Al margen de la crónica

Déjate el sombrero puesto

Un viejo dicho popular sentencia: “El hábito no hace al monje”. Pero, analizándolo un poco, podríamos agregar que, si bien no lo hace, ayuda a identificarlo. Y es lo que habitualmente sucede. Alguien que viste una chaqueta blanca puede ser médico, odontólogo o peluquero; pero las probabilidades de que sea bombero, por ejemplo, son escasas.

En esta ciudad de temperaturas que sólo somos capaces de soportar los santafesinos, tener que usar un uniforme a veces resulta inhumano. En otros lugares de clima tropical, con inteligencia, es aceptado distinguir la profesión que se ejerce con más informalidad. Por ejemplo, es común el uso de bermudas en los varones que atienden al público en los bancos, los policías o los inspectores de tránsito. Parecida suerte corren las mujeres y, sin exagerar escotes o cortos de polleras —no es la cuestión distraer la mirada de los clientes—, usan prendas livianas, hechas con telas de algodón. Lógica, sentido común.

¿Por qué tanto preámbulo? La razón es que a esta cronista, que se moviliza bastante en taxis y remises, le ha tocado varias veces subir a alguno de esos móviles en los que el chofer maneja vestido de una forma —para usar una expresión prudente— inapropiada. El colmo sucedió la semana pasada, cuando el calor apretaba fuerte; quien pasó a buscarla, además de usar ojotas, estaba “en cueros”. Sí, lisa y llanamente, la camisa o remera del hombre descansaba cómoda en el asiento del acompañante, mientras quien cuenta esto, desde el lugar del pasajero, veía su espalda peluda y transpirada.

En este diario trabajamos muchas personas y mientras algunas computadoras que facilitan nuestra labor deben funcionar con 18 grados de temperatura, otras máquinas —al igual que quienes las manejan— soportan los 35 grados. Durante muchas horas, todos circulamos cambiando de un ámbito a otro.

Sin embargo, no hemos visto todavía que nadie vaya dejando en el camino su ropa al mejor estilo Kim Bassinger en “Nueve semanas y media”, mientras, como fondo, la voz ronca de Joe Cooker la alentaba cantando “Déjate el sombrero puesto”.