DE RAÍCES Y ABUELOS
Gratificante herencia de valores y enseñanzas
Familia Ramón. La Prof. Rosa Ramón realizó una completa investigación sobre sus abuelos oriundos de Ibiza, España, de quienes recibió un legado lleno de ejemplos de trabajo y solidaridad. textos de Mariana Rivera

"En recuerdo de mis abuelos, Rosa Pena y Miguel Ramón Basora" dedica el texto que elaboró la Prof. Rosa Ramón, una lectora santotomesina que se comunicó con De Raíces y Abuelos para contar la historia de sus antepasados ibicencos, del que a continuación publicamos algunos extractos.

En la vida de toda persona -reflexionó la autora- los abuelos cumplen un rol muy significativo: son los responsables de los mimos y las manifestaciones amorosas más nobles y generosas que reciben los nietos, ya que en ellos ven la prolongación de su sangre. Pero si además se ocupan de la crianza de alguno de ellos eso hace más valioso su amor y dedicación.>

Tal fue mi caso -aseguró-, criada por la familia constituida por un ibicenco: don Miguel Ramón Planells de can Basora (casa de donde provenía), nacido en San Miguel en 1883, y doña Rosa Pena de Ramón, nacida en la provincia de Lugo (Galicia), alrededor de 1887, quienes se conocieron en Buenos Aires cuando cada uno de ellos había emigrado de su país de origen en busca de trabajo.>

Aseguró que "así como llegaron los inmigrantes a nuestro país también llegaron los abuelos. Quizás esa llegada a Buenos Aires fuera simultánea, no puedo precisar ese dato, pero sí que el abuelo tenía 22 ó 23 años cuando -escapando de la guerra de Marruecos- se embarcó para América del Sur, precisamente a Argentina, llegando aproximadamente en 1906".>

Cabe mencionar que, desde el siglo XV, Portugal y España habían tomado posesión de todos los puertos marroquíes. Posteriormente, en 1906, la Conferencia de Algeciras dio a Francia también privilegios especiales sobre ese territorio, motivo por el cual cada país enviaba. Recordemos que -según el censo realizado en esa época- la primera década del siglo XX marca la llegada del mayor aluvión inmigratorio a nuestro país.>

Nuevos horizontes

Su investigación prosigue diciendo que la situación económica de la familia, la falta de perspectivas laborales y sociales y el miedo a morir en la guerra lejos de la familia llevaron a mi abuelo a desertar. Así se lo hizo saber a su madre en una de las licencias concedidas y, sin el consentimiento de su padre, decidió emigrar en busca de otros horizontes.

Allá quedaron los padres, un hermano que vivía en casa materna (Juan) y otros tres que posteriormente emigrarían: Vicente a Panamá, José también a la Argentina y Eulalia, traída años más tarde por sus hijos.>

Ahí se conocieron Miguel y Rosa y decidieron unir sus vidas, precisó. La abuela era empleada doméstica al igual que su hermana María, que también había llegado buscando mejores posibilidades de vida. No tenía instrucción, no sabía leer ni escribir, sólo le habían enseñado a cuidar cabras, manejar la guadaña y realizar tareas hogareñas.>

La primera etapa no fue buena y el abuelo decidió volver a Ibiza, a la casa materna, llevando a su esposa y dos hijos argentinos: Juan y Antonio. Probaron nuevamente quedarse en su patria de origen pero las condiciones no mejoraron por lo que, nuevamente, decidió volver solo a la Argentina, pero esta vez se estableció en Santa Fe.>

Arduo trabajo

Trabajó duramente -continuó- durante 7 ó 8 años en una fábrica de jabón del señor Llauró y comenzó por hacerse una casa precaria con una huerta y ciertos animales: gallinas, ovejas y chivos. Su obsesión era lograr una estabilidad económica para poder traer a su familia y así lo hizo.

Mandó llamar a Rosa y a sus hijos, quienes sin dudarlo y con una gran fe en ese esposo y padre que con sacrificio y mucha tenacidad había podido concretar un hogar en la nueva patria, cruzaron nuevamente el océano. Esta vez lo hicieron en compañía de un joven sacerdote, el presbítero Miguel Torres, a quien el arzobispado de Santa Fe destinó a la zona de Santo Tomé y a quien se le debe la creación de la parroquia "Nuestra Señora de Luján".>

Del abuelo -explicó- guardo recuerdos muy vividos, a pesar de los años transcurridos: su descripción de la casa natal en San Miguel, Ibiza, y de las islas que la circundaban, ya que ese paisaje lo tenía incorporado en su retina y en su corazón.>

Gratos recuerdos

Tengo presente -agregó- su ansiedad por informarse sobre su patria a través de aquellos paisanos que recién llegaban o habían podido volver para visitarla; su permanente preocupación por saber de su madre y sus hermanos a través de los años. Había aprendido a leer deletreando gracias a quien, en una de sus travesías le había enseñado las primeras letras, pero no sabía expresarse en forma escrita por lo que me correspondía como nieta contestar las cartas que recibía de sus familiares.

