La filiación templaria del Dante

 

1.jpg

Perfil de Dante Alighieri, según una reconstrucción a partir de un estudio del cráneo del poeta, realizada en las universidades de Bolonia y Pisa.

Foto: Archivo El Litoral

Nidya Mondino de Forni

Según algunos estudiosos del tema, se poseen evidencias de la filiación templaria de Dante, más precisamente de su filiación a una de sus órdenes denominada Fieles de Amor, a veces designada también con el nombre Fe Santa. Los Fieles de Amor constituían una sociedad secreta interesada en la renovación espiritual de la cristiandad. Es conocida la pertenencia de Dante con la dignidad de Gran Maestre. En el Museo de Vienne se conserva una medalla con su imagen en la que se leen las letras FSKIPFT, sigla que hace cuestión absolutamente específica de la Orden de los Fieles de Amor. Las letras mencionadas son las iniciales de “Fidei Sancta Kadosh, Imperializ Principatus, Frates Templaris” o sea “Consagrado de la Fe Santa, Príncipe Imperial, Hermano Templario”. Parece ser que el nombre de Fieles de Amor provenía directamente del famoso grito de guerra de los caballeros templarios cuando se lanzaban al combate: “Viva Dios, Santo Amor”. Dante fue iniciado en el primer grado de la orden por el filósofo y erudito de la época Brunetto Latini. La cofradía estaba integrada además por los más grandes talentos poéticos de Italia: Boccaccio, Petrarca, Cavalcanti, Compagni... Dado que sus iniciados estaban obligados a hablarse y escribirse en versos entre sí, no es extraño que tantos poetas hayan salido de sus filas.

en la “Divina Comedia” aparece patente su filiación templaria. Fue iniciado por latini

Recordemos que fue Bernardo de Claraval, de quien se dijo que “llevó el siglo XX sobre sus hombros”, el que promovió la fundación de la Orden de los Templarios, Caballeros de Cristo en Tierra Santa. Nunca quizás, salvo entre los apóstoles, se dio ejemplo semejante de contemplativo unido al hombre de acción, y de piedad tan tierna unida a tan inflexible energía. Su ideal era hacer de la cristiandad un sólido bloque sin quiebras. Sabía predicar conmovedoramente al pueblo como también persuadir a los poderosos o incitar a los guerreros a servir a Dios. Además de conocer su obra sobre el amor divino, Dante calificaba sus sermones sobre “El Cantar de los Cantares” de incomparables. En uno de ellos, Bernardo afirma: “Una vez que el alma ha accedido a la facultad de contemplar cara a cara la gloria de Dios, aquélla se asimila a Él y se transforma al punto en su viva imagen”. Es así que cuando el florentino trata de armonizar la vida activa y la vida contemplativa contemporánea, esto es, de armonizar la contemplación y la militancia, intenta seguir su ejemplo.

Es en “La Divina Comedia” donde aparece patente su filiación templaria pues luego de ser guiado en su viaje por Virgilio y Beatriz, es San Bernardo de Claraval (símbolo de la contemplación) quien lo conduce a los planes de más elevada espiritualidad, a la residencia de Dios, señalándole el lugar que ocupan las almas bienaventuradas en el amplio escenario de la Rosa Mística.

LA COFRADÍA ESTABA INTEGRADA TAMBIÉN POR BOCCACCIO, PETRARCA, CAVALCANTI, COMPAGNI

Procura hacerlo por medio de veladas alegorías, ilustradas por símbolos y con clara alusión a la existencia de una doctrina secreta y reservada a una elite.

O voi ch”avete li “ntelletti sani,

mirate la dottrina che s”asconde

sotto “l velame de li versi strani.

(“¡Oh! vosotros que tenéis el intelecto sano,

mirad la doctrina que se esconde

bajo el velo de los versos extraños”)

(Infierno, IX, 61-63)

Se refiere también a la Orden del Temple cuando dice:

qual é colui che tace e dicer vole,

mi trasse Beatrice, e disse: “Mira

quanto é “l convento de le bianche stole!”

(“Como aquel que calla pero decir quiere

Beatriz me señala y dice: “Mira cómo es

el convento de los Blancos Mantos’”)

(Paraíso, XXX, 127-129)

Cabe precisar que la palabra “convento”, en la Edad Media significaba “reunión”, “asamblea”, “capítulo”, además referirse a mantos o capas blancas tenía un significado inequívoco.

Aparece la imagen de Felipe el Hermoso, destructor de la Orden.

Veggio il novo Pilato sí crudele,

che ció nol sazia, ma sanza decreto

portar nel Tempio le cupide vele.

(“Veo al nuevo Pilato tan cruel

que insaciable y sin decreto

echa sobre el Temple su ambicioso velo”)

(Purgatorio XX, 91-93)

Tiempos muy duros fueron ésos para el Temple y sus órdenes filiales. Tiempos en los que se debían redoblar las precauciones para no caer víctima del fanatismo. Por ello tantas reservas, tanto secreto, tanta clave esotérica. Sin duda, fue grande la indignación de Dante al asistir a tal destrucción. Se sabe que corrió a París tan pronto comenzó el juicio a los Caballeros Templarios, sus Hermanos, para hacer cuanto estuviera a su alcance para salvarlos del tormento y de la hoguera.

Por las dudas

superávit. Latinismo procedente de la forma verbal latina superavit (“excedió, sobró”), que comenzó a usarse en el lenguaje económico del siglo XVIII, como sustantivo masculino, con el sentido de “cantidad en que los ingresos exceden a los gastos”. Debe escribirse con tilde por ser palabra llana acabada en -t. Fuera de este ámbito, significa “exceso o abundancia”. Su plural es superávits.

rebelar (se). Se usa normalmente como pronominal, con el sentido de sublevarse o negarse a obedecer: “La población de Fez [...] se rebeló contra los extranjeros” (Silva, “Rif”, España, 2001); y “oponer resistencia a algo”: “No podemos ni debemos rebelarnos ante los designios de Dios” (Bain, “Dolor”, Colombia, 1993). Suele llevar un complemento precedido de contra o, también, ante o frente a. Es raro y desaconsejable introducir este complemento con la preposición a: “Se rebelaron a las directrices marcadas por el directorio del partido” (Tiempo, Colombia, 10/04/97). También se usa a veces como transitivo, con el sentido de sublevar o causar indignación: “El plan de reestructuración [...] ha rebelado a una fracción importante del electorado de izquierdas” (País. España, 02/04/84). No debe confundirse gráficamente con el verbo homófono revelar(se) (descubrir(se) o manifestar(se) algo ignorado u oculto, y hacer visible la imagen impresa en una placa o película fotográfica.

revelar(se). Como transitivo, descubrir o manifestar algo ignorado u oculto: “Me reveló el lugar a cambio de mi dinero” (Torbado, “Peregrino”, España, 1993); “Su lúcida mirada revela un rico mundo interior” (Navarro, “Clásicos”, Chile, 1996); y hacer visible la imagen impresa en una placa o película fotográfica: “Más lejos está la tienda de material fotográfico donde revelaba mis carretes” (Leguineche, “Camino”, España, 1995). Como pronominal, mostrarse o resultar: “Este gesto de apaciguamiento se reveló ineficaz” (Tiempo, Colombia, 14/01/75). Como el resto de las palabras que pertenecen a su misma familia léxica (revelación, revelado, revelador, etc.), se escribe siempre con v. No debe confundirse, pues, con el verbo homófono rebelar(se) (sublevar(se)).

(Fuente: Academia Argentina de Letras)