Emerio Agretti
La presidenta Cristina Fernández pidió dejar de lado "intereses sectoriales e individuales", y aunque evitó referirse al conflicto con el campo por las retenciones, remarcó que "los productores han vuelto a tener rentabilidades como nunca en la historia se habían conocido".
El tono conciliatorio pareció haber tomado nota del hartazgo social ante el nivel de confrontación que alienta los discursos, pero al no estar sustentado por acciones o gestos concretos se pareció demasiado a un recurso vacío de contenido y repleto de hipocresía; o peor, el reflejo de un creciente autismo.
La insistencia del oficialismo en construir una imagen forzando la simbología, y haciendo lo mismo con la visión de la realidad, subraya esta última percepción sugerida por el discurso. La obsesión por mostrar una movilización popular de apoyo, basada fuertemente en el manejo del aparato de los gobernadores, otorgó inmerecidamente al acto central de los festejos del 25 de Mayo, la condición de un "contraacto", en el que -por más que la presidenta se esforzó en aparentar ignorarlo- resultó inevitable la comparación con lo que estaba pasando en Rosario.
Y esa comparación, en la que el gobierno resultó perdidoso, no sólo pasa por la cantidad de asistentes -que al mejor estilo Moreno, el oficialismo intentó "dibujar" numéricamente-, sino también por la composición del auditorio y su motivación.
La estrategia de escenificar un apoyo masivo, el mismo que la presidenta tenía hasta hace muy poco tiempo y dilapidó por empecinamiento y una colosal torpeza política de los arquitectos de su poder, también se manifestó en la difusión de "contraencuestas", que siguen reflejando la imagen positiva que en las demás viene en franca caída y que sólo sirvió para asestar un nuevo golpe a la credibilidad de las herramientas estadísticas.
El breve discurso presidencial, de 14 minutos, incluyó una genérica convocatoria a la ciudadanía para que participe de la "gesta del Bicentenario, para seguir con la construcción de un país con inclusión social y redistribución del ingreso"; un pálido remedo del gran acuerdo social que la primera mandataria esperaba anunciar para esta fecha, y que naufragó en medio de la tormenta con el sector ruralista, la negativa de los empresarios a participar en esas condiciones, el enfrentamiento con una prensa hasta poco tiempo atrás mayoritariamente afín y hasta nuevos roces con la Iglesia, por la discusión sobre la pobreza e incluso el emplazamiento del acto de ayer.
"Hoy tenemos los argentinos la suerte de que los trabajadores han vuelto a tener trabajo y salario; los empresarios han vuelto a tener rentabilidad y los productores han vuelto a ver el horizonte, a tener rentabilidades como nunca en la historia se habían conocido. Es por el esfuerzo de todos los argentinos, por un país mejor", dijo Cristina, tratando de arrebatar al campo -sin mencionarlo- la atribución del crédito por la recuperación económica del país, reivindicando la gesta de su marido a tal efecto y obviando de manera flagrante el papel que jugó para ello la devaluación dispuesta por su antecesor, Eduardo Duhalde.
"Con todo el orgullo de nuestra historia, quiero decirles que quiero ser algo más, quiero ser parte de la generación del Bicentenario, convocando a todos los que crean que es necesario seguir construyendo este país con inclusión social, con redistribución del ingreso", enfatizó la mandataria. En ese punto, dijo que "hay lugar para hombres y mujeres, estudiantes, trabajadores, intelectuales, empresarios, comerciantes, productores. El único requisito es querer a esta Argentina. La otra condición es que aprendamos que antes que el sector y nuestra propia individualidad están los intereses del país y de la Patria", observó.
Enfundada en un vestido rojo punzó -¿otro símbolo?- y un elegante saco negro, la presidenta justificó el traslado del tradicional Tedeum a Salta en la voluntad de "hacerlo aquí al pie del monumento a Martín Miguel de Güemes, combatiente de la emancipación nacional, porque es símbolo de la historia de los que elegimos luchar por la liberación de la Patria y la dignidad del pueblo".
Sobre el final de su discurso, y con un hilo de voz, la jefa de Estado dijo a la multitud: "En nombre de los que hicieron Mayo, y de todos los patriotas que murieron en la lucha por la defensa de la dignidad y de la Patria, los convocamos a esta nueva gesta del Bicentenario. Entonces sí, además de cantar el Himno y ponernos la escarapela, vamos a rendir homenaje en serio a esos hombres, que junto al pueblo ingresaron en la historia".
* "Hoy los argentinos tenemos la suerte de que los trabajadores han vuelto a tener trabajo y salario; los empresarios a tener rentabilidad y los productores, a ver el horizonte, a tener rentabilidades como nunca en la historia se habían conocido. Es por el esfuerzo de todos los argentinos, por un país mejor".
* "Hay lugar para hombres y mujeres, estudiantes, trabajadores, intelectuales, empresarios, comerciantes, productores. El único requisito es querer a esta Argentina. La otra condición es que aprendamos que antes que el sector y nuestra propia individualidad están los intereses del país y de la Patria".
* "En nombre de los que hicieron Mayo, y de todos los patriotas que murieron en la lucha por la defensa de la dignidad y de la Patria, los convocamos a esta nueva gesta del Bicentenario. Entonces sí, además de cantar el Himno y ponernos la escarapela, vamos a rendir homenaje en serio a esos hombres que junto al pueblo ingresaron en la historia".
Los organizadores del acto oficial por los festejos del 25 de Mayo realizado en Salta afirmaron que fueron 150 mil los participantes, en un claro intento por minimizar las diferencias con la multitud reunida por los ruralistas en Rosario, aunque la policía local y otras fuentes desbarataron esa intención, al informar cifras mucho menores. La medición policial arrojó sólo 45 mil manifestantes en el acto encabezado por la presidenta Cristina Fernández, en tanto que los encargados del operativo de emergencias elevaron esa cantidad a 60 mil. Tampoco fueron coincidentes la cantidad de micros que según los organizadores llegaron a Salta, desde distintos puntos del país. Los más entusiastas contabilizaron 800 ómnibus, pero por el peaje de acceso sólo ingresaron 280 de esos vehículos.