Por Julio Anselmi
"El misterio de la Laguna Negra", de Thomas H. Cook. Umbriel, Barcelona, 2007.Chatham es uno de esos pueblos de tenso orden que, de estar en Francia, podría haber servido como escenario a un film de Claude Chabrol, o de estar en Inglaterra, a alguno de los buenos filmes de Joseph Losey. A ese pueblo estadounidense llega una nueva profesora de artes plásticas, hermosa y con un pasado cargado de extensos vagabundeos aventureros, ya que desde niña ha dado vueltas por el mundo con su padre. Esta mujer será, aunque sólo en mínima parte responsable, de un vórtice de pasiones que concluirán en una serie de fatales desgracias, muerte y locura.
Todo está narrado por un hombre casi anciano cuyos recuerdos obsesivamente recurren a su primera adolescencia, cuando ocurrieron los hechos siniestros, y en esos saltos temporales y en el progresivo develamiento de los sucesos de la Laguna Negra estriba la sabia y apasionante construcción de esta novela. Un esclarecimiento en el cual Thomas Cook sagazmente da parciales pistas para que la fantasía del lector juegue sin pausa. Es que el narrador tiene mucho que ocultar, que ocultarse a sí mismo se diría.
El narrador, un anciano misógino, gris, desprovisto de toda ambición y de todo amor, recuerda el despertar de sus fervores juveniles, cuando la nueva profesora y la lectura de un libro de su padre viajero le revelan que existe un mundo fantástico y excitante, lo opuesto a ese pueblo brumoso y a la figura señera de su padre, un director de escuela dedicado con meticulosa responsabilidad a su trabajo, a su familia y a una ética que su hijo adolescente asimilará demasiado tarde.
Cuando la nueva profesora elogia al muchacho algunos bocetos, él anota: "Era la primera vez que un profesor me halagaba. Desde luego, ninguno había sugerido hasta entonces que pudiera tener talento para algo que no fuera la soledad y el malhumor. Para los demás profesores yo siempre había sido una decepción, alguien a quien se toleraba por ser hijo del director, un niño de perspectivas y ambiciones limitadas, un `chico pasable', como le oí decir una vez a mi padre, en un tono que me sorprendió por la profunda condescendencia que revelaba, como si reconociera que no era nada y que nunca lo sería".
Con ecos del Nathaniel Hawthorne de "La letra escarlata" (en una entrevista, Cook admitía: "`La letra escarlata' aborda justamente el mismo tema que `El misterio...'. Cuando se vive allá donde existe una conflictiva relación entre la libertad y la cohesión del orden social surgen problemas como el que plantea `La letra escarlata"'), "El misterio de la Laguna Negra" es una terrible novela de iniciación; terrible porque será un ingreso espantoso en la vida, sin demasiadas posibilidades de rescate. En un pasaje de la novela un personaje sentencia: "Es curioso que siempre haya que tomar tantas decisiones antes de estar preparados para tomarlas. Todas las importantes, supongo. Sobre la vida. El trabajo, la persona con la que te casas... Espero que tomes las decisiones acertadas, Henry. Si no, la vida puede ser tan... falsa. Acabas preguntándote si merece la pena vivirla".
Thomas H. Cook, escritor al parecer de amplia difusión, autor de "Instrumentos de la noche" (también publicada por Umbriel) y de más de quince novelas, está lejos de ser un rápido confeccionador de best-sellers. Que sus novelas sean de fácil lectura no impiden que sean profundas y apasionantes, un doble logro en definitiva.