Los 20 años transcurridos entre el descubrimiento del enterramiento intacto del Señor de Sipán, en 1987, hasta el hallazgo de la tumba de la Señora de Cao, en 2006, han convertido a los 300 kilómetros que separan las ciudades de Trujillo y Chiclayo en un destino turístico sin parangón, porque la "ruta norte" -la más desconocida- es la propuesta más novedosa y quizás una de las más sorprendentes del país andino.
A 500 kilómetros al norte de Lima se erige Trujillo, llamada "capital de la eterna primavera", fundada por Diego de Almagro en el año 1534, en honor a la ciudad natal del conquistador español Francisco de Pizarro. Es aquí donde se inicia un fascinante viaje al pasado precolombino, y el punto de partida son las Huacas o Templos del Sol y la Luna.
Construidas por los moches, pobladores de una civilización que se desarrolló entre los siglos I y VIII d.C, ambas huacas contienen los mejores altorrelieves policromados de esa época. El lugar debió ser el centro administrativo y religioso de este enigmático pueblo, dedicado a la agricultura y a la pesca.
Sólo el Templo de la Luna ha sido explorado; lo que alberga el del Sol en su interior es un misterio. Se cree que entre las dos pirámides truncas se habría levantado la urbe, de unas 100 hectáreas, con sus palacios, viviendas, talleres de orfebrería y alfarería. Ambas construcciones, de llamativos y majestuosos colores, se elevaban -durante su máximo esplendor- sobre las arenas del desierto peruano.
Hoy quedan sus extraordinarios altorrelieves policromados, los que le valieron en el año 2006 el Premio Reina Sofía de Conservación. Y es que todo lo que se aprecia en este templo es original, nada ha sido restaurado, lo que lo convierte en uno de los grandes yacimientos arqueológicos de la costa norte peruana.
A unos pocos kilómetros de allí se abre paso Chan Chan, la ciudadela de adobe más grande del mundo. Construida durante el reinado chimú entre los siglos IX y XV, abarcaba una extensión de 21 kilómetros cuadrados, pero lo que se conserva es alrededor de 14 kilómetros. Su gran monumento es el Palacio Nikan o Tsuchuti, que cuenta con patios, altares, tumbas y largos muros con impresionantes altorrelieves.
La administradora de este vestigio histórico, Nancy Domínguez, explica que Chan Chan fue una gran ciudad y contó con un enorme centro ceremonial. "Es un buen ejemplo de planificación y urbanismo", sintetizó, que llevó en 1986 a la Unesco a declararla Patrimonio Mundial de la Humanidad.
La iconografía de sus muros muestra que los chimús eran conocedores del mar y las mareas, además de expertos agricultores. Dice la leyenda que Taykanamo, un personaje que surgió del mar, fue quien dio lugar a la civilización chimú. "Por eso los científicos creen que este pueblo se gestó mediante migraciones que llegaron al término de período moche", matiza Domínguez.
Los símbolos de paz hacen pensar que los chimú dieron paso a una sociedad civil frente a la teocracia moche. Los estudios también revelan que eran ostentosos, las paredes de los templos debieron estar revestidas de metal y las decoraron con espondilux (concha marina muy preciada).
Sólo alrededor del templo principal se han encontrado 44 tumbas, entre ellas la del Señor o Rey, junto a varias adolescentes que fueron sacrificadas y entregadas como ofrenda a los dioses. Sus restos no estaban porque el enterramiento había sido saqueado.
Chan Chan fue abandonada en torno al año 1470, cuando el Inca ingresó con 30.000 hombres y sometió al pueblo chimú, que se había resistido a lo largo de una década.
En la carretera hacia Chiclayo y a 40 kilómetros al norte de Trujillo, un desvío sin asfaltar lleva hasta la Huaca de Cao Viejo, también conocida como Proyecto Arqueológico de El Brujo. Allí hace sólo dos años el peruano Régulo Franco descubrió la tumba de la Señora de Cao, la única mujer gobernante que por ahora se cree tuvo el antiguo Perú.
El descubrimiento de su momia tatuada, hoy celosamente protegida en una sala atemperada, ha supuesto el mayor hallazgo arqueológico de los últimos años. "Esta tumba cambió completamente nuestra visión del antiguo Perú -afirmó Franco-. Ahora sabemos que la mujer también ocupó un lugar importante en el poder de las sociedades moches. La Señora de Cao constituye una de las primeras gobernantes del Perú prehispánico".
La dama moche falleció después de dar a luz a su segundo hijo cuando tenía entre 20 y 25 años, medía aproximadamente 1,48 metros de estatura, su contextura era gruesa, su cabello era largo y -lo más importante- su cuerpo estaba tatuado en los antebrazos, manos y pies, con arañas, serpientes y caballitos de mar. Esto indica que "aparte de haber sido gobernante, tenía dotes sobrenaturales", resalta su descubridor.
"Es muy posible que fuera una mujer chamán y también curaba", agrega Franco, mientras revela que lo más sorprendente es su estado de conservación. Y es que cuando falleció la Señora de Cao fue embadurnada en sulfuro de mercurio, lo que la mantuvo intacta para sorpresa de los investigadores.
Su fardo, que pesaba más de 100 kilos, su rico ajuar de oro, sus báculos de poder, sus vestidos pintados y bordados, así como sus acompañantes y las ofrendas que estaban junto a las tumbas, serán exhibidos en un museo que quedará inaugurado el próximo mes de julio.
Museo de las Tumbas Reales de Sipán. Iniciar la ruta en Trujillo permite ir de menos a más. Así se llega a lo más sorprendente e inesperado: el Museo de las Tumbas Reales de Sipán y los enterramientos de este rey moche, a las afueras de la ciudad de Chiclayo.
El descubridor del Señor de Sipán, el peruano Walter Alva, no sólo ha revolucionado la arqueología sudamericana y recuperado un pasaje clave de la historia precolombina, sino que es -además- el artífice de que Perú cuente con uno de los mejores museos del mundo.
Cuando en 1987 se armó con una vieja escopeta contra los saqueadores para proteger una plataforma funeraria que se alzaba en el pequeño pueblo de Sipán, no imaginaba que su posterior hallazgo fuera a ser comparado al de Tutankamón.
Su aventura no estuvo exenta de peligros, pero tras despejar de traficantes y ladrones de tumbas el lugar, inició las excavaciones. En julio de aquel año llegó el momento culminante: "fue entonces cuando nos percatamos que estábamos frente a una tumba que no tenía punto de comparación en el Perú y tampoco en América. Era el Señor de Sipán, quien estuvo en la cúspide del poder moche hace 1.700 años", cuenta Alva.
Su fardo, su corona real, orejeras de oro y turquesas, cetros de oro y plata, patenas, brazaletes, collares de filigrana, pecheras, estandartes, ropajes de metal, sus ocho acompañantes con los que fue enterrado, vasijas, ofrendas y otras maravillas inigualables, se exponen desde 2002 en el Museo de las Tumbas Reales de Sipán.
Este espacio, cuya estructura es una réplica de una antigua pirámide moche, está considerado como uno de los diez mejores del mundo por su modernidad y porque ningún país exhibe un tesoro nacional de tal magnitud e importancia en el mismo lugar del hallazgo.
The National Geographic catalogó a la tumba como "la más rica del Nuevo Mundo".
Los últimos días de la vida del Señor de Sipán, así como el resultado de las últimas investigaciones de Walter Alva -entre ellas el descubrimiento de un mural que, con 4.000 años, es el más antiguo de América, serán llevadas al cine por el español José Manuel Novoa, filme que se estrenará este año en España y también en Perú.
El sitio arqueológico de Sipán consta de dos pirámides truncas, edificaciones preincas de hace 1770 años en donde se hallaron juntas las Tumbas del Señor de Sipán, la Tumba del Sacerdote y la del Viejo Señor de Sipán.
El proyecto arqueológico Sipán, que permitió el descubrimiento, recuperación y estudio del contexto arquitectónico, fue realizado por un equipo de arqueólogos, estudiantes, obreros y restauradores peruanos.
Los trabajos de campo, la protección del monumento, conservación de los tesoros culturales recuperados y su difusión mundial, comprometieron el apoyo y colaboración de personas, entidades y empresas del Perú y algunas instituciones científicas internacionales.
El arqueólogo Walter Alva, director del Museo Brunning de Lambayeque, Perú, es el jefe del Proyecto Arqueológico de Sipán, en el que viene trabajando desde el año 1987.
La recuperación de un cetro de cobre significó el inicio de las excavaciones en Sipán.