Y continuó: De él también destaco su fidelidad a la patria de nacimiento, no quiso jubilarse porque algún paisano le informó que para ello debía nacionalizarse y él no quiso hacerlo. Conservaba sus costumbres y tradiciones españolas, no recuerdo la fecha de su cumpleaños ya que él celebraba la de su santo, 29 de septiembre (San Miguel Arcángel), así como la abuela lo hacía el 30 de agosto, Santa Rosa.>

En esas ocasiones preparaba alguna de las comidas típicas e invitaba a sus hijos, nietos, paisanos, más allegados y el presbítero Miguel Torres consideraba parte de la familia. Disfrutaba preparando el arroz con azafrán al que le agregaba pollo, calamares y otros ingredientes.>

Legado fundamental

El sentido de solidaridad manifestado concretamente en la ayuda económica a tres de sus sobrinos, Miguel, José y Juancito para que pudieran venir a la Argentina, además del alojamiento que les brindó en su casa hasta tanto pudieron independizarse, es otro de los gratos recuerdo que Rosa Ramón conserva de su abuelo.

También destacó sus valores religiosos: "Fue amigo de muchos sacerdotes españoles entre Monseñor Miguel Torres, el presbítero Vicente Noguera. Si bien no era partidario de frecuentar la iglesia para Semana Santa vestía su único traje y corbata negra y junto a su familia recorríamos las 7 iglesias. Ante la muerte de algún paisano o familiar agregaba una cinta negra a la manga en señal de duelo y acompañaba a la familia en velorios y misas recordativas".>

De la abuela -planteó- recuerdo su amor a los animales: cuidaba sus pollitos y numerosos canarios, además de la simplicidad de su vida cotidiana sin comodidades, con una cocina a leña que debía prender todos los días, con el pan casero que leudaba en una batea desde el día anterior y luego cocinaba en el horno de barro. De su quinta extraía las verduras que nos servían de alimento y que generosamente regalaba a los vecinos que venían a pedirle. Destaco su preocupación por mi educación, motivo por el cual me enviaba al Colegio de las Hermanas Esclavas y me insistía en que estudiara para labrarme un porvenir en el futuro.>

Tradiciones de la isla

Rosa Ramón aseguró que "uno de los recuerdos más significativos de mi niñez es el haber acompañado al abuelo a las quintas de los paisanos en Santo Tomé, donde era requerido para sacrificar los cerdos que la familia -durante todo un año- habían engordado y preparado para ese fin".

Las matances -continuó- eran un hecho social profundamente arraigado en la cultura y tradición de los baleares y que los ibicencos inmigrantes continuaban practicando en su nueva patria. La familia donde se carneaba invitaba a sus vecinos y amigos, ya que se requería del trabajo de botifarro (la morcilla), la varia y la sobrassada (chorizo colorado).>

El ritual de la cocción se hacía en una gran caldera de cobre y estaba a cargo de la abuela de la casa. La caldera debía hervir, pero no demasiado, debía cuidarse de no girar los embutidos, ya que de lo contrario, se rompían. Luego, al grito de "bon profit" se iniciaba la comida principal, la cena de matances, fundamentalmente a base de arroz y patatas hervidas con carne, "ossos pelats" y col, el famoso "bullit de matances". De postre: ensaimada, boniatos con miel, almendras y nueces.>

Las mujeres debían hacer la comida, además de coser un extremo de los intestinos, llenar las sobrassadas, botifarrons y volver a coser el otro extremo, también salar los huesos, cara y orejas del cerdo. "Era un día verdaderamente de fiesta y todos los disfrutaban sanamente. Recuerdo las matances en la casa de los Marí, de los Roig, de los Tour", concluyó.>

El Centro Balear

Esta institución fue formada con la finalidad de reunir a los inmigrantes de las Islas Baleares radicados en nuestra ciudad y permitirles continuar con sus costumbres y tradiciones, y poder transmitírselas a sus descendientes.

La Prof. Rosa Ramón admitió que "fue muy importante para el abuelo y para quienes no tenían familiares aquí. Se convirtió en la familia que los contenía afectivamente y les brindaba el apoyo laboral y económico que necesitaban".>

Fue fundado el 23 de setiembre de 1923 y su abuelo fue uno de sus socios fundadores, institución que frecuentó asiduamente. Recordó que "era amigo personal de don Mariano Rivera, quien lo acompañó siempre en su labor dentro de la institución y mereció en sus últimos años el título de socio honorario. Por entonces, seguía concurriendo con don Salvador Vidal a jugar `al burrito' por unas monedas y de paso ver a los paisanos".>

Rosa conserva gratos recuerdos de los almuerzos anuales del Centro Balear, a los que concurría los 23 de setiembre y donde degustaban las comidas típicas y compartían fraternalmente los bailes tradicionales.>