La encantadora mediocridad
Por Carlos Catania

Que nuestro mundo persevera en la mentira es un atributo que no podemos dejar de reconocerle; exitoso desfase acumulativo que predomina enfrentado a cualquier sistema opositor. La mentira, unida a la mala fe, constituye plataformas de la mediocridad, encantadora actitud indolente, particularmente huraña, con manifestaciones lúdicas y momentos de magnética simpatía. Económicamente despreciables, las sencillas verdades yacen en tumbas anónimas o en el corazón de los hombres cabeza-dura que se resisten a ser entrampadas por tan maravillosa ignorancia, cuyo porvenir se vislumbra como grandioso.

Todos somos mediocres en este o aquel matiz de la existencia. Soldados rasos, digamos. La mediocridad del Estado Mayor es más profunda y abarcadora, pues vulnera exitosamente, con la delicadeza de un gran cirujano, los núcleos del humanismo, se regocija con sus victorias, acomoda audazmente su trozo de vida en el mazacote social y, al respecto, rechaza toda "entropía" que pretenda separar paja de trigo. El mediocre es el trigo de nuestra civilización, nutriente indispensable. Valiente y de gran resistencia, es capaz de zambullirse y deslizarse como un pez en las aguas servidas de la existencia, mérito, asimismo, destacable. Su principio esencial, radica en la complacencia. Disfruta, por ejemplo, leyendo el diario, asimilando noticias y ofuscándose con las que lo perjudican, pero como posee el don de la delicadeza, no hace absolutamente nada para dispensar una cuota de acción social ante los desmanes que la mortifican, es decir que la divierten.>

La primera fórmula de su catecismo, la resume un verso de "Cambalache", tango de Discepolín: "Todo es igual, nada es mejor", otro basamento que les confiere vigor. Mencionar el Exterminio, el Miedo, el Servilismo, el Hedonismo Neurótico..., es tarea de tarados, de gente incapaz de disfrutar de la vida. Puede que en el fondo también los asista la razón y que quienes, desde hace siglos avizoran el descalabro total de la raza humana, sean sujetos fracasados que gozan indisponiendo a otros hombres. Un ciruja no tiene el honor de ser mediocre. Esta categoría es privilegio de una clase pudiente para arriba.>

Alessandro Baricco sostiene que los mediocres no saben que son mediocres. En su calidad de mediocres carecen de la fantasía necesaria para imaginarse que alguien sea mejor que ellos, y por tanto, si alguien lo es, es porque algo no funciona, debe de haber hecho trampas en algún sitio, o en definitiva debe ser algún loco que se cree mejor que ellos, es decir presuntuoso.>

Este tipo de mentalidad, posee la virtud de precipitar la muerte de cierta dignidad, término ausente en el arsenal semántico posmoderno (palabra ésta con ínfulas totalizadoras que nada significa). Pero bueno, con tanta gente que quiere divertirse, entretenerse, �para qué buscar la quinta pata al gato? Ya se ha visto que la ciencia ha dejado atrás, a miles de kilómetros, al humanismo. De ahí que existan tantas personas que consideran estos temas como reflexiones pretenciosas. (�Quién dijo que los mediocres eran acríticos, dóciles y conservadores de taras hereditarias?) �Cómo desconocer los beneficios de la técnica? íCon tantos celulares que manipulan adolescentes, hombres de negocios, políticos y delincuentes! íCon Internet y otros milagros donde las distancias son automáticamente abolidas! íCon la perfección lograda por la TV! (y todavía hay quien se atreve a sostener que en un ochenta por ciento es la nueva Biblia de los Tontos) etcétera. íQué barbaridad!>

Y para colmo, no ha faltado el individuo que afirma: lo que se ha dado en llamar éxtasis comunicacional es un estado en el que ya nadie se hablará. Ávido por disponer de nuevas técnicas, el mediocre se resiste a "utilizar" ideas nuevas, precaución que requeriría algo más que una sosegada reflexión. Por otra parte, �cómo es posible que un sujeto tan idiota como Shakespeare (y además homosexual), haya escrito, en la segunda parte de Enrique IV, lo que sigue?: "La virtud es tan poco estimada en estos tiempos de mercantilismo, que el valor se ha convertido en exhibidor de osos. El genio se ha hecho mozo de mesón y gasta su viva inteligencia en tender cuentas; los demás dones que pertenecen al hombre, dada la manera como la molicie de este siglo los acomoda, no valen un pepino". Y encima, �cómo se atreve a pronosticar que "Tiempo vendrá en que este sucio pecado, reuniendo todas sus fuerzas, reventará en putrefacción como una úlcera"?>

�Qué se creía este inglés pedante? No vale más que esos escritores que, después de leer una biografía, publican una glosa de la misma para informar lo "cultos" que son. Cierto defecto predominante en su carácter, los compulsa a hacer pública su capacidad intelectual casi nula. Una suerte de automutilación.>

Por eso, mejor no hablar de estas cosas. Nada de argumentos fragmentados que, con el tiempo, se han tornado incómodos, cuando no peligrosos. Mejor no inquietar a esas tendencias posesivas, en guardia, que con innegable talento, mutilan toda comprensión de razonamientos ajenos a su estilo, lo suficientemente execrables para merecer que les prohíban el paso. Tampoco es aconsejable hablar como entre paréntesis o utilizar ciertas modulaciones de la ironía. Si la mediocridad ha encontrado también terreno fértil en las instituciones de la República, es porque su fuerza incontenible seduce a las mayorías.>

Los mediocres, siguiendo puntillosamente las reglas de la buena educación, desprecian con energía, entre otras cosas, a los lamentadores; piensan que la pobreza existe porque los pobres son unos vagos y consideran que los rubios son más lindos, limpios e inteligentes que los negros, etcétera. Pensamientos tan profundos no admiten réplica. No caigamos entonces en el absurdo de insistir, por ejemplo, que en la educación griega, la utilidad era, en gran medida indiferente, y que lo fundamental era la belleza, porque estaríamos socavando las altas cimas desde donde se lanzan los suicidas prácticos, los que ventilan el mundo con su aliento. No vaya a ser cosa que nos consideren reaccionarios.>