"-Señor -pregunta el narrador al guardia que vigila que nadie robe los costosos objetos en subasta que llenan los cuartos de una cortesana que acaba de morir-, ¿podría decirme el nombre de la persona que vivía aquí?
"-La señorita Marguerite Gautier".>
El narrador la ha visto a veces "yirando" por los Champs-Élysées, y la describe: "En un óvalo de una gracia indescriptible, ponga usted unos ojos negros rematados en unas cejas de un arco tan puro que parecía pintado; he aquí esos ojos de grandes pestañas que, cuando descendían, arrojaban sombra sobre la rosada tez de las mejillas; trace usted una fina nariz, recta, espiritual, de narinas algo abiertas por una aspiración ardiente hacia la vida sensual; dibuje una boca regular, cuyos labios se abrían graciosamente sobre unos dientes blancos como la leche; coloree la piel con ese terciopelo que cubre los duraznos que no han sido tocados por mano alguna, y tendrá usted el conjunto de esa cabeza encantadora". Agrega que había sido la querida de los jóvenes más elegantes. Le decían "La Dama de las Camelias".>
Como escribe en el prólogo de la edición que acaba de publicar Losada, Ariel Dilon (a cargo también de la traducción), "éste, el relato de su pasión, redención y muerte por un amor que todo el dinero del mundo no habría podido comprar, pero que el dinero, principio simbólico de los intercambios sociales, logró efectivamente hundir en la desesperación y el olvido".>