Se sabe: el estrés es un mal de nuestra época y la respuesta del cuerpo a condiciones externas que desestabilizan emocionalmente a una persona. Las causas que lo originan pueden ser muchas: desde el nacimiento de un hijo hasta presiones laborales. Así, el estrés avanza por nuestro cuerpo, afectando órganos y funciones de todo el organismo. Inclusive, las células de la piel atentando contra su belleza.

Conocido como estrés celular, su huella en el rostro es sinónimo de una dermis opaca, deshidratada, rígida, enrojecida y tirante, que suma años. Con su presencia se dispara la producción de grasa -inclusive en las pieles más secas-, los poros se hacen más grandes y visibles, aparecen granitos e impurezas y aumento de sensibilidad. Además, al liberarse la hormona histamina, la función protectora de la piel disminuye y la hace más vulnerable, intolerante y hasta puede generar procesos alérgicos y trastornos cutáneos.

La belleza y lozanía de la piel también tiene otros enemigos: la exposición a los rayos UV, el ozono, la polución, la nicotina, la contaminación ambiental y una mala alimentación. Todos ellos favorecen la formación de radicales libres que causan el llamado estrés oxidativo y su correlato: el envejecimiento prematuro de la piel. Un panorama poco alentador que impide lucir un cutis saludable y, por ende, joven.

Por suerte, las firmas cosméticas han avanzado en sus investigaciones para crear fórmulas con activos y componentes naturales que combaten estos males y prometen soluciones.