Regionales: REGI-01
Un fenómeno sin precedentes
A 25 años del momento culminante de las crecidas extraordinarias de 1983
De El Laurel a Helvecia. De esta forma se realizaba el transporte de mercaderías para abastecer a las poblaciones costeras. Fotos: Carlos María Medera

En el marco de las más prolongadas y catastróficas riadas de la historia, el 29 de junio de 1983, el hidrómetro instalado en el río San Javier, frente a la ciudad homónima, alcanzó los 9,06 m, superando tres marcas anteriores y también a la que se registraría a fines de julio.

San Javier (C).Ä El 29 de junio de 1983, el nivel del río Paraná le asestó el golpe de gracia al drama de las inundaciones que venía padeciendo la costa santafesina desde el año anterior.

Para una mejor interpretación de lo atípico del comportamiento del río Paraná y de la magnitud del desastre que provocó, habría que partir de la base de que, siempre en San Javier, el 13 de marzo de 1966, la altura fue de 8,86 m, pero se produjo un descenso rápido y no volvió a crecer de una manera significativa hasta unos años después.

En cambio, el fenómeno hídrico 1982/83 comenzó a insinuarse el 7 de agosto de l982 con 8,05 m, pero en octubre se produciría una bajante pronunciada con motivo del llenado de la represa de Itaipú, tras lo cual se iniciaría un nuevo repunte hasta alcanzar aquí los 8,77 m el 20 de diciembre, que no causó mayores inconvenientes porque las defensas resistieron bien.

El 13 de marzo de l983, volvería a trepar hasta 8,81 m y, si sus consecuencias no fueron

las que se pronosticaban, se debió al esforzado trabajo que realizaron las comunidades costeras, junto a los organismos provinciales destacados en la zona, para frenar el avance de las desbordadas aguas.

Cuando todo hacía suponer que por un tiempo habría un tregua en materia de inundaciones, en mayo comenzaron a llegar, de aguas arriba, noticias desalentadoras y así fue como el 2 de junio tuvimos una altura de 8,88 m. Esta vez, las defensas de la Ruta Provincial N´ 1 cedieron entre El Laurel y Helvecia y en la zona de Los Cerrillos. Esta situación, además, interrumpió el tránsito por el camino de la costa, inundó los campos situados al oeste del mismo, afectando cultivos agrícolas y agravando el problema de la explotación ganadera, ya que hacía mucho tiempo que los productores habían tenido que abandonar las islas.

En Helvecia se produjo una brecha en el terraplén defensivo y se inundaron varias manzanas del sector céntrico, problema que fue superado con el cierre del boquete y posterior bombeo del agua de las calles inundadas, mientras que Saladero Cabal era evacuado por completo.

Nuevamente personal de las comunas, de la Dirección Provincial de Vialidad, efectivos del Batallón de Ingenieros Construcciones 121 de Santo Tomé y vecinos de las localidades desde San Javier hacia el sur consiguieron, luchando denodadamente, restablecer el tránsito por la Ruta 1 en la zona de El Laurel, no así en Los Cerrillos.

Aunque el hombre había logrado ganar la que parecía la ultima batalla en su desigual guerra contra el río, éste volvió a la carga el 29 de junio y malogró todo el esfuerzo realizado, condenando a un prolongado aislamiento por vía terrestre a las localidades de Helvecia y Cayastá, como también a la incomunicación telefónica, entre otros tantos problemas.

Incontenible

El agua que pasaba por sobre la Ruta Provincial Nº 1 en El Laurel avanzó hacia el norte y cortó la ruta que une Saladero Cabal con San Justo y se detuvo poco más adelante por los restos de una defensa que hizo construir en sus campos doña Mercedes Mascías de Lozardy Saa Pereyra, después de la crecida de 1929.

El 25 de julio el río volvería a trepar a 8,89 m en San Javier pero ya los pobladores habían bajado los brazos y resignados aguardaban que finalizara la pesadilla en la que los había involucrado un capricho de la naturaleza con la secuela de un departamento Garay arrasado e importantes pérdidas en otras localidades a fin de poder reiniciar el camino de la reconstrucción y normalización de la vida de las comunidades costeras.

Carlos María Medera