Sus integrantes aseguran que con los años van perdiendo las raíces
Los Tobas, una comunidad en peligro de extinción
Sumidos en el abandono, los Tobas piden ayuda. Viven de changas y de la venta de artesanías de arcilla y fibras de palma que hacen con sus manos. Lo que ganan no les alcanza para vivir. Quieren capacitarse, pero necesitan que les abran las puertas.

"CevenacTáíque aca la copa na leches", reclama en su lengua la comunidad Toba de Las Lomas, para expresar la necesidad de que el nuevo gobierno municipal les restituya las ayudas de alimentos que hace más de un año cortó la gestión anterior. Más de 200 chicos se quedaron sin el comedor que les daba una copa de leche en la mañana y un suculento almuerzo al mediodía.

"Hubo gente que no nos quería y nos decía que no había plata en el Estado", manifestó María López, la cocinera del comedor, al ser consultada sobre el motivo que esgrimieron las ex autoridades. "La comunidad vive de changas y de la venta de artesanías en barro que no alcanzan para comer".

Alrededor de 1.000 personas conforman la comunidad Toba de Las Lomas. Son familias muy numerosas, de entre cinco a diez integrantes cada una, que arribaron a la ciudad diez años atrás en los trenes de Santa Fe Cambios. Provenientes de Chaco, los primeros en llegar reconocen que eligieron esta zona por las perspectivas laborales que aparentaba, ya que en sus lugares de origen eran explotados por las compañías algodoneras.

"Nos dedicábamos a juntar el algodón. No teníamos propiedad sobre la tierra y la vida era muy dura. No teníamos agua ni herramientas para trabajar", contó Cleto Mansilla. Y agregó: "Cuando éramos chicos, no pudimos ir a la escuela porque teníamos que trabajar. Acá, es distinto".

Aunque esperaban otro panorama, no están desilusionados de la vida que les ofreció Santa Fe. Así, en un barrio periférico del oeste que tiene muchas necesidades, pasan sus días haciendo artesanías en barro y fibras de palmas que luego intentan vender en la calle o en esporádicas ferias de indígenas. Algunos hombres se dedican a la albañilería o hacen changas, mientras sueñan con recibir cursos de capacitación.

Memoria en extinción

La comunidad Toba de Las Lomas, sin distinción de edades, se comunica en su lengua; lo que a cualquier criollo le llama la atención porque significa que conservan un rasgo que le es propio. Sin embargo, a la hora de hablar de su historia, reconocen que se ha ido perdiendo con los años y temen que en un futuro, no muy lejano, se extinga por completo.

La imagen de una familia Toba sentada sobre la vereda de la periferia urbana, expresa la erosión del patrimonio cultural e inmaterial argentino. Junto con las comunidades Mocoví, Pilagá, Chorote, Chané y Coalla, entre otras, desde finales del siglo XIX los Tobas han sido diezmados y sometidos. En la actualidad, el panorama no parece distinto. El poco espacio en la agenda pública de una Nación que no los reconoce en la genealogía ancestral, propicia que los Tobas pierdan su memoria histórica.

Aborigen significa "los que están desde el principio", los Tobas son los caminantes del gran Chaco y pertenecen al grupo lingüístico Guaycurú. Situados en Chaco, Formosa, norte de Santa Fe y Salta, y en algunas provincias paraguayas, la expropiación de sus territorios y las transformaciones de la economía y la sociedad moderna los han forzado hacia el desplazamiento urbano. En Santa Fe subsisten más de mil. Son hábiles con la arcilla y los tejidos vegetales.

María López entrelaza fibras de palma durante tres días hasta armar un bolso que luego vende por siete pesos. También crea palomas, loros y otras aves con arcilla. Los más de 400 niños hablan español en las escuelas, mientras sus padres les enseñan el Toba en sus casas. Sin embargo, la permanente aculturación hace que, poco a poco, olviden sus orígenes.

Paloma Toba

Luchan por la escrituración de los predios de Las Lomas y de suelos para la agricultura. La tierra es elemental y a diferencia de los criollos, los Tobas asignan propiedad comunitaria. En sus territorios materializan sus identidades y prácticas culturales.

La Declaración Universal sobre los Derechos de los pueblos indígenas, aprobada este año por la ONU, buscará proteger las culturas a las que, de acuerdo con el investigador Efrén Diego Domingo, pertenecen 370 millones de personas en el mundo. Estados Unidos estuvo en contra del dictamen de la ONU. En él se establecen derechos como la no discriminación, la libre autodeterminación, la integridad física, el no desplazamiento y la reparación justa.

En Colombia, comunidades indígenas como las Paeces, Totoroes y Yanaconas se han asociado para reivindicar la importancia del patrimonio amerindio latinoamericano. En Bolivia, los nativos se han confederado y debaten la autonomía territorial. En el barrio Las Lomas de Santa Fe, María López hace palomas de arcilla sin saber su significado. Ignora que en una de las batallas de defensa de sus tierras, un jefe llamado Meguesoxochi se entregó a sus enemigos para proteger a su comunidad. Le dijo a su pueblo que como señal de que aún vivía, enviaría una paloma. Que no se acaben las palomas de los Tobas.

Necesidades

La comunidad Toba de Las Lomas refirió a El Litoral las situaciones que más les preocupan:

Viviendas: requieren la titularización de las unidades que habitan y terrenos para la agricultura. Salud: asisten a hospitales públicos pero deben enfrentar la demora en la entrega de turnos. Educación: reciben formación, pero no van a instituciones bilingües. Vestimenta: tienen una máquina de coser que adquirieron como donación, pero solicitan telas para crear la indumentaria de sus hijos. Recreación: el barrio carece de espacios que propicien el sano uso del tiempo libre.

Mónica Ritacca/ Kevin A. García, periodista colombiano