"Las manos"

Milagros en tiempos difíciles

Saludable sorpresa. No es frecuente, en una época marcada por el individualismo y las dudas, una película que hable sobriamente de solidaridad y milagros. Foto: Agencia Télam. 

Las manos. Origen: Argentina-Italia, 2006. Dirección: Alejandro Doria. Protagonistas: Jorge Marrale, Graciela Borges, Duilio Marzio, Belén Blanco, Carlos Portaluppi, Carlos Weber, Jean Pierre Reguerraz y Michel Noher. Guión: Alejandro Doria y Juan Bautista Stagnaro. Fotografía: Guillermo Behnisch. Montaje: Marcela Sáenz. Duración: 119 minutos. CALIFICACIÓN BUENA (***)

El compromiso ético para no caer en engañosas manipulaciones con un tema polémico y fronterizo entre la ciencia y la fe es uno de los méritos más claros de "Las manos", que marca el regreso a la pantalla grande del director argentino Alejandro Doria, autor de títulos de distinta calidad pero siempre interesantes como "La isla", "Los miedos", "Darse cuenta" o "Esperando la carroza".

La historia está inspirada en la figura del padre Giuseppe Mario Pantaleo (Pistoia, 1915-Buenos Aires, 1992), un sacerdote salesiano que alcanzó popularidad por su don de diagnosticar y -en ocasiones- curar por imposición de sus manos, padecimientos físicos incurables desde la mirada científica, según el testimonio de centenares de personas.

El mismo director insistió en que desde el guión (escrito en coautoría con Juan Bautista Stagnaro), la película se encarga cuidadosamente de distanciar al personaje real con la versión cinematográfica, aclarando que la película está inspirada en la vida del sacerdote sanador, pero que incorpora tanto partes reales como ficcionales.

Esencialmente, "Las manos" es una afirmación sobre la solidaridad y los insondables misterios de la fe, más que un retrato biográfico; inteligentemente, no construye un relato de certezas sino que se mantiene equilibradamente en el reducido espacio que articula la razón con lo inexplicable.

Aunque registra algunos de ellos, el filme no pone su énfasis en los milagros ni muestra a su héroe como personaje infalible, sino que expone su angustia, sus contradicciones y sus límites en reiteradas oportunidades, dando un lugar importante a sus diferencias y discusiones con las jerarquías eclesiásticas y los continuos hostigamientos de la policía que llegó a perseguirlo porque lo consideraba un curandero.

Una estética austera

Para contar la historia, que tiene una temporalidad borrosa, que abarca desde algún punto difuso de los sesenta hasta principios de los noventa, Doria elige una estética austera y un relato simple y lineal, además de una banda sonora convencional que se limita a subrayar los momentos clave de la narración.

Las actuaciones de actores tan conocidos como Marrale, Borges o Duilio Marzio, son más que correctas y salen del estereotipo. El protagonista masculino, acostumbrado a componer otro tipo de personajes, logra encarnar un padre Mario creíble que trasunta una inocencia casi infantil en su actitud de pureza frente a la vida.

Alejada de su estilo glamoroso, con el cabello rubio teñido y algo descuidado, Graciela Borges compone sobriamente a Perla, algo así como la mano derecha del Padre Mario, quien fue su principal colaboradora para concretar el sueño de la capilla del Cristo Caminante en la empobrecida zona de González Catán.

Profundo sentimiento de humanidad

La película tiene una dimensión épica y un marcado acento emotivo, al ser la historia de una lucha contra las adversidades para lograr un objetivo fraterno, donde se escuchan frases como "yo no soy sin el otro", alejadas del discurso posmoderno.

Hablar de solidaridad, de esperanza y de milagros en una época de violencia y egoísmo consumista, sin caer en excesos retóricos ni moralinas inconsistentes es el desafío de este filme nacional que, básicamente, promueve un sentimiento profundo de humanidad, más allá de las creencias y prejuicios, probablemente porque, como dice Doria: "Los espectadores siguen queriendo ver historias que los dignifiquen".

Rosa Gronda