Entrevista a Jorge Reynoso Aldao
La conciencia de un destino crítico
Jorge Reynoso Aldao Foto: Flavio Raina.

Por Enrique M. Butti

-Con el histrionismo y la fantasía hiperbólica que te caracterizan llegaste diciendo que esta publicación -"Adolescencia de la crítica teatral"- es tu testamento.

Jorge Reynoso Aldao: -Mejor llamarla codicilo de mi biología periodística. Y no exagero; he cumplido 87 años; toda la gente de mi generación se ha ido; cada tarde abro el diario y me encuentro con personas que, las conozca o no, les tocó partir, les tocó desocuparse de este ajetreo que llamamos vida. Y entonces creí necesario dejar por escrito no sólo mis disposiciones de última voluntad para mis hijos -cosa que ya he hecho- sino también disposiciones intelectuales, sobre lo que pude aportar a nuestra ciudad y nuestro tiempo.En el año 1956 empecé a vincularme con quienes conformaron lo que yo llamo la "generación creativa", un grupo de muchachos y de chicas sumamente curiosos y vitales, relacionados con todas las actividades artísticas: leían, escribían, iban a los conciertos, al cine, a las exposiciones de artes plásticas. Son quienes fundarán al Instituto de Música, o a quienes Angela Romera Vera impulsará para crear el Instituto de Cine.Bueno, yo era de otra generación, de otra procedencia, otra formación, de manera que los veía como una rareza, y cuando conocí las cosas que hacían en teatro, me sorprendí de su fuerza y valor.De manera que primero me sumé como espectador, yendo a todos los espectáculos. Y cuando cae el peronismo, en 1955, y se propone el lema "Sin vencedores ni vencidos", con José María Paolantonio se nos ocurre fundar una revista, cuyo nombre se me ocurre a mí: "Punto y aparte", es decir: hasta aquí llegamos, poner un punto y pasar a otra cosa, empezar algo distinto, borrón y cuenta nueva.Y desde el primer número de esa revista empiezo a escribir críticas de teatro, tomando el trabajo de una manera muy rigurosa. La revista duró dos años, y no bien cierra, Riobó Caputto me llamó para trabajar en El Litoral, no sólo con críticas de teatro sino también de cine. Después empecé con el programa de radio, "Apuntes y traspuntes" en LT 10... -El texto que acabás de publicar tiene el carácter de una reflexión largamente meditada...-Parto de la idea de que el hombre es un ser crítico, por lo menos el hombre que no es vacuo ni frívolo, que tiene conciencia y toma posición en la vida. -Y en el texto se hace hincapié en la valoración, en la necesidad taxativa del juicio -términos que no toda la teoría crítica admite.-Sí, hay que dar un juicio; ésa es la posición que he asumido en mis treinta años de crítico. -Cuando uno pregunta a los artistas por qué escriben o pintan o componen, suelen coincidir en una respuesta: "Para que me quieran" o "Para que me quieran más mis amigos". Vos, en cambio, aceptás que sembraste tu camino de enemigos, y dabas por descontado que no conseguirías que te quisieran precisamente esos amigos elegidos: la gente de teatro.-Fijate que una vez critico a una actriz a quien yo personalmente tenía aprecio, que después se casa además con un amigo. Bueno, ella participa de una puesta y yo la critico duramente, porque sobre el escenario era realmente un muñeco de palo; no sabía levantar una mano, no sabía hablar. En una palabra, yo escribí claramente que no le convenía insistir en este oficio. Y esa muchacha no me saludó, no me miró más. Bueno, se casó con un gran amigo, y esta muchacha se enferma, una enfermedad terminal, y le digo al marido: "�Es cierto que tu mujer está muy enferma?". "Sí, Jorge, muy mal", me dice. "Ah", le digo, "yo quisiera ir a verla". Y �sabés qué me dijo él?: "No, no podés ir a verla, porque si vos entrás a la habitación de la enferma, ella se muere. Del odio que te tiene, se muere". Y así fue, murió sin saludarme.Bueno, ése fue un caso extremo, pero no el único. Me volantearon en calle San Martín... -Ahora, en retrospectiva, �te arrepentís de algún juicio, no dudaste nunca de tus criterios de calificación?-Sí, posiblemente, y a causa de haber sido tan riguroso, quizás sí, puedo haber incurrido en injusticias. Pero son los gajes del oficio, y te aseguro que lo pensaba mucho antes de sentenciar que un actor no había calado en el personaje, o que hablaba o se movía mal. -�Cómo sería, cómo imaginás una crítica teatral ideal?-Esa crítica ideal es imposible debido al espíritu inherente del teatro, porque la puesta que el crítico ve el día del estreno no será la misma de una semana más tarde.Mi mecánica era ésta: cuando me informaban que estaban montando una obra, yo les pedía que por favor una semana antes me avisaran para ir a un ensayo general, y yo iba con el fotógrafo del diario y hacía una nota meramente informativa sobre la puesta, sin abrir opinión y sin ver siquiera todo el ensayo. Después yo iba al estreno, pero siempre con la conciencia de que cada puesta posterior sería distinta. Es humano. Es el teatro. Eso es el teatro.Y es por tal razón que sigue existiendo el teatro en tiempos de tecnologías avanzadísimas, que ofrecen un mayor verosímil realístico. Sigue existiendo porque si la puesta es buena, se produce un momento en que hay una comunicación del actor con el público, un momento indefinido, imponderable y mágico, en carne viva, entre el escenario y la platea. Y cuando aparece ese momento es que se ha producido el arte teatral.