INFORME CENTRAL
INFORME CENTRAL
El balance de un 2008 histórico
El termómetro del año que el campo vivió en conflicto

Campolitoral repasa los momentos más difíciles del enfrentamiento campo-gobierno. Los piquetes, los actos, los discursos, las chicanas y también las trompadas. El análisis de una protesta que sigue abierta y sin soluciones de fondo.
Por Gastón Neffen
Para el campo, la crisis empezó seis meses antes. Fue el día que Martín Lousteau (ex ministro de Economía) anunció el nuevo esquema móvil de retenciones. “Se pudrió todo en serio”, dijo Eduardo Buzzi (FAA) y no le erró.
Los dirigentes del agro matizaron sus diferencias y acordaron un objetivo común: tumbar la resolución 125. Y lanzaron un paro que terminaría siendo la medida de fuerza más importante de los últimos seis años, y la movilización más masiva del sector agropecuario.
“El gobierno está aplicando la peor política en el mejor momento”, explicaron. En las rutas, los productores estaban indignados y se sentían saqueados. En muy pocos días, los autoconvocados tomaron el timón de la protesta. Alfredo De Angeli se convirtió en su gran referente, desde el piquete de Gualeguaychú.
El reclamo dividió a la sociedad argentina. Como con las retenciones, de entrada, el gobierno metió a todo el campo en la misma bolsa. Bajo la soberanía del eje amigo—enemigo, acusó a los productores de ser “golpistas”, egoístas (“piquetes de la abundancia”), poco solidarios (“estamos defendiendo la mesa de los argentinos”) y “sojistas”.
Muchos productores se sintieron dolidos, otros se llenaron de fastidio y bronca.
“El gabinete nacional lejos de entender el nudo del problema sigue alimentando la polémica y fogonea el ambiente con frases peyorativas cargadas de ignorancia sobre la problemática rural”, decía Federico Aguer en la edición del 5 de abril de Campolitoral.
La cosa terminó a las trompadas en la plaza, como en la escuela. Y los argentinos se llevaron “Educación Cívica” a marzo, para seguir con el paralelo. El mejor ejemplo de una democracia que todavía es adolescente e inmadura, a pesar de que este año cumplió 25 años.
En medio de toda esta “crispación social” —que dividió a los argentinos (“estoy con el campo” vs “estoy con el gobierno)— Campolitoral entendió que había que explicar mejor la cuestión.
“Una primera aclaración es medular y necesaria. No existe el campo como una masa homogénea y uniforme. Ni son todos sojeros, ni terratenientes, ni oligarcas, ni golpistas. Tal simplificación ignora que existe una amplísima variedad de tamaño (escala productiva), eficiencia (de punta o tradicionales), competitividad (individual o pooles, cerca o lejos de los puertos, propietario o inquilino) e incluso de ideología entre los productores”, aclaraba Juan Manuel Fernández en el suplemento del 31 de mayo.
El país pasó varias semanas en situación de “semi-catástrofe”. Con dificultades para conseguir productos básicos, con micros que cancelaban sus viajes y con pueblos totalmente paralizados.
Con muy poco que perder (por lo excesivo de las retenciones), los productores se fueron a vivir a la ruta. “Nosotros no podemos volver al campo a laburar en esta situación. ¿Qué vamos a ir a endeudarnos y fundirnos?”, se preguntaba Gustavo Peresón en el piquete de Romang. “Quieren sacarnos del campo”, se convencía Ana María Benitez.
El acto del 25 de mayo en Rosario ratificó que el reclamo era cosa seria. Ese día, el campo derrotó a la estructura peronista (que hacía un acto en Salta), la campeona argentina de las movilizaciones. Dos meses más tarde, lo haría de vuelta, en el Monumento a los Españoles.
Los cacerolazos que siguieron a la represión en el piquete de Gualeguaychú convencieron al gobierno de que no se podía seguir pagando este costo. Las retenciones fueron al Congreso. El conflicto no terminó ahí.
“El voto no positivo” de Julio Cobos alivió la tensión y terminó derrumbando lo que quedaba de la resolución 125, pero el gobierno eligió una nueva estrategia: “el ninguneo”.
Mientras la sequía aniquilaba los animales y quemaba los cultivos —y la crisis global derrumbaba el precio de los commodities— los funcionarios de Cristina Fernández se hacían los distraídos.
El 3 de octubre, los dirigentes del agro lanzaron el quinto paro del año, que terminó con la movilización a San Pedro. En el suplemento de esa semana, Campolitoral advertía: “La táctica oficial de hacerse el sordo, fingiendo una vocación dialoguista, encierra una falta total de responsabilidad”.
Hace algunas semanas, el ex presidente Néstor Kirchner lanzó una última chicana: “Al final hubieran estado mejor con la 125”. Lo dijo en el peor momento. En el campo se está trillando la campaña triguera más mala de los últimos 15 años.
El cereal no resistió la letal combinación de sequía y ceguera política. Con mucho viento a favor apenas podría alcanzar las 10 millones de toneladas (5 millones menos que el promedio de las últimas cosechas).
La siembra de la gruesa se está cerrando con dos millones más de hectáreas de soja (una de las cosas que el gobierno quería evitar) y con las cotizaciones de los granos en una espiral descendente que nadie sabe hasta donde va a llegar.
El 2008 había arrancado con todo. En cambio en el 2009 se cierra con todas en contra (cotizaciones, clima, relación con el gobierno). Por eso, los chacareros juegan sus fichas “a lo más seguro” y la idea es perder lo menos posible.
Hace algunas semanas, lo anticipaba el Ing. Agr. Hugo Fontanetto (INTA Rafaela): “Este es un año para jugar a la defensiva y no salir a comerse la cancha y tratar de ganar cuatro a cero”, le contó a Campolitoral.
El problema —y es lo que genera más impotencia— es que ahora hay que aguantar con muchas menos reservas, porque para el campo la crisis comenzó seis meses antes.