Por María Luisa Miretti

Poética de la inconclusión

“El secreto del mal”, de Roberto Bolaño. Edición póstuma a cargo de Ignacio Echevarría. Anagrama, Barcelona, 2007.

El chileno Roberto Bolaño (1953-2003) desarrolló la mayor parte de sus obras en México y España, donde falleció, dejando inconclusa una serie de trabajos, entre los cuales figuran estos relatos, en los que abunda el sondeo cuasionírico de figuras espectrales siempre asomadas al abismo. En la mayoría, aparece un dilema que emparenta la ficción con la realidad, en las que es posible proyectarse por su naturaleza existencial. Planteadas de forma a veces abrupta o detallista, las estrategias impactan con fuerza, en una interacción que involucra fuertemente al receptor común.

Semejan ser textos inacabados, especialmente el que lleva el título del libro, pero tienen la particularidad del impacto que motiva al receptor a buscar múltiples salidas, ya que se confunde la voz narrativa con la de quien lee, quizás por esa fuerte apelación al lector. Los relatos giran en torno de temas comunes, incluida una referencia directa a la cultura argentina, sin embargo, no dejan de plantear las poéticas universales y sirven de registro para otro modo de ver las propuestas vanguardistas. A través de las distintas voces, aparecen personajes que analizan su acercamiento al campo literario, poniendo en tela de juicio hasta su modo de leer y escribir (esto permite descubrir al autor, quien da a conocer sus puntos de vista).

Se lo podría definir por el detalle. Por momentos resulta abrumador, ya que detiene el avance de la historia, para abocarse a la descripción y los efectos de cada elemento, con tal de iluminar las escenas que definen la estructura discursiva en la que discurre un hecho. Es esa mixtura, la que enaltece y caracteriza su poética, alejada por cierto de otras matrices conocidas. Así es posible observar lo cotidiano entremezclado con el tratamiento original de los temas, como en el caso del hijo perdido en Berlín, o una conferencia sobre literatura hispanoamericana en Sevilla, que le permite afirmar la extracción social de los escritores; la desintoxicación de heroína y el reencuentro familiar; su visita a la Feria del Libro en Chile después de haber recibido el Rómulo Gallegos y el escapismo lúdico hacia escenas de su infancia; la prostituta que alterna entre dos hombres que definen su modo de estar en el mundo; las alusiones a los talleres literarios y al desarrollo de la literatura argentina post-Borges, con tres líneas que juzga a su modo desastrosas: una que seguiría al facilismo exitoso de Osvaldo Soriano, otra a Roberto Arlt (vía Roberto Piglia) y una tercera a Osvaldo Lamborghini (vía César Aira). El consejo con que concluye es: volver a leer a Borges.

 

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“Retrato de familia”, de Max Beckmann.

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Roberto Bolaño, fotografiado en 1998.