Piezas olvidadas, extraviadas y agotadas del teatro argentino, sainetes urbanos y gauchescos de gran éxito popular en otro tiempo, aunque irritable para la clase dominante, son recogidas por la escritora e investigadora Beatriz Seibel en su "Antología de obras de Teatro Argentino. 1800-1814. Tomo I".
La exhaustiva investigación periodística de Seibel, editada por el Instituto Nacional del Teatro, tiene valiosos antecedentes en el género como ""El teatro bárbaro del Interior", ""Los artistas trashumantes" y una ""Historia del teatro argentino. Desde los inicios hasta 1930", de 850 páginas.
El objetivo de su nuevo libro, según aseguró Seibel a Télam, es ""tratar de poner en circulación obras olvidadas, inéditas, desconocidas".
""Incluyo en este tomo unos sainetes olvidados (el anónimo "Las bodas de Chivico y Pancha") y desconocidos (los sainetes urbanos de Cristóbal de Aguilar). También otros algo conocido y llevados a la escena en los últimos años, como "A río revuelto ganancia de pescadores" de Juan Cruz Varela, apuntó Seibel.
Si en la ""Historia del Teatro Argentino" Seibel trabajó todas las teatralidades -espectáculos de sala y de calle, cultos y populares, circo y carnaval- para esta obra eligió ""piezas de interés para poner en escena hoy -en forma original, adaptadas o en nuevas versiones- aportando textos para actores, directores, y grupos teatrales-, que puedan enriquecer su repertorio".
Sobre la popularidad de estas obras, la escritora, directora y autora teatral aseguró que ""a principios del siglo XIX el espectáculo teatral consistía en una pieza de 3 o más actos, y el fin de fiesta con un sainete, baile o tonadilla".
""Los sainetes eran la parte popular del espectáculo, muy gustados por los sectores populares que asistían al teatro, y muy criticados por los sectores dominantes", indicó.
El tono burlesco satirizando temas de actualidad, como el derecho de las mujeres a elegir marido, la competencia entre criollos y españoles y los sucesos de la ciudad se imponen en las obras analizadas por Seibel.
En los sainetes, estos agregados críticos eran habituales para atraer al público; estas piezas se reponían con frecuencia de 1814 a 1850. No tengo constancias de censura en esta época", indicó.
Sobre los autores de estos sainetes, la ensayista señaló que en ocasiones sólo se anunciaba el título de la obra principal y luego ""sainete", sin título ni autor (""por la descalificación del género").
""Los actores eran representados por la compañía de actores del Coliseo de Buenos Aires, con actrices y actores criollos y algunos españoles residentes", aseguró.
Seibel abunda sobre una niña actriz, ""Dominguita", muy destacada en el 1800: ""Era hija de la actriz Antonina Montes de Oca y como muchos de los hijos de actores de la época se inició muy pequeña con monólogos infantiles o haciendo roles de muchachitos, que era algo bastante común. Olinda Bozán recuerda haber hecho de muchachito. El público gustaba mucho de los niños actores", evocó.
""Antes de 1795 -remarcó Seibel- había teatros en Recife, San Pablo y Porto Alegre, siempre llamados en Brasil Casa da Opera. Los espectáculos son similares en toda América en la época de la Colonia: se imponen obras de éxito importadas de Madrid en el área hispana e importadas de Lisboa en el área portuguesa".
Es poco conocido que San Martín firmó un acta liberando al teatro de una sanción que pesaba sobre el género, denominada ""nota de infamia": "La nota de infamia es una condena europea por la cual los actores no pueden recibir los sacramentos, ser enterrados en camposanto, desempeñar cargos públicos, ejercer derechos civiles o políticos, y los padres pueden desheredarlos", destacó.
""Además, los hijos de burgueses o nobles deben cambiar sus apellidos al actuar para evitar vergüenzas a su familia. En la Argentina de 1821 aún pesaba esa sanción. El general San Martín, en ese momento Protector del Perú, firmó la declaración el 31 de diciembre donde consta que 'el arte escénico no irroga infamia al que lo profesa'", continuó.