Hacer lo que quiere la gente

Hugo E. Grimaldi (DyN)

Para ir dibujando el cierre de 2006, nada más apropiado que recordar aquella verdad justicialista, la primera del decálogo, que expresaba que "la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere". En estos tiempos de dirigentes que cada vez dirigen menos y que sólo hacen seguidismo de las encuestas, el grandilocuente término "pueblo" bien podría ser reemplazado por el más aceitoso "gente", pero el concepto es el mismo. La verdadera soberanía, Alberdi mediante, no reside hoy tanto en la inteligencia de la gente, sino en sus deseos.

Los dirigentes, ya sea políticos, empresariales, sindicales o educativos, han dejado de ser quienes fijan los rumbos y sólo se dedican, pasivamente, a interpretar. Se han convertido en rehenes de la "gente" y, en el extremo, de las asambleas populares, de la militancia callejera y de sus imposiciones, en un tiempo de profundos cambios de valores.>

De un modo u otro, por conveniencias ideológicas o económicas, es la sociedad la que marca el ritmo, para bien o para mal. Conviene recordar que de la misma masa crítica que ha pivoteado para un lado o para el otro han salido los últimos gobernantes de la Argentina y que de sus vaivenes han surgido presidentes tan disímiles como Fernando de la Rúa, Carlos Menem o Raúl Alfonsín, a quienes, después de haberlos endiosado, invariablemente la misma gente que los votó le dio la espalda. Hoy, más que antes, el que se la crea corre peligro de ser empujado al abismo.>

Otra frase de viejo cuño peronista, la que aludía al bolsillo como la "víscera más sensible" del individuo, marca que, para la sociedad, tras el caos de 2001, lo económico sigue teniendo vigencia prioritaria, aun por encima de los aspectos institucionales. Es esta cuestión, precisamente, la que caracteriza con mayor fidelidad este fin de año a toda orquesta, que se traduce en un consumo casi desenfrenado. Es la gente la que conduce el barco de acuerdo con sus ganas y estas ganas pasan hoy por vivir mejor, aunque sea sin ahorro y al estilo de una marketinera propuesta de "viaje ahora y pague después" que el gobierno convalida porque, además, le da rédito político: decora a su favor el escenario de los reparos y les tapa la boca a los opositores. En este punto, Néstor Kirchner se ha constituido en un fiel ejecutor de las enseñanzas de Juan Domingo Perón y es el que la tiene más clara.>

Hay que decir también, a modo de balance y primero que nada, que el gobierno tiene con qué. El propio presidente se encarga de repasarlo a diario. Por supuesto, que el discurso oficial omite prolijamente hablar de dos o tres cuestiones que los analistas sindican como debilidades notorias de la economía hacia el futuro: la necesidad de impulsar la inversión, el peligro inflacionario y la complicada situación energética.>

Una nota aparecida en la revista británica The Economist fue fiel reflejo en la semana de esta dicotomía, aunque las usinas oficiales se empeñaron en difundir lo meritorio, sin consignar lo preocupante. El semanario dijo que "en las calles de Buenos Aires el cambio es tangible. Autos y electrodomésticos vuelan de los locales. Los cines y los teatros están atestados de gente. Los centros turísticos (resorts) cuentan con importantes reservas para el verano en el hemisferio Sur. El desempleo cayó a 10,2 %". Sin embargo, al panorama de tanto auge para las capas medias/medias-altas que tanto se ponderó sin incluir a los más pobres le faltó marcar una vuelta de tuerca: "El consumo ha crecido, pero la inversión ha colapsado. La Argentina ha agotado sus reservas de gas, de un valor de quince años de producción a menos de diez. Fuentes industriales advierten sobre apagones en 2007, si las condiciones climáticas son desfavorables. El temor a los apagones ha suprimido inversiones en negocios intensivos en el uso de la energía, como el acero, aluminio y la industria petroquímica", señaló dramáticamente la publicación.>

La reticencia a hablar del resto de las cuestiones sociales se explica no tanto porque no se hayan intentado los deberes, sino porque el deterioro humano ha sido (y será) de muy difícil recuperación. Quizás por ello, ese tipo de estadísticas no se repasa oficialmente con tanta profundidad, salvo en las obligadas menciones a la disminución ostensible del desempleo, la pobreza y la indigencia o a las mejoras en la distribución del ingreso, siempre referidas a una comparación contra lo peor de la crisis. Todo este impresionante listado de logros económicos y de insuficiente recuperación de los indicadores sociales, con sus asignaturas pendientes incluidas, tiene una evidente apoyatura en el favorable contexto económico internacional. En general, se subraya que, al menos en los aspectos comerciales de precios robustos, el mismo tiene alta chance de mantenerse incólume durante 2007. Por otro lado, hay muchos otros analistas que ven la situación como algo estructural, una especie de nuevo piso alcanzado tras la irrupción de China y la India en el mundo del consumo, de difícil reversión.>

Sin embargo, por el lado de los movimientos de capitales, correlato de los vaivenes de la economía de los Estados Unidos, la situación para el año próximo no le queda del todo clara a todo el mundo. De allí que la situación de riesgos emergentes tan reducidos mantenga a la biblioteca bastante más dividida.>

La necesidad de estimular inversiones resulta indispensable, entonces, para cortar los nudos críticos que impiden una mejor performance de los indicadores sociales. Para ello, se estima que no sólo basta con redistribuir partidas que contengan generosos subsidios, sino que es necesario dar señales sobre reglas de juego más estables y verdadera vocación de institucionalidad. En este punto, resultó un soplo de aire fresco el desaire que el Consejo de la Magistratura le hizo a los representantes del gobierno sobre el caso del conjuez Diego Estévez, quien falló sobre el caso Río Tercero a contramano del gusto presidencial. A Estévez, en todo caso, lo apartarán sus superiores por cuestiones procesales y no un ente que pretende decirles a los jueces cómo deben o no deben fallar.>

¿Por qué estos reparos, que la oposición a veces exacerba sólo para oponerse? Porque otra de las asignaturas pendientes del gobierno es una menos ideológica inserción en el mundo, ya que éste se ha convertido en una carrera de todos contra todos, donde a los países que derrapan y se quedan mucho les cuesta repechar la cuesta. Hay que tener en claro que la Argentina está creciendo a tasas chinas sólo para recuperar posiciones y que hoy apenas sobrepasa el nivel del año 1998. Meritorio, pero insuficiente. Otros países tienen una performance más homogénea en el tiempo, si se hace una medición de mayor aliento, y de esa meta aún se está lejos.>

También hay que consignar que el presidente, como ha sido quien mejor ha demostrado saber qué cosas quiere la sociedad que haga, tiene un talón de Aquiles personal de difícil disimulo: su equipo es solamente él. Por eso, si cambian los vientos y si no sabe adecuar las nuevas demandas a los nuevos tiempos, es él quien más tiene para perder. Todo un desafío para Néstor Kirchner, a las puertas del año de la continuidad.>