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En los días en que la grey católica universal tiene una de sus celebraciones más trascendentes, es habitual que una numerosa presencia de pescadores se den cita en los más diversos espejos de agua de nuestro país.
Sin embargo, también suele ocurrir que el plenilunio constituya un gran obstáculo para la buena pesca, ya que la presencia del astro satélite pone en fuga a las distintas especies. Por ende, si es que nos decidimos a realizar pesca nocturna, será conveniente ubicarse a la sombra de los árboles costeros y pescar a fondo.
Lo dicho, no involucra la pesca diurna, ya que suele operarse un mejoramiento; aunque no significativo, cuando la luna desaparece de nuestra vista dando paso a la actividad del astro rey. A propósito de lo expresado en el primer párrafo, me permito recordar una experiencia vivida en un torneo de pesca de pejerrey realizado hace unos años en el lago del dique Los Molinos (provincia de Córdoba).
Tenía una duración de 4 horas: entre las 20 y 24, y al momento de embarcarnos, descubrí que los restantes pescadores del bote tenían un sol de noche cada uno y me hicieron una observación por no haber llevado uno propio. Lo primero que pensé fue cuál era la necesidad de más luz, si teníamos 3 a bordo. La respuesta unánime fue contundente: a mayor luz, mejor pique. Pero cómo ¿y la luna no es presagio de mala pesca? La luna sí pero los faroles no, fue la tajante respuesta.
No imaginan ustedes, amigos lectores, la cantidad de pejerreyes de mediano porte que cobramos entre los cuatro ocupantes del bote. Se sucedían los dobletes (un pejerrey en cada uno de los 2 anzuelos), dando la razón a quienes nos enseñaron algo importante: el plenilunio es malo, pero la luz artificial no. ¿Razones? Ya quisieramos saberlas.
No sin antes pedir disculpas por personalizar una nota que debió ser más objetiva, volvamos a la pesca en Semana Santa, la que, en nuestros ámbitos acuosos, es mala en general: no sólo por lo señalado con relación a la luna, sino también por la gran presión de pesca que se ejerce sobre la mayoría de las especies de agua dulce.
Las aguas color de león también juegan en contra del buen pique. Frente a estas circunstancias adversas, me permitiría recomendar cebos grasos (tripa de sábalo o de gallina) en "ablande" y cebos vivos (mojarras, morenas, coludas o anguilas.
Las primeras para atraer a patíes, moncholos, amarillos -entre otros- y las últimas para despertar el instinto cazador del surubí o de los manduvíes. No mencionamos al dorado, en razón de que, al haber sido declarado "pez turístico provincial", sólo puede ser cobrado e inmediatamente devuelto a las aguas con el menor daño posible al extraerle el anzuelo.
Por estos momentos, los ámbitos pesqueros aledaños a nuestra Santa Fe tienen al patí como la especie de mayor presencia. Los hay de pequeño, mediano y gran porte, motivo por el que debemos recordar que la reglamentación vigente permite la captura de ejemplares de 45 centímetros de largo (de cabeza a cola). La otra especie de probable captura es el armado amarillo o gallego, al que sugerimos tentar con pan untado en mostaza sujeto al anzuelo, mediante el uso de las clásicas bandas elásticas.
Acaso, en zona de carrizales, debiéramos probar con carnada viva y plomo, que permita la ubicación del aparejo en la sombra que la mencionada planta acuática genera.
Juan Carlos Mottier