El libre fluir de la conciencia

El libre fluir de la conciencia

Laura Osti

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“Shara” es una película diferente. Es un intento, quizás, por expresar lo inexpresable, ese tema recurrente en la cultura oriental en general y en la cultura japonesa en particular. La directora y guionista Naomi Kawase, le imprime a la cámara una vacilación y un movimiento impreciso que plantea siempre interrogantes acerca de a quién pertenece el punto de vista y qué es lo que se quiere contar.

Utiliza también sonidos recurrentes, como el tintineo casi constante que es como un martilleo agudo y metálico, el cual podría interpretarse de diversas maneras.

De un modo fundamentalmente sugerente, cuenta la historia de dos hermanitos gemelos que viven en una intrincada y laberíntica barriada de la ciudad de Nara. Un día, estos chicos están jugando en un pasillo común, se escuchan sus voces y luego empiezan a correr entre pasadizos, los persigue la cámara lenta y las imágenes son en blanco y negro, instalando una atmósfera premonitoria y onírica. Ese día, Kei, uno de los hermanos, desaparece. Shun, el otro gemelo, se queda impávido mirando hacia arriba, donde el viento envuelve una altísima y gruesa columna toda cubierta por una rumorosa enredadera, y después, llega al lugar donde están sus padres esperándolos, a las puertas de un templo.

Shun no sabe explicar qué pasó con su hermano Kei.

El tiempo de la narración da saltos. De golpe pasaron cinco años, Shun ya es un adolescente, va a la escuela donde tiene una compañera inseparable, Yu; la madre está embarazada y atiende su huerto; mientras el padre trabaja en un oficio tradicional, la producción de tinta china y el diseño de letreros.

El silencio en muchos momentos pesa. La vida transcurre en una sucesión de hechos cotidianos que se muestran sin otra intención que describir la intimidad de una familia. Hasta que un día, la madre sorprende a padre e hijo en una crisis emocional. ¿Qué ha pasado? Después de tantos años, encontraron a Kei. Eso es todo. No se habla más del tema. La vida sigue, como antes, con esa ausencia pesando en todos lados, en las miradas, en los gestos. Kawase deja que el espectador imagine lo no dicho, lo que no se muestra.

Por otra parte, Yu, la jovencita ligada afectivamente a Shun, también recibe la revelación de secretos dolorosos que tienen que ver con su vida, con su pasado, con su origen y con asuntos de familia.

Así, cada uno a su manera, deberán crecer aceptando grandes pérdidas, deberán seguir viviendo asumiendo desde muy pequeños que hay cosas que permanecerán en una zona de oscuridad indescifrable, pero gravitante; mientras que por otro lado, hay otras cosas que están claramente iluminadas y forman parte también de la existencia.

Es un juego de luces y sombras, de voces y silencios, de muerte y de vida, que se sintetiza con la experiencia del alumbramiento del nuevo integrante de la familia. Un acontecimiento que ocurre en la propia casa, donde la madre de Shun da a luz a un nuevo hermanito, rodeada de su esposo, su hijo, y sus vecinas: Yu y su madre Shouko, que acompañan y asisten a la parturienta y la comadrona, protagonizando un momento de intensa emoción y significación.

Luego de este suceso, Shun parece más aliviado, su mirada se suaviza y la cámara sensible de Kawase se eleva y se eleva, como si se alejara de la tierra cada vez más, como si se fuera a fundir con el cielo, como si alguien, esa presencia misteriosa que estuvo acompañando a estos personajes, por fin se alejara.

Lenguaje lírico

La propuesta de esta joven directora japonesa es pura sugerencia, con un lenguaje lírico, lo que ha tratado de expresar, quizás, es el estado de conciencia del pequeño Shun, que ha aprehendido sus experiencias con la sensibilidad y las herramientas que el alma de un chico pudieron encontrar en el mundo en que le toca crecer.

Lleno de misterios y de preguntas que quizás no encuentran una respuesta contundente jamás. Sólo una sucesión de acontecimientos, que a veces no tienen explicación.

“Shara” no es una película asequible para quien busque entretenimiento, acción o pasatiempo. Sumerge en un estado a veces de lentitud exasperante. Es una propuesta diferente que no responde a esquemas pero impregnada del espíritu japonés.

Una escena de la película “Shara”, largometraje de Naomi Kawase.

Foto: Archivo El Litoral

 

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BUENA

“Shara”

“Sharasojyu”. Japón, 2003. Dirección y guión: Naomi Kawase. Interpretación: Kohei Fukungaga, Yuka Hyyoudo, Naomi Kawase, Katsuhisa Ñamase, Kanako Higuchi. Iluminación: Yutaka Yamasaki. Música: UA. Montaje: Shotaru Anraku, Naomi Kawase y Tomoh Sanjo. Duración: 100 min.