Casos
De empresa a cooperativa
Los años 90 dejaron un tendal de pequeños empresarios arruinados. Algunos de aquellos perdedores nunca se recuperaron. Pero hubo otros que sí lo hicieron, aun a costa de dejar en el camino el concepto de empresa privada. Es el caso de Micrón 70, de Santo Tomé.

A principios de los años 90 hacían furor en la Argentina los juegos de salón, con pantallas y programas electrónicos. En el 91, Pablo Rubin vio que en Santa Fe eso estaba creciendo y decidió comenzar a fabricarlos. La estructura se hacía localmente y la electrónica, comprada en Buenos Aires, se ensamblaba. Le fue tan bien que en el '92 compró una pequeña empresa de Santo Tomé, Micrón 70, que era una fábrica de máquinas envasadoras. La compañía ahora tenía dos rubros: los videojuegos y una línea de artefactos para envolver paquetes, termo sellar y llenar sachets.

"Era una empresa chica, que no podía competir contra los líderes, pero siempre se encontraban nichos que las grandes no atendían. A eso se sumaba que la gente de Buenos Aires o Rosario no siempre podía dar servicio rápido (post venta), mientras que nosotros podíamos estar en 24 horas o menos", recuerda.

La pequeña empresa siguió creciendo, pasó de 3 a 15 personas y compró nuevas máquinas para realizar trabajos de mayor compromiso. En el 2000, la compañía quebró.

Motivos

"Los problemas comenzaron en el '98. Con el 1 a 1 las empresas del rubro, que tenían capacidad de exportar, decidieron vender en el mercado interno. Ahí llegó el momento en que las pequeñas compañías estuvimos obligadas a rediseñarnos o desaparecer. Lamentablemente, yo no supe rediseñar mi empresa y desaparecí", admite.

Cuando analiza aquel mal trago, Rubin reflexiona sobre una debilidad de los micro y pequeños emprendimientos: "Hay una cuestión con los pequeños empresarios argentinos y es que tienen mucho de improvisados. Esto sucede porque a medida que van creciendo no se forman a sí mismos, se apoyan en su experiencia personal. Piensan que es necesario formar otros cuadros de la empresa, particularmente técnicos, pero se excluyen ellos mismos de esa formación, sin darse cuenta de que a medida que la empresa crece, son mayores las exigencias para quienes las conducen", apunta.

Otro motivo del fracaso, Rubin lo atribuye a la falta de atención al área administrativa y al miedo a reconvertirse. Nadie quiere dejar de lado la propia experiencia en un rubro. "Si nos hubiésemos atrevido a transformarnos de una empresa productiva a una empresa de servicios, probablemente hubiésemos sobrevivido", sostiene.

Volver

Pero aun con la persiana cerrada, se mantuvo en el sector, y en plena crisis de 2001 se abrió un nicho. Un fabricante de máquinas pasteurizadoras le pidió el diseño y producción de 10 máquinas para llenar y sellar sachets. La cuestión era que Rubin no tenía dinero como para volver a levantar su compañía, aunque mantenía el nombre.

"Arrancar con una nueva empresa sin capital de trabajo es muy difícil. �Cómo se hace con las retribuciones? El costo salarial es decisivo a la hora de encarar un emprendimiento productivo", resalta durante la entrevista.

La salida fue reanimar la antigua compañía, pero bajo la figura de Cooperativa de Trabajo Micrón 70 SRL, donde confluyeron antiguos socios y empleados, más otros que se fueron agregando en el camino. Ahora son 11 personas, trabajan en 3 talleres distintos de Santo Tomé y Santa Fe y nadie tiene un sueldo.

"En la cooperativa de trabajo, el salario no existe. Cada socio, de acuerdo con la tarea que realice, retira un adelanto de la ganancia, que equivale, más o menos, a un salario. Al final del año, cuando se cierra el balance, se reparte un 5 por ciento para cada uno de los socios y el resto de la ganancia queda dentro de la cooperativa y se reinvierte", explica Rubin, que ahora preside la cooperativa.

La cuestión es que fabricaron las primeras 10 máquinas en la nueva etapa, con un detalle casi olvidado: el trabajo fue pagado en Letras de Cancelación de Obligaciones Provinciales (Lecops).

Diversificar

Hoy la cooperativa mantiene en cartera varias líneas de empacadoras, selladoras envasadoras, dosificadores y cerradoras. Pero es sólo la mitad del negocio. La otra mitad está constituida por adminículos para el transporte de mercaderías.

"Éramos electromecánicos y agregamos la metalmecánica. La idea es ir con una cartera más amplia de productos y allí, además de nuestra fabricación, comenzamos a comercializar productos de terceros", indica.

La clave está en que a medida que se activa la economía, es mayor el transporte interno de bultos "Los clientes crecieron. Antes necesitaban una carretilla para mover determinada cantidad de kilos. Ahora necesita una zorra hidráulica o un auto elevador eléctrico", apunta.

Ese tipo de movimiento de mercaderías es un nicho poco conocido. Se supone que una carretilla es siempre lo mismo. Pero en realidad existen unos 30 modelos distintos, de acuerdo con los requerimientos del cliente. No es igual la necesidad de un comerciante del mercado de abasto o de un repartidor de bidones de agua, que los de la Red Megatone, empresa a la que la cooperativa ha entregado unas 150 carretillas, en los últimos 9 meses, diseñadas a medida para los bultos que manipula.

"Fabricar carretillas o carretas tiene su complejidad", explica Rubin. "Por ejemplo, es muy importante la parte ergonómica. Siempre es una persona la que la empuja o la mueve y eso se relaciona con los ángulos de la manija o el ángulo en que se apoya la planchada en el piso. Hay que calcular muy bien, porque cualquier error puede provocar que los 100 ó 150 kilos de carga se vengan encima del operario. Las carretillas del mercado de abasto llevan entre 500 y 600 kilos", indica.

Changos

A principios de 2006 la cooperativa incorporó como socio a un hombre que venía del supermercadismo, con la expectativa de ampliar su participación en ese sector. Uno de sus primeros aportes, fue advertirles a los restantes socios que "el primer contacto que tiene el cliente de un supermercado es con el changuito. Si el changuito no camina derecho, el cliente arranca mal".

Es una verdad absoluta. Tanto que cuando la cooperativa fue con la oferta de hacer mantenimiento de los carritos, los gerentes de los supermercados -famosos por su dureza a la hora de negociar- aceptaron la propuesta.

Lo concreto es que hoy Micrón 70 tiene acuerdos de servicio con Wal Mart y Coto para sus sucursales de Santa Fe y Paraná, y comenzó a hacer lo mismo con la cadena Dar. �Y de cuántos changuitos se habla? El cálculo de los cooperativistas es que en los supermercados de la ciudad de Santa Fe están en uso unos 15 mil, de los cuales cerca de 7 mil están bajo servicio de la cooperativa.

"Es un negocio finito. Es mucho trabajo y un margen chico, porque los supermercadistas tienen una administración muy aceitada y barajan precios de todo el país. Pero nuestra teoría general es mantenernos en ganancias pequeñas con continuidad, dejando que las mayores (máquinas con más valor agregado), se produzcan de tanto en tanto", expresa.

La marcha de los negocios alentó a la cooperativa para abrir en Santa Fe, a fines del presente mes, un salón de exposición y ventas, donde exhibirá las máquinas de envasado que fabrica de manera estándar. Al mismo tiempo, y antes de fin de año, concentrará en un solo sitio, probablemente Recreo o Monte Vera, "el actual taller y los 2 tallercitos" para pasar al concepto de planta industrial.

Félix Canale