Insensato y sanguinario juego de azar
El sello de los Coen. Un universo que parece responder únicamente a las caprichosas leyes del azar. Foto: Agencia Télam

Por Laura Osti

"No es país para viejos", ése el título original del filme de los hermanos Joel y Ethan Coen y también de la novela de Cormac McCarthy en el que se basaron los realizadores para su última producción, merecedora de varios premios y cuantiosos y disímiles comentarios.

La película lleva el sello inconfundible de los Coen, que se han caracterizado por retratar y describir la violencia en sus manifestaciones más extremas y paradójicamente, más domésticas, y por lo tanto, más difíciles de medir y de controlar, en un mundo que se resquebraja por los cuatro costados y en el que ya no parece quedar refugio a salvo.

La anécdota es sencilla, como lo son, en apariencia, los personajes involucrados. Todo sucede en la zona fronteriza entre Texas y México, cuyo desierto es escenario de una matanza entre dos grupos de narcotraficantes durante una transacción que terminó de la peor manera. El reguero de cadáveres es descubierto de manera casual por un cazador que merodeaba por ahí, Llewelyn Moss (Josh Brolin), quien con infantil ilusión se deja seducir por la oportunidad de quedarse con el botín, que le arrebata a uno de los muertos.

A partir de allí, comienza una sucesión de situaciones violentas, muchas veces generadas en errores o torpezas propias de mentes nubladas, que parecieran no comprender las reales circunstancias o no medir con un debido criterio de realidad los hechos y las personas en su verdadera magnitud.

El relato presenta una morosidad ex profeso, justamente para resaltar esa pesadez, esa densidad de la conciencia, esa falta de luces y de agilidad, que van hundiendo al cazador furtivo en una espiral autodestructiva de la que ya no podrá salir.

A partir de su desafortunada decisión de quedarse con el maletín repleto de 2 millones de dólares, Llewelyn comenzará a ser perseguido por el asesino a sueldo contratado por los narcotraficantes, el psicópata Anton Chigurh (Javier Bardem), quien con absoluta sangre fría va sembrando cadáveres a su paso, sin que nadie pueda siquiera moverle un pelo, y no parará hasta lograr su objetivo: recuperar el dinero y cobrarse venganza.

Mientras, Bell (Tommy Lee Jones), el sheriff del lugar y narrador del relato, corre detrás de los hechos intentando detener la cadena de violencia, pero siempre chocándose con la triste evidencia de tener que constatar cada vez que simplemente las cosas suceden y no se puede hacer nada para evitarlo. Bell, el representante de una ley impotente y burocrática, parece reducido al pobre papel de juntar cadáveres, mientras contempla con pesar cómo su entorno se va cayendo a pedazos.

El mensaje de los Coen vuelve a poner el acento en la desesperanza y una amarga sensación de fracaso, en el que el sueño americano naufraga sin remedio a merced de una violencia enquistada en el mismo seno de la sociedad y sin posibilidades ciertas de control, y que se cierne con su manto oscuro sobre las personas, obnubilando toda idea de futuro.

Matizado con algunas pinceladas de humor negro y recalcitrante cinismo, el universo que los Coen insisten en mostrar en sus filmes parece responder únicamente a las caprichosas leyes del azar, donde el destino individual dependerá solamente de que la moneda caiga cara o cruz.

Sin lugar para los débiles

"No Country for Old Men", Estados Unidos/2007. Dirección: Ethan y Joel Coen. Con Tommy Lee Jones, Javier Bardem, Josh Brolin, Woody Harrelson, Tess Harper y Kelly Macdonald. Guión: Ethan y Joel Coen, basado en la novela de Cormac McCarthy. Fotografía: Roger Deakins. Música: Carter Burwell. Edición: Ethan y Joel Coen. Diseño de producción: Jess Gonchor. Producción hablada en inglés con subtítulos en castellano y presentada por UIP. Duración: 122 minutos. Apta para mayores de 16 años.