Opinión: OPIN-03
Al margen de la crónica
La nueva "vida vertical" en Santa Fe

La construcción en la ciudad capital ha crecido exponencialmente de un tiempo a esta parte. Muchos edificios se fueron levantando sin pausa en los últimos años, en una actividad que motoriza el empleo para todos los actores involucrados -contratistas, arquitectos, obreros-, estimula la inversión y engruesa la recaudación fiscal.

Pero este proceso de crecimiento sostenido de la actividad -consonante con el resto de las grandes ciudades del país- tiene su contracara: en muchas zonas se construye a destajo, en pocos metros cuadrados de espacios, sobre pequeños terrenos baldíos y esquinas poco propicias para la ejecución de edificios de 10 o más pisos.

A medida que el número de vecinos por cuadra se incrementa, es mayor el riesgo de que los desagües cloacales colapsen por un aumento de caudal de efluentes, al igual que los tendidos eléctricos y el cableado de otros servicios. La construcción de edificios, con el movimiento de camiones y el taladrar de las herramientas, han ocasionado roturas en inmuebles contiguos y grietas en paredes y mampostería, hasta en las carpetas asfálticas.

Muchos barrios tradicionales de la ciudad están cambiando su fisonomía cultural. Habrá recambios generacionales (entre adultos y jóvenes estudiantes provenientes del interior) y nuevas pautas de convivencia pública. Las simples casas de barrio contrastan con imponentes edificios de impecable fachada.

Más allá del concepto moderno de "vida vertical" que imprimen las nuevas construcciones, serán necesarios criterios unificadores en torno a una fisonomía urbanística, que conjugue la funcionalidad de los espacios con la estética arquitectónica.

La modernidad no siempre es un proceso pacífico: las tensiones posibles entre "lo nuevo" y "lo viejo" que podrían generarse por muchas de las aristas antes aludidas, deberán suavizarse con políticas referidas al planeamiento urbanístico, al respeto por la idiosincrasia de cada barrio y el imaginario de la ciudad.