; es un nacionalismo que reacciona a otro tipo de temor: el temor al desorden político por la incorporación de las masas a la política.

El temor frente al yrigoyenismo pero que, por otra parte, no deja de ser ambiguo porque si bien Lugones tiene una convocatoria, una apelación claramente esencialista -la Nación como algo inmutable que puede reconocerse claramente en la historia-, también están los Irazusta, en la Nueva República, que es la principal referencia al nuevo nacionalismo de derecha (1927), que admiran la Constitución del '53.

Ahí aparece lo que algunos autores han llamado un nacionalismo republicano pero construido sobre la base de que el yrigoyenismo ha instalado un problema, que es el problema del orden con la incorporación de las masas, y se debe responder a ese dilema. No se puede dejar a las masas afuera pero no se puede tener semejante desorden político. Surge, entonces, la primera recuperación de Juan Manuel de Rosas, no como gobernante, el anti-inglés, sino como el hombre que supo resolver el dilema de contener a los sectores populares.

Ese es el primer revisionismo argentino. Pos crisis del '30, la reacción nacionalista va a tomar un cauce claramente antirrepublicano y antiliberal, que recusa a la Constitución del '53. Es decir, todos los males que la crisis del '30 descubre para la Argentina se buscan en 1853, en esa tradición liberal.

El golpe del '30 tiene diferencias con el golpe del '43. En este último, se ve un nacionalismo maduro. En el '30, en cambio, es un nacionalismo que tiene tantos parecidos con la tradición liberal, que es difícil verlo con claridad.

Riesgos siempre presentes

-�Hasta dónde está bien ser nacionalista?-Yo insisto en esas dos grandes familias en la tradición nacionalista: uno es el nacionalismo en el sentido amplio, que es necesario, pero incluso dentro del nacionalismo restringido hay que diferenciar dos corrientes. Una sumamente peligrosa que parte del esencialismo y que está asociada a la tradición alemana y emparentada con el racismo del nazismo.La otra, en cambio, está asociada a una idea voluntarista y ésta para mí puede dialogar con la tradición contractualista de la Revolución Francesa y con alguna tradición contractualista de nuevo tipo que habría que ver que se corresponda con estos tiempos. Es la idea de un nacionalismo necesario para tener un lazo laico que defina un colectivo social, es obvio que es necesario. El problema es sobre qué parámetros se establece, con qué cuidados se establece.El problema del nacionalismo es que lo puede intentar con las mejores intenciones pero hay que ver cómo se activa en la comunidad. Pasó en 1982 y uno se pregunta dónde estaba encerrado esto que sale así con tanta fuerza; estoy hablando del caso Malvinas y eso es lo que a uno le genera temor.Desde 1983 para acá, se dio un fenómeno de crítica al nacionalismo muy saludable porque permitió desnudar esa trama esencialista. Se debe insistir con eso: la Argentina no es algo esencial, es una construcción histórica y por lo tanto depende de nuestra voluntad colectiva pero, a la vez, desmontado ese sistema, ello no quiere decir que no podamos recurrir a otras imágenes de Nación necesarias para ser, precisamente, un colectivo social.José Nun, secretario de Cultura de la Nación, en declaraciones recientes insiste en que hay que reconstruir un nacionalismo sano y diferenciarlo del enfermo. Creo que cuando habla de un nacionalismo enfermo debe estar hablando o planteando un nacionalismo esencialista. Resulta, luego, difícil definir cuáles son los contenidos de ese nacionalismo sano.El otro problema agregado es que vivimos en el siglo XXI lo que los sociólogos llaman la Segunda Modernidad, que se caracteriza, a diferencia de la del siglo XX, por patrones de ordenamiento de la sociedad menos físicos, se habla de una modernidad líquida para ser claros en los conceptos. Pero lo fundamental de esto son los niveles de fragmentación y desarticulación que existen en la sociedad y el desarrollo de una sociedad cada vez más heterogénea, más diferente, pero con la heterogeneidad distinta de la de principios del siglo XX. Ahora la escuela no uniformiza como antes. -Vivimos en un mundo globalizado a partir de la economía y del acceso a Internet, que significó a nivel cultural un cambio muy grande.-El interrogante es si no es hora de revisar qué nacionalismo nos puede hacer falta, por ejemplo en el concepto de Nun sobre un nacionalismo sano o en el concepto de patriotismo cultural de Jürgen Habermas, tratando de compatibilizarlos con esta nueva sociedad.

Dificultades para llegar a un proyecto en común

-�Por qué nos cuesta tanto en la Argentina tener un proyecto en común? �Por nuestra heterogeneidad?

-Porque tenemos una lectura errónea de cuáles son los elementos que se necesitan para considerar un proyecto en común. Uno de los problemas grandes de la Argentina es que esa heterogeneidad de principios del siglo XX agigantó la idea de que para ser una nación debía ser una comunidad más homogénea que la que era necesaria. La heterogeneidad puede ser una fortaleza. El problema es que pareciera que para la Argentina tener un proyecto en común debía integrar prácticamente a todos, lo que se llama uninamismo, la idea que predominó en el peronismo de la unanimidad. Y el otro gran problema de Argentina es lo que Alperín llamó "la lotería de la Pampa Húmeda", que hacía referencia al fácil desarrollo de la economía argentina en el siglo XIX, que estableció una cultura a partir de la cual, cualquier éxito económico no tan grande no fuera visto como tal. Ha resultado complicado en la Argentina entender que podemos tener proyectos comunes razonables, con ambiciones más acotadas, para construir un país que no aplaste las diferencias, que no pretenda ponernos a todos en una misma plaza; que a lo mejor no sea tan fantástico económicamente pero sí razonable y con una distribución de la riqueza más equitativa, que permita una ciudadanía diferente.

Creo que la Argentina tuvo en el siglo XX varias oportunidades de lograrlo, estaban allí. No es que ha sido difícil para nosotros pero no hemos visto que eso era suficiente, porque siempre hemos ansiado mucho más. El concepto de "Argentina potencia" del peronismo es un caso típico